La Cataluña que dice basta

27 / 10 / 2017 Antonio Fernández
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La mayoría silenciosa pierde el miedo ante el riesgo de independencia.

Cordialidad. El delegado del Gobierno en Cataluña, Enric Millo (a la derecha, en el centro), recibe a la directiva de Sociedad Civil Catalana, organizadora del 8-O en Barcelona. Foto: EFE/Marta Pérez

Algo que no es independentista se mueve en Cataluña. El pasado 8 de octubre ocurrió un fenómeno peculiar: una manifestación no convocada por el nacionalismo lograba reunir en Barcelona a cientos de miles de personas. Según Sociedad Civil Catalana (SCC), la organizadora, más de un millón de personas. Según la Guardia Urbana, 250.000. Lo más lógico sería hacer una media para calcular la afluencia real de personas. De todos modos, jamás una manifestación antindependentista había reunido a tantos ciudadanos. “La filosofía de esa manifestación era demostrar que no hay una Cataluña única. Que la Cataluña plural existe y también se puede ver en la calle, porque la calle no es de los independentistas, sino de todos los ciudadanos”, explica a Tiempo José Domingo, vicepresidente de SCC. Lo cierto es que después de años de masivas manifestaciones independentistas, la asistencia a la cita del 8 de octubre en Barcelona sorprendió a propios y extraños.

Domingo reconoce que “el 8 de octubre marcó un hito. Hay un antes y un después en la SCC tras esa manifestación, porque desde entonces el ritmo de adhesiones ha sido espectacular. Muchísima gente se ha dirigido a nosotros y no solo para firmar manifiestos o documentos, sino para una colaboración activa. Eso demuestra la preocupación de los catalanes”. ¿Despertó al monstruo el independentismo? Posiblemente. “El 8 de octubre fue un revulsivo y movió a la gente a tomar la calle. Esta es la revolución de los callados. Se trata de no dejar escapar una cosa que nos ha costado mucho. Desde la aprobación de las leyes de ruptura a comienzos de septiembre, mucha gente se dio cuenta de que la cosa iba en serio y quiso hacer escuchar su voz”, dice Francesc de Carreras, catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad Autónoma de Barcelona.

Se trata de una auténtica rebelión contra el establishment catalán. “Pujol inició una estrategia en los años 80 que se ha ido perfeccionando. Y se ha creado una trama conspiratoria para poner todas las tácticas y estrategias y para tender todas las trampas posibles al Estado. En esa trama hay cargos de la Generalitat y de instituciones y entidades cívicas o sociales. Hay actualmente unas 60.000 personas dedicadas a ver cómo lograr la independencia, una cosa extremadamente difícil en España. Y para eso, han buscado apoyos en las mismas estructuras de la Generalitat, en los Mossos d’Esquadra, en los medios de comunicación y han gastado ingentes cantidades de dinero en subvenciones a la sociedad civil. Luego llegó la emboscada del 1 de octubre, fecha en la que los Mossos no cumplieron con su deber y dejaron que los otros cuerpos de seguridad tuviesen que ir a cerrar los colegios electorales donde había niños o ancianos. Ese fue el detonante para que hubiera una reacción en la calle”, añade De Carreras.

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