La Unión Europea busca su futuro 60 años después

29 / 03 / 2017 Stefano Marchi (Milán, Italia)
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Los líderes de los países que integran la Unión Europea se han reunido en Roma para celebrar el 60 aniversario de los tratados de la Comunidad Económica Europea y el Euratom. Los dos supusieron un enorme paso adelante en la integración europea, ya comenzada en 1951 con la Comunidad del Carbón y el Acero (CECA). 

Rajoy pasa delante de Merkel y Hollande durante la última cumbre europea en Bruselas. Foto: Horst Wagner/Efe

Al presentar varias propuestas para forjar el futuro de la Unión Europea, Jean-Claude Juncker recientemente exhibió su propia cultura humanística. “Quo vadis Europa?” (“¿dónde vas Europa?”, en latín), preguntó. El presidente de la Comisión Europea aludía a la actual crisis de identidad y falta de orientación de la UE.

Aunque indecisa, e incluso cuestionada, la Unión Europea es el sueño de diversas generaciones que se ha hecho realidad. Es el resultado de una integración continental gradual, pacífica y esencialmente democrática, que habían anhelado a mediados del siglo pasado los padres fundadores de Europa: los franceses Robert Schuman y Jean Monnet, el alemán Konrad Adenauer, el belga Paul-Henri Spaak y el italiano Altiero Spinelli, entre otros. Por controvertida que sea, hoy en día hay hasta una moneda común, el euro, en 19 de los 28 Estados miembros. Con sus numerosos éxitos, pero también sus retrasos y retrocesos, la integración europea ya es una historia de (más de) sesenta años, en la que España participa desde el 1 de enero de 1986, fecha de su adhesión a la que entonces era la Comunidad Económica Europea (CEE).

Pero en la actualidad la UE está siendo puesta en tela de juicio y, de alguna manera, en peligro en su propio seno por varios partidos antieuropeístas o euroescépticos, que cuentan con un ingente respaldo popular, sobre todo en Francia, Holanda, Italia y Finlandia. Incluso hay algunos Gobiernos de Estados miembros de la UE que son muy críticos con ella, en Polonia y Hungría. Asimismo, con el brexit, la salida ya cierta de Reino Unido, la UE sufrirá en un par de años su peor herida hasta ahora: la primera secesión de uno de sus Estados miembros. Otra secesión, la de Holanda, había sido propuesta sin éxito por el Partido de la Libertad, liderado por Geert Wilders, que finalmente no ha logrado ganar las elecciones legislativas en aquel Estado.

Con el propósito de defender y relanzar la integración europea, los líderes de los países de la UE excepto Reino Unido tienen previsto emitir una declaración común, para nada fácil. El pasado sábado día 25 de marzo se celebró el 60 aniversario de dos tratados comunitarios firmados allí por seis Estados: Alemania (la entonces República Federal), Bélgica, Francia, Italia, Luxemburgo y Holanda. Uno de aquellos convenios del año 1957 estableció la CEE. Con ella, impulsó el desarrollo progresivo del mercado único, que hoy en día es el elemento esencial y el principal logro de la UE. El otro de los tratados de Roma creó la Comunidad Europea de la Energía Atómica (Euratom). En realidad, la primera forma de integración económica espontánea en Europa, aunque limitada, ya se había puesto en marcha unos años antes, el 18 de abril de 1951. Aquel día los mismos seis países firmaron el tratado que estableció la Comunidad Europea del Carbón y el Acero (CECA).

De esa forma, se realizaba la iniciativa de Schuman, quien en su declaración del 9 de mayo de 1950 había abogado por la puesta en común de los recursos de carbón y acero de Francia y Alemania. La propuesta de Schuman, entonces ministro de Exteriores francés, preveía que a esta forma de solidaridad económica pudiesen adherirse ya otros Estados europeos. Con la CECA, los seis países promotores de la integración quisieron evitar nuevos conflictos en Europa.

Hoy en día no hay guerras en Europa, pero sí fuertes disensiones políticas sobre el papel que tiene la UE. Entre lo que más cuestionan los partidos críticos con ella está la coordinación a nivel europeo de las políticas económicas y presupuestarias de los Estados miembros, a los que en años recientes (sobre todo en el área del euro) la UE impuso una fuerte austeridad y reformas estructurales socialmente problemáticas. Asimismo, los detractores de la UE critican la libre circulación de personas en el mercado interior comunitario y la ausencia de controles fronterizos en el espacio de Schengen. El rechazo de estos logros se produce ante la llegada masiva de refugiados a Europa y una tasa media de desempleo todavía bastante elevada (el 9,6% en la Eurozona y el 8,1% en la UE en enero de 2017). Además, el crecimiento económico, en el conjunto, sigue limitado (1,7% en el área del euro, y 1,9% en la UE, en 2016), a pesar de las políticas monetarias expansivas del Banco Central Europeo y del Plan Juncker y sus fuertes inversiones, sobre todo privadas.

