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La última cámara de la Guerra Civil

14 / 05 / 2013 11:06 Antonio Rodríguez
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Con el fallecimiento del leonés Vicente Nieto a los 99 años de edad se acaba la saga de fotógrafos españoles y extranjeros que inmortalizaron la contienda fratricida.

Estaba a punto de cumplir los 100 años, pero se quedó a las puertas del centenario. Vicente Nieto Canedo (Ponferrada, 1913-2013) se apagó el pasado 25 de abril y con él (foto de la izquierda), la saga de fotógrafos foráneos –Robert Capa, Gerda Taro y David Seymour, entre otros– y de nuestro país –menos conocidos, como Agustí Centelles o Alfonso Sánchez– que inmortalizaron la Guerra Civil española con sus cámaras.

Siendo un niño cogía los trozos de película que se rompían de otras cámaras y por unos céntimos compraba papel sensible. Con sus amigos revelaba las fotos al sol, pero se le borraban al momento, hasta que un aficionado les propuso meterlas en agua con sal. Así empezó su pasión por la fotografía. Con apenas 20 años le llegó la guerra y Nieto Canedo fotografió la retaguardia republicana hasta 1939, aunque en los primeros días de la contienda tuvo su particular bautismo de fuego.

“Cuando fui a la guerra me dieron un mono, un fusil y unas balas en el bolsillo que me iban jorobando. Yo de guerra no sabía ni una palabra, yo creo que no he matado a nadie...”, afirmaba en una reciente entrevista en la Real Sociedad Fotográfica, de la que era el miembro más antiguo.

Estuvo en las trincheras del frente de Madrid durante un año. Allí, mientras comía unas latas de sardinas, unos bombardeos con morteros le obligaron a huir con sus compañeros. “Pasó un capitán y nos dijo que debíamos comer caliente, y preguntó si alguien sabía escribir a máquina. Todos me miraron: ‘Nieto’, dijeron. Yo era taquígrafo. ‘Yo redacto bien’,  dije. ‘Vente conmigo’, dijo el superior, y me metieron a la oficina, en la tercera división, y así dejé el campo de batalla”, relataba. Fue en ese momento cuando una sobrina suya le envió una cámara. “Hacía fotos de tenientes, de cartógrafos mirando el mapa para ver dónde estaba el enemigo, de soldados subidos en un carro de bueyes. Por entonces, apoyaba la cámara en el respaldo de una silla, yo no sabía ni lo que era un trípode, mostraba lo que veía”.

Tras la victoria del bando nacional, Nieto Canedo permaneció en la España de Franco. En su particular exilio interior, apartado del público, quedó olvidado durante décadas hasta que su obra fue descubierta a principios de los noventa. En 2011 donó su archivo fotográfico al Ministerio de Cultura con más de 5.000 negativos que están depositadas en el Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca. Sus imágenes  abarcan la Guerra Civil y los años cuarenta y cincuenta, así como el Madrid de la posguerra y el medio rural. Siempre con la visión de un aficionado.

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