La cara oculta de las relaciones con Marruecos

03 / 12 / 2010 0:00 FERNANDO MOURIÑO [email protected]
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Rabat ha creado en España una maraña de relaciones e intereses contra la que ningún gobierno puede ya enfrentarse. Prácticamente todas las grandes empresas españolas tienen actividad en Marruecos y al país vecino le interesa esa relación.

Estos días muchos se han sorprendido ante la escasa capacidad de condena mostrada por el Gobierno español frente a los actos del ejército y la policía marroquíes en el antiguo Sáhara español. Sin embargo, lo mínimo que se puede decir es que pocos esperaban una reacción diferente del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero.

El gigantesco entramado político y económico ligado a las relaciones con Marruecos ha alcanzado tales dimensiones que ningún gobierno, ni siquiera uno del PP, estaría en condiciones de adoptar una posición dura y rotunda de condena oficial. De hecho, en los últimos años se ha ido extendiendo la idea de que el temor de España a molestar a Rabat se debería a la existencia de un poderoso lobby promarroquí, integrado básicamente por políticos e intelectuales ligados al PSOE. Encabezados, dice la leyenda, ante todo por el ex presidente Felipe González.

De que el referido lobby existe no cabe ninguna duda. Pero no se limita a los aledaños del PSOE. Quizá ello fuera así hace 25 ó 30 años. Hoy, los grupos de interés ligados a Marruecos se han extendido de tal forma que están prácticamente en todos los ámbitos de la sociedad y por toda la geografía española. En Andalucía, por ejemplo, lejos quedan los tiempos, a principios de la década, en plena era aznarista, cuando el Gobierno de Chaves apoyaba al Frente Polisario (quizá para buscarle problemas al Gobierno del PP). El PSOE llegó a organizar un referéndum de apoyo al Polisario y ahora, sin embargo, la práctica totalidad de los jefes y principales dirigentes del partido en la región son promarroquíes. Uno de los más entusiastas en estas tareas ha sido Gaspar Zarrías, que era el número dos de Chaves en la región y que acompañó a su jefe a Madrid, cuando éste se convirtió en vicepresidente.

Fundaciones.

Zarrías promocionó diligentemente muchas de las iniciativas de la Junta en sus relaciones con Marruecos, incluidas algunas de las fundaciones puestas en marcha, como por ejemplo Tres Culturas, constituida en 1999: ha mantenido desde siempre relaciones muy estrechas con André Azoulay, consejero de Mohamed VI (antes lo fue de su padre), un judío marroquí que llegó a ser vicepresidente de BNP Paribas y mantiene relaciones privilegiadas con lo más granado del mundo español de la política, la cultura y la economía, posiblemente el ciudadano marroquí más influyente y con mejores relaciones en España.

También en Canarias la mayor parte de los políticos, no sólo los socialistas sino también los de Coalición Canaria, se han ido deslizando hacia las tesis marroquíes. Un grupo de interés que no se limita a los políticos, sino que incluye a catedráticos de universidad y empresarios. Este grupo, que incluye al actual presidente de la autonomía, Paulino Rivero, o a su antecesor, Adán Martín, así como al actual alcalde de Las Palmas, Jerónimo Saavedra, éste del PSOE, ha ido tejiendo en los últimos años una tela de estrechas relaciones con Rabat, única posibilidad, entienden, de no tener problemas con el vecino de la costa.

Pero es en Cataluña donde el lobby promarroquí parece tener más fuerza. La proclividad a apoyar a Rabat frente a cualquier problema que se presente viene ya de la época de Jordi Pujol. No extraña que ningún alto cargo del Gobierno catalán haya condenado estos días la actuación marroquí en el Sáhara. Cataluña ha sido posiblemente la región que ha visto con más claridad las oportunidades que para sus empresas suponía la proximidad de un país con costes de mano de obra mucho más bajos que los españoles. Los organismos catalanes dedicados al comercio exterior como Proteca y Copca llevan años organizando seminarios y jornadas conjuntas con sus colegas marroquíes para fomentar el desembarco e implantación de las empresas catalanas en el país magrebí.