El mayor desafío a la UE es la temida candidatura de Marine Le Pen, líder del Frente Nacional, en los comicios presidenciales de los próximos 23 de abril y 7 de mayo en Francia. Le Pen ha anunciado que, si fuera elegida presidenta de la República, retiraría a Francia de la Unión Económica y Monetaria (es decir, del área del euro) y también de la UE, a menos que esta devuelva muchas atribuciones a sus Estados miembros. En realidad, el abandono de la Eurozona por parte de un país no está contemplado por el vigente tratado de la UE, a diferencia de la secesión completa de un Estado miembro, como la del Reino Unido. Aun así, en Italia el Movimiento 5 Estrellas ha prometido la convocatoria de un referéndum precisamente sobre la salida del país de la Eurozona. Esta consulta es imposible también de acuerdo con la Constitución italiana. Pero la formación liderada por Beppe Grillo podría ganar las próximas elecciones legislativas, programadas para el año que viene, y presentar un nuevo desafío a la UE.

Este sábado, los jefes de Estado o de Gobierno de los países que quedarán en la UE tras el brexit se reúnen en el Capitolio de Roma, el edificio diseñado por Miguel Ángel donde se firmaron los tratados de 1957. En la declaración de Roma, junto con los presidentes del Consejo de la UE, Donald Tusk, del Parlamento Europeo, Antonio Tajani, y Jean-Claude Juncker, los 27 líderes tratarán de esbozar una posible identidad de la Unión Europea a medio-largo plazo que cuente con un amplio respaldo por parte de sus ciudadanos, y resuma las diferentes orientaciones de los Estados miembros sobre el futuro de la integración continental.

Por un lado se colocan, entre otros, España, Francia, Alemania, Italia, Bélgica, Luxemburgo y (pese a Wilders) Holanda, todos deseosos de más avances en la integración, incluso a través de una Europa a varias velocidades. Estos países se plantean poner en marcha pronto aquellas cooperaciones reforzadas que el tratado de la UE ya permite entre algunos Estados miembros (con varias condiciones, siempre que los demás puedan sumarse en cualquier momento). Esta vanguardia aspira, entre otras cosas, a dar pasos hacia delante en la Unión Económica y Monetaria (con la controvertida Unión Fiscal, es decir, presupuestaria), así como en la política común de Defensa, para luchar contra el terrorismo y compartir los mayores gastos en la OTAN exigidos por Estados Unidos. Otro objetivo es encontrar una solución eficaz a la grave crisis de refugiados.

En el otro lado están sobre todo países excomunistas del este y sureste de Europa, entre ellos Polonia, República Checa, Eslovaquia, Hungría y Rumanía. Estos países, que se adhirieron a la UE a partir de 2004, recelan de la idea de una Europa a varias velocidades. Temen que se les convierta de hecho en miembros de segunda categoría de la Unión. Aceptarían “una cierta flexibilidad” en la integración europea, pero rechazan las cooperaciones reforzadas en la Unión Económica y Monetaria, de la que solo algunos de ellos ya forman parte. Además, estos países exigen una mayor participación de los Parlamentos nacionales en la toma de decisiones comunitarias.

Por su parte, la Comisión acaba de elaborar un libro blanco que plantea a los Estados miembros y los ciudadanos de la UE cinco distintos “escenarios”, es decir, opciones “para Europa en 2025”. Algunas de ellas consisten en devolver muchos o casi todos los poderes de la UE a sus Estados miembros. En concreto, una propuesta prevé “hacer menos (a nivel europeo, pero) de manera más eficiente”. En otras palabras, tomar en Bruselas tan solo las decisiones que sean imprescindibles o que sea más conveniente compartir, conforme al vigente principio de subsidiariedad. Según Juncker, en aquel supuesto se debería crear, por ejemplo, una agencia europea contra el terrorismo. Otra opción (denominada “Nada más que el mercado único”) supone de hecho la restitución de la totalidad de las atribuciones de la UE a sus Estados, excepto la gestión del área común de libre comercio.

El Ejecutivo de la UE propone también algunas opciones que prevén nuevos avances en la integración continental. Una de ellas consiste en “hacer mucho más juntos”, sin dejar atrás a ningún país. Entre lo posible, la Comisión Europea plantea también la polémica hipótesis de la Europa a varias velocidades (bajo el lema eufemístico “los que quieran, que hagan más”), así como la opción de “seguir” con la UE tal y como es ahora, al menos a medio-largo plazo.

La Comisión va a elaborar también algunos papeles de reflexión sobre “el desarrollo de la dimensión social de Europa, la profundización de la Unión Económica y Monetaria y el futuro de la defensa de Europa”, entre otros temas. Oficialmente, la UE ya se plantea realizar dentro de sí en los próximos años el mercado único digital, la unión de la energía y la unión de mercados de capitales, además de completar la llamada Unión Bancaria con el polémico esquema de garantía de los depósitos. Juncker ha prometido debates públicos para que los ciudadanos puedan expresarse sobre el futuro.

El jefe del Ejecutivo comunitario ha calificado la “Europa social” de “tema central para los próximos diez años”. Según el expresidente del Parlamento Europeo José María Gil-Robles (PP), los derechos sociales en la UE “son los que más se han retrasado”. “Hace veinte años dije que era una cuestión clave el desarrollo de una Europa social”, explica Gil-Robles en conversación con TIEMPO. El expresidente de la Eurocámara lamenta que en esta área “se ha avanzado menos de lo que habría hecho falta”. “Hay un aspecto de nuestra economía social de mercado que hay que perfeccionar –añade–. Se trata de la financiación del Estado del bienestar».

Por su parte, el excomisario Joaquín Almunia (PSOE) opina que el mercado único de la UE “exige” también “una protección de los derechos sociales básicos”. Algo necesario “para que los avances del mercado interior no generen desigualdades, o bien para corregirlas”, explica a esta revista Almunia. “Más Europa social” es reclamada también por Luca Visentini, secretario general de la Confederación Europea de Sindicatos. El sindicalista italiano se queja de “los recortes y desmantelamientos” llevados a cabo recientemente en la UE en materia social, “en particular a través del semestre europeo (el procedimiento de coordinación de los presupuestos nacionales y las políticas económicas de los Estados miembros)”. Visentini también pide en declaraciones a TIEMPO que en la UE “se hagan crecer los salarios”.

La presidenta de Business Europe (la patronal europea), Emma Marcegaglia, reconoce que en la UE “hay pobreza y desigualdades”. “No cabe duda de que estos temas tienen que ser afrontados”, dice la empresaria italiana. A su juicio, “en Europa hay mucha legislación social”. “Quizá se pueda mejorar”, afirma. Sin embargo, Marcegaglia opina que en materia social y laboral “tiene más sentido legislar a nivel nacional”, o hasta “regional”, con “una mayor subsidiariedad”.

En estos últimos años en la Unión Europea, y en particular en la Eurozona, muchas decisiones importantes han empezado a tomarse de una manera que resulta difícil considerar como efectivamente democrática, sobre todo en el ámbito de los diversos rescates financieros (a Grecia, Irlanda, Portugal, España y Chipre), pero también en el semestre europeo. Gil-Robles considera que “hace falta una mayor intervención del Parlamento Europeo”. Según el expresidente de la Eurocámara, también “hace falta desarrollar la coordinación del Parlamento Europeo y los Parlamentos nacionales en esa unión presupuestaria europea, que no estamos más que empezando”. “Allí falta control democrático”, asegura Gil-Robles.

Un opinión similar es expresada por Almunia: “Es verdad que ha habido decisiones importantes adoptadas mediante el método intergubernamental [...] y por esa vía no hay un efectivo control democrático a nivel europeo”.

Pese a la declaración de Roma, la forja del futuro de la UE requerirá un tiempo bastante largo, debido también a las delicadas elecciones programadas este año en importantes Estados, incluidas las legislativas en Alemania del próximo 24 de septiembre. Tampoco se perfilan nuevas ampliaciones en los próximos años, pese a que hay cinco países candidatos: Montenegro, Serbia y Turquía (que ya han empezado a negociar), así como Albania y la República de Macedonia. Por su parte, Bosnia-Herzegovina y Kosovo solo son “candidatos potenciales”. Antes de ampliarse aún más, la Unión Europea necesita saber hacia dónde quiere ir.

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