La insurrección, a la espera del error de Madrid

21 / 07 / 2017 Agustín Valladolid
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En su impotencia, el independentismo parece buscar un incidente que desencadene la atención internacional.

Reunión del Gobierno catalán el pasado 18 de julio. Foto: Ricard Cugat

De la España más negra quedan en Cataluña, como en la mayoría de territorios, vestigios apenas visibles, difuminados entre comportamientos y normas aparentemente compatibles con las mínimas exigencias de una democracia ya convalidada. Invisibles al menos hasta el momento en el que determinadas declaraciones y actitudes nos han venido a recordar, casi a diario, ese ADN anarcoide tan nuestro, especialmente arraigado en un sector de la sociedad catalana. Lo curioso del caso es que, ahora, entre los que en mayor medida animan a la insurrección contra el Estado encontremos algunos apellidos que construyeron sus fortunas en pleno franquismo.

Hace unos días revelaba Xavier Vidal-Folch en El País que “el Gobierno de la Generalitat planea provocar dramas de orden público en torno al 1 de octubre”, y añadía: “Artur Mas postula, en privado, realizar ocupaciones masivas de edificios estratégicos”. La coordinadora del PDeCAT, Marta Pascal, había dicho horas antes que los “soldados” de este partido están dispuestos a hacer “lo que haga falta” para que se celebre el referéndum. Simultáneamente, Oriol Junqueras elevaba el tono, preguntándose en una radio amiga: “¿Qué nos están diciendo, que dejarán a mis hijos en la calle?”. Él, por mucho que le achaquen cierta irresponsabilidad paterna, no se da por aludido.

Los acontecimientos se venían precipitando desde que Puigdemont, un president no convalidado en las urnas, decidió quemar las naves expulsando del Govern a lo que de sensato quedaba, para después situar al frente de los Mossos d’Esquadra a un tipo de escasa vocación reflexiva, a un profesional de la descalificación, a un contrastado intolerante. O sea, al más inadecuado de los personajes que había para dirigir un cuerpo de seguridad del tamaño e importancia de los Mossos; aunque, bien es cierto, puede que el idóneo para imponer la aplicación de una ley antidemocrática no debatida por el Parlament. Y todo esto pasaba mientras distintas comisiones bilaterales Gobierno central-Generalitat siguen negociando como si tal cosa notables mejoras de las competencias de esta última, se abren las puertas del Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado (Citco) a la Policía autonómica catalana, o el lobby a tres bandas (Gobierno del Estado, Govern y Ayuntamiento) para traerse la Agencia Europea del Medicamento a Barcelona sigue haciendo a conciencia su trabajo.

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