Armas de seducción.

La lista de iniciativas conjuntas llenaría decenas de páginas. En mayo de 2007 el Copca organizó sesiones informativas sobre arrendamiento de suelo agrícola en Marruecos con el fin de incentivar a sus empresas de alimentación para instalarse allí. Y en marzo del año siguiente anunció la creación de un área de aterrizaje de 100 hectáreas para las empresas catalanas que vayan a Marruecos, en especial las auxiliares del automóvil, interesadas todas en la nueva factoría de Nissan-Renault en Tánger.

Paralelamente, Marruecos ha utilizado todas sus armas de seducción para configurar un potente grupo de amistades e intereses, eso que llaman el lobby. Aun cuando el tono aparente en las relaciones entre España y Marruecos da a veces la impresión de ser más hosco de lo que sería deseable, en la distancia corta las cosas suelen funcionar mucho mejor. Las relaciones de amistad entre altos dirigentes marroquíes y españoles son habituales. Entre otras razones porque Marruecos cuenta con una serie de personalidades que han ido abriendo camino en España a sus intereses, entre las que sobresale André Azoulay.

En esta línea de acercamiento han sido vitales las fundaciones, especialmente abundantes en Cataluña, Andalucía y Madrid, donde confluyen la mayor parte de las actividades desarrolladas por el lobby marroquí. Es el caso del Círculo Mediterráneo, nacido en Madrid, presidido durante años por Carmen Romero, ex esposa de González, y que reunía en sus celebraciones a personalidades como Jorge Semprún, Luis Antonio de Villena, Carlos Westendorp o Carmen Alborch. O el Comité Averroes, creado en 1996 por Felipe González y su homólogo marroquí, ahora virtualmente desaparecido.

En Cataluña destaca la fundación Tanja, que dice trabajar “para mejorar las percepciones y relaciones entre Catalunya y Marruecos”, en cuyas reuniones han participado el propio Jordi Pujol, Josep Piqué, Ernest Benach o Salvador Alemany. Quizá la más importante de todas, sin embargo, sea la fundación andaluza Tres Culturas, con objetivos similares a la Tanja.

Dinero español.

Pero es en el mundo de la economía donde las posiciones favorables a Marruecos están más extendidas. Por lo pronto, Marruecos se ha convertido en uno de los principales socios comerciales de España. Su posición entre nuestros clientes no ha parado de crecer. En los últimos 13 años, las exportaciones a Marruecos se han multiplicado por seis, desde 589 a 3.700 millones de euros. En este periodo, las importaciones españolas apenas se doblaron. Marruecos concentra, además, más de la mitad de la inversión española en toda África, Argelia, Libia y Egipto incluidos.

Marruecos no es ya tan sólo un país al que hay que vender, sino en el que las empresas españolas quieren estar. Y quieren estar para producir ahí a costes más baratos -agricultura y alimentación, moda, componentes- o para participar en la modernización del país, en sectores como la hostelería, el inmobiliario, la energía o las infraestructuras.

La implantación empresarial ha llegado a tal extremo que hasta muchas de las empresas agrícolas que se quejan de la creciente penetración de los productos marroquíes en Europa (y España) han acabado instalándose al otro lado del Estrecho. Se calcula que el 18% del tomate que exporta Marruecos está en manos de empresas españolas.

Pero los intereses de las empresas españolas se extienden por todos los sectores. Por ejemplo en la energía, donde hay programas e inversiones billonarias en Marruecos. Gamesa, que ha instalado ya un parque eólico por valor de 250 millones de euros, está muy interesada en los programas de energías renovables de Marruecos, que pretende convertirse en un gigante de la industria en diez años. También hay programas de interconexión eléctrica, que interesan a los dos países, y especialmente a Red Eléctrica de España (REE). Por no hablar del gas. O del petróleo, un sector en el que Repsol ha conseguido ya algunas adjudicaciones.

Además, Marruecos tiene planes ambiciosos donde los haya, desde la instalación de parques industriales en la costa a trenes, centrales eléctricas, infraestructuras viarias o resