La vida de jubilado del rey Juan Carlos

27 / 05 / 2016 Antonio Rodríguez
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Justo cuando se cumplen dos años de su abdicación, el rey emérito retoma las competiciones de vela y ha estrechado su relación con la infanta Elena, a la que visita a menudo. Además, disfruta más que nunca de la gastronomía.

Después de España, la otra gran pasión del rey Juan Carlos ha sido la vela. En septiembre de 2011, junto a su inseparable amigo de regatas José Cusí, anunció que no seguiría en la alta competición tras innumerables travesías juntos. Con su adiós se puso fin entonces a la trayectoria del Bribón, el barco más icónico de la vela deportiva en España. Pero el Bribón ha renacido de sus cenizas y su decimosexta versión está a punto de salir a la mar, esta vez como velero clásico.

“En un mes estará listo”, relata Cusí a TIEMPO. El barco es de clase 6, pero de eslora tiene el doble, casi doce metros. “La primera regata será en julio en Galicia”, donde se ha reunido una flota de seis o siete barcos de época construidos entre 1929 y 1947. “Luego iremos a las competiciones de barco de vela por todo el Mediterráneo a lo largo de julio, agosto y septiembre”, cuenta el armador catalán, uno de los mejores amigos del rey emérito.

Don Juan Carlos se enfrenta al nuevo reto de una competición de vela “muy ilusionado” y con unos entrenamientos muy exigentes. “El que tuvo, retuvo. A los que hemos navegado con él en el pasado, nos hace mucha ilusión ver que sigue igual. Le encuentro fantástico, con una moral estupenda. Antes íbamos con los Fórmula 1 de la vela y ahora con barcos de vela, pero no deja de ser una competición que exige estar en forma”, resume Cusí.

En el libro El rey y el mar (2012), del periodista valenciano Ignacio Gómez-Zarzuela y en el que por primera vez se recopilaron relatos e imágenes inéditas del monarca emérito en el mar, el entonces Príncipe de Asturias narró en el prólogo la “auténtica escuela de vida y de principios” que se vive a bordo de una embarcación. “Allí, en los a menudo escasos metros cuadrados de los que disponemos en nuestra embarcación, y en condiciones a veces bastante duras de temperatura, viento y mar, el regatista aprende respeto, compañerismo, juego limpio, solidaridad, responsabilidad, espíritu de equipo”, afirmó don Felipe.

Ahora, su padre se ha entregado a este deporte en los últimos meses, siempre al mando de la caña de las embarcaciones que posee Cusí. Por ejemplo, el barco Gallant, que se impuso la semana pasada en aguas de Galicia en el Trofeo Almirante Rodríguez Toubes, que se disputó entre la Escuela Naval de Marín y la localidad pontevedresa de Sanxenxo. Nueve millas en las que el rey emérito patroneó este barco, muy similar al Bribón XVI que se está reparando en un astillero gallego.

El monarca ya terminó la rehabilitación con el doctor Fernando Serrano tras su última intervención quirúrgica, en noviembre de 2013, y ahora sigue con un programa específico de mantenimiento a base de ejercicios físicos y sesiones de fisioterapia. Un ayudante de Serrano le visita en La Zarzuela varios días a la semana, a razón de dos horas cada sesión, para ayudarle. Don Juan Carlos combina ejercicios en el gimnasio y la piscina cubierta, cuyo suelo se niveló por sus problemas con las caderas para que pudiese andar de una pared a la otra con el agua siempre a la altura del pecho. El resultado ha sido una mejoría física que salta a la vista, sin sobresaltos y que ha ido a más desde que abdicó hace dos años. Atrás quedaron los corticoides que mitigaban el dolor. Ahora se le nota seguro al andar con la ayuda del bastón, del que no se separa, más que nada por precaución.

Don Juan Carlos hizo el acto formal de la renuncia el 18 de junio de hace dos años, víspera de la proclamación de su hijo, el ahora rey Felipe VI. Fue la última vez que estampó su firma “Juan Carlos R” en un documento oficial o privado. Desde entonces ya no utiliza la “R” de rey y quienes le conocen creen que se ha quitado un peso de encima. “Ahora hace lo que no pudo en sus casi cuatro décadas de monarca”, afirma uno de ellos.

El rey emérito lo pasó mal anímicamente cuando abdicó. Sintió el vértigo lógico de la jubilación que le apartaba casi del todo y de forma definitiva de la vida pública. Para superar el trance tuvo a su lado a algunos amigos “de toda la vida”, entre los que se encuentra el empresario cubanoamericano José Fanjul, heredero de una familia que hizo fortuna con la caña de azúcar en la Cuba precastrista y que después de la Revolución se exilió en Estados Unidos.

