La maldición del clan Pujol

01 / 08 / 2014 Antonio Fernández
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Desde el caso Banca Catalana, la familia del expresidente de la Generalitat de Cataluña ha vivido de sobresalto en sobresalto.

Primero fue el hijo. Y ahora el padre. O sea, primero cayó Oriol Pujol Ferrusola, un joven brillante y con una prometedora carrera por delante. Sus relaciones con un grupo de empresarios amigos, y reveladores indicios de que estaba apañando negocios millonarios para llenarse los bolsillos y llenárselos a sus socios (en lo que se conoce como el caso ITV) le llevaron a apartarse de la primera línea de la política. Hace escasos días, renunció a todos sus cargos tanto en su partido, Convergència Democràtica de Catalunya (CDC), donde era secretario general, como en el Parlament, donde había quedado como simple diputado.

Aún no se habían apagado los ecos de esa huida cuando se produjo la confesión del padre, del mito llamado Jordi Pujol Soley, admitiendo que su familia ha tenido dinero negro en cuentas secretas en Andorra durante 34 años. Con ella, ha dinamitado a la clase política catalana, al nacionalismo en general y a la familia Pujol en particular. Porque, por una vez, todos los miembros de un clan familiar han salido salpicados. Es el perfecto colofón a la maldición de una saga que comenzó en los años 80, cuando la Justicia quiso ajustar cuentas con Jordi Pujol por el monumental agujero que había dejado en Banca Catalana.

A lo largo de las últimas décadas, la familia ha estado en el ojo del huracán: bien por negocios poco claros, bien por sus vinculaciones descaradas con el poder o bien por la venta de empresas a precios hinchados a grupos que inmediatamente comenzaban a recibir adjudicaciones oficiales de la Generalitat.

La guinda fue la traición de Vicky Álvarez, exnovia de Jordi Pujol Ferrusola, que contó a la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal (UDEF) de la Policía Nacional cómo la familia evadía capitales en bolsas llenas de billetes de 500 euros. Y mientras Oriol era crucificado por el caso ITV, las investigaciones policiales y judiciales sobre los otros miembros iban descubriendo un mundo nuevo de evasiones de capitales, intereses ocultos, paraísos fiscales y negocios a la sombra del poder que nada tenía que ver con el tranquilo oasis catalán de los últimos 34 años. Finalmente, la bomba: la confesión del patriarca, que le ha obligado a renunciar a sus prebendas de expresidente, a su sueldo vitalicio e incluso al tratamiento de Muy honorable. La maldición se había consumado.

Mientras, el clan ha movido decenas de millones de euros durante estas décadas, todos ellos amasados a la sombra del poder. La matriarca, Marta Ferrusola, la madre coraje del clan, era famosa por su floristería y por su empresa Hidroplant. No solo tenía clientes particulares: muchos salones feriales (ella misma era presidenta del Salón de la Infancia mientras su marido fue presidente) tenían a bien contratarle las decoraciones florales de los eventos. Del Puerto de Barcelona, se llevó también cientos de miles de euros y, paralelamente, firmó contratos con cuatro consejerías para suministrarles flores y plantas. Hasta el FC Barcelona se rindió a sus encantos a la hora de cambiar el césped del Camp Nou. Lo malo es que la remodelación fue una chapuza: tuvo que retirarlo y volver a poner otro de calidad.

El más avispado.

El más avispado del clan fue el primogénito, Jordi Pujol Ferrusola, alias Junior. Deportista nato, fue capitán del equipo de rugby del Barça. A Junior le contrató Lluís Prenafeta en los años 80 para ir a trabajar a Tipel, una de las principales peleteras de Cataluña, que, tras recibir subvenciones millonarias, presentó suspensión de pagos a principios de los 90. Allí ejerció como responsable de expansión internacional un joven Artur Mas, que fue jefe directo de Jordi Pujol Ferrusola. Y allí se hicieron amigos. El empleado más insigne de Tipel, no obstante, era Junior. Tan insigne que el mandamás de la compañía, Isidor Prenafeta, le pasaba a recoger en su propio vehículo muchos días para llevarle al trabajo.

Eran días de vino y rosas. Jordi Pujol Ferrusola pasó luego por consejos de administración gracias a ser hijo de quien era. Por ejemplo, por el de La Seda de Barcelona, que presidió su amigo Rafael Español. Desde la compañía, este repartió prebendas: a Jordi le sentó en el consejo de administración; y a Pere, hermano de Junior, le pagaba informes medioambientales a través de dos compañías.

Por aquel entonces, el primogénito comenzaba a aprender a hacer grandes negocios. Como cuando creó la compañía FARC, que luego vendió a Control y Aplicaciones (CAE). A partir de esa venta, CAE comenzó a tener adjudicaciones del Gobierno de Jordi Pujol.

En la década de los 90, Junior mantuvo una febril actividad empresarial. Se asoció incluso con un gallego en la compañía Natural Stone, que se hizo con la concesión del suministro de las placas de mármol del aeropuerto del Prat, que provocó un fiasco como el del césped del Barça y se tuvo que cambiar apenas unos años después. La compañía marmolista presentó suspensión de pagos en 1995 y posteriormente comenzó a operar bajo el nombre de Iniciatives, Marketing i Inversions, nombre que conserva en la actualidad y con el que ha hecho inversiones en México que están siendo investigadas por el juez Ruz de la Audiencia Nacional.