Fue precisamente en una finca de Fanjul en la República Dominicana –donde se encuentra el hotel Casa de Campo– donde Juan Carlos I pasó los primeros días ya sin obligaciones oficiales tras su abdicación. Allí estuvo rodeado de amigos y lo más selecto de la sociedad neoyorquina y londinense, en un ambiente sumamente cómodo al que ha vuelto en varias ocasiones. También en este tiempo ha contado con el apoyo de Antonio Camuñas y otros empresarios del mundo de la vela, caso de Pedro Campos, que se encargaron de que tuviera un velero clásico con el que volver a sentir las emociones de navegar y competir.

Desde el punto de vista familiar, las relaciones con la infanta Cristina han quedado afectadas, en parte por el malestar del propio rey emérito, que se quejaba de que ni ella ni su marido, Iñaki Urdangarin, le habían hecho caso a tiempo cuando les pidió que se olvidaran del Instituto Nóos. Don Juan Carlos ha recibido, sin embargo, mucho apoyo de su otra hija, la infanta Elena, a la que le unen numerosos gustos y aficiones como la hípica y la fiesta de los toros. Tras su renuncia, padre e hija trenzaron un lazo de complicidad que se ha mantenido a lo largo del último año con la ayuda de la joven Victoria Federica. Abuelo, hija y nieta forman un equipo perfecto para ver pasar la vida y disfrutarla juntos.

La infanta Elena ha ido en numerosas ocasiones a La Zarzuela a visitar a su padre y el rey emérito, por su parte, ha ido a comer, y en alguna ocasión a pernoctar, a casa de su hija mayor. Tampoco es extraño que se presente en casa de sus hermanas Pilar y Margarita a la hora del almuerzo o la cena. Respecto a Felipe VI, don Juan Carlos se ha prodigado lo justo en público en estos primeros dos años del reinado de su hijo, porque desde la abdicación se marcó como objetivo el no hacerle sombra.

Su último acto oficial –más allá de una breve visita en abril a Estocolmo junto a la reina Sofía para el 70 cumpleaños del rey de Suecia y de su presencia en Basilea (Suiza) en la reciente final de la Liga Europa de fútbol entre el Sevilla y el Liverpool– data del 13 de enero, con motivo de la toma de posesión del presidente de Guatemala. Desde su abdicación ha asistido a otras tres tomas de posesión en tierras iberoamericanas por encargo del Gobierno –Colombia, Uruguay y Argentina– ya que su deseo ha sido el no desentenderse del todo de los asuntos del continente hermano. De ahí su intención de ir en julio a Perú al inicio de la presidencia del sucesor o sucesora de Ollanta Humala.

Antes de ello, el mismo día de las elecciones del 26 de junio, don Juan Carlos tiene previsto participar en la ceremonia de ampliación del canal interoceánico de Panamá junto al ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo. La compañía española Sacyr ha dado por concluida esta semana la construcción del tercer juego de esclusas tras casi siete años de trabajo, que permitirá duplicar la actual capacidad de esta infraestructura pasando de 330 a 600 millones de toneladas al año. Un contrato que se adjudicó por 3.200 millones de dólares (2.867 millones de euros) y ha tenido un coste final de 5.581 millones (5.000 millones de euros) y con el que la constructora espera lograr un resultado económico satisfactorio una vez concluyan sus reclamaciones ante el Gobierno panameño.

El Ejecutivo de Mariano Rajoy, independientemente de ello, se siente con la obligación de enviar una delegación española al más alto nivel posible, pues el país centroamericano ha invitado a un buen número de jefes de Estado y de Gobierno, entre ellos el estadounidense Barack Obama, a dicha ceremonia. La coincidencia con los comicios en España impide que asistan a la inauguración el rey Felipe VI o el presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, de ahí que Moncloa y Zarzuela valorasen desde la convocatoria de las elecciones la opción de don Juan Carlos.

El rey emérito, entre tanto, se ha dedicado desde su renuncia a conocer algunos de los mejores restaurantes de nuestra geografía, muchos de ellos con estrellas Michelin. En la mayoría de los ocasiones se ha tratado de almuerzos discretos acompañado por algún amigo.

Cuando salen a comer, al rey jubilado se le nota más cercano y afable que antes, cuando se encontraba tan atado a las obligaciones oficiales. Suele rechazar los reservados que le ofrecen ya que prefiere sentirse un comensal más. Y esa relajación se nota en los gestos y las sobremesas, que ahora se prolongan varias horas, muchas veces hasta la madrugada, mientras analiza la actualidad con sus acompañantes o echa mano de alguna batallita del pasado. Al levantarse de la mesa sigue un ritual parecido: dedicatoria en el libro de honor, apretón de manos y fotos con el dueño y los trabajadores de la cocina. Y, si se precia, un selfie con los ciudadanos anónimos que se lo piden y a los que nunca dice que no.

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