Esta compañía, junto a Inter Rosario Port Services, Project Marketing Cat, Active Translation e Iberoamericana de Business and Marketing movieron 32,4 millones de euros entre 2004 y 2012 por cuentas de 13 países, entre ellos, Andorra, Suiza, Liechtenstein, Islas Caimán, Gabón, Uruguay o Luxemburgo.

En Natural Stone, Junior tenía como compañero de aventuras empresariales a Jordi Puig, hermano del actual consejero de Empresa y Empleo, Felip Puig. Durante más de una década fueron socios y vivieron un calvario cuando, en 2003, alguien robó datos del ordenador de Jordi Puig y les extorsionó: o pagaban o se divulgaban datos comprometedores. Un amigo de Jordi Pujol, Lluís Prenafeta, se encargó de negociar una salida discreta para el tema y el clan familiar acabó pagando varios cientos de miles de euros para evitar el escándalo.

En los años 90, los avatares de algunas de las empresas que Jordi había creado, como Catexpress, Hot Line Computer, Intradex Golf o Hitech General Consulting le enseñaron a nadar y esconder la ropa, ya que las suspensiones de pagos de algunas de las firmas hicieron que demasiados ojos curiosos se posasen sobre el activo hijo del president.

Amistades peligrosas.

Josep Pujol Ferrusola es otro vástago con un denso currículum: pasó por empresas como Crédit Suisse España, Labiernag, Projectes Barcelona, Laboratorios Favea, Mercados y Gestión de Valores, Agrupació Mutua del Comerç i de la Indústria, BMB Documental, Inversiones Promocrim o Promomed. Pero su gran obra fue la consultora Europraxis, comprada por Indra en 2002: cada uno de los socios recibió casi nueve millones de euros, con el compromiso de permanecer en la sociedad un mínimo de cinco años. Aún siguen allí.

Jordi y Josep tenían un amigo común que podría considerarse una amistad peligrosa: John Rosillo, factótum de Kepro, constructora del centro comercial de Diagonal Mar en la capital catalana. Rosillo acabó fugándose a Panamá, donde permaneció ocho meses en una cárcel en 2005. A ese país había invitado a Josep, al que llegó a pasear en avioneta para enseñarle terrenos con los que hacer negocio.

Más moderado es Pere Pujol, que articuló su vida laboral alrededor de la compañía Entorn SL. Esta empresa se hizo de oro trabajando para la Generalitat que presidía Jordi Pujol y muchas empresas acudían a ella para que les confeccionara informes medioambientales a medida con los que justificar sus proyectos ante la Administración. Solo el primer año de trabajo, facturó casi 500.000 euros... de 1994, realizando informes para los consejos comarcales, una figura de administración local inventada por Jordi Pujol para contrarrestar el poder de los ayuntamientos en manos socialistas. Entorn fue también una de las compañías más beneficiadas por el boom eólico y sacó tajada durante años realizando informes para las compañías que querían montar estos parques. Las dos reinas del sector eran Codema y Entorn. La primera pertenecía a Carles Sumaroca, uno de los grandes adjudicatarios de la obra pública catalana, amigo íntimo de Jordi Pujol Soley, fundador de Convergència y esposo de una de las accionistas de Hidroplant.

Oleguer Pujol, el varón más joven de la saga, está también en el punto de mira de las investigaciones policiales. Curiosamente, es el grupo de Asuntos Internos del Cuerpo Nacional de Policía quien le sigue la pista que pretende dilucidar si varias operaciones realizadas a través de las compañías del grupo Drago pudieron servir para blanquear capital. En concreto, los investigadores tienen la lupa puesta en la compra de la red de oficinas del Santander en 2008 por valor de más de 2.000 millones de euros. A ellos, habría que sumar la compra de varios inmuebles del grupo Prisa por valor de 400 millones, y varias operaciones más que, en total, suman unos 3.000 millones. “Es una barbaridad atribuir ese dinero a la familia Pujol. Oleguer es un empleado de un holding inversor y hace lo que le mandan sus superiores. Lo que hace la Policía es una auténtica guerra sucia. Es lo de ‘difama que algo queda’”, señalan a Tiempo fuentes de CDC.

La hija arquitecta.

Marta Pujol Ferrusola, la hija mayor, también ha vivido sus pequeños escándalos. Arquitecta de profesión, nada más acabar la carrera fue contratada como cargo de confianza por el alcalde de Sant Andreu de Llavaneras, Víctor Ros. El alcalde, el único entonces del PP, necesitaba los votos de los concejales de CiU para gobernar. El departamento de Bienestar Social le encargó el anteproyecto de construcción de una escuela para adultos en Barcelona sin concurso de por medio. Durante años, simultaneó su trabajo en Sant Andreu de Llavaneras con los demás encargos: entre ellos, el de arquitecta de la empresa pública Adigsa, que controla la vivienda de protección oficial. Además, el Ayuntamiento de Manresa le encargó por dos veces el proyecto del Archivo Comarcal del Bages, que debía pagar el departamento de Cultura de la Generalitat. El primer proyecto que realizó contenía cálculos erróneos que hacían inviable la construcción.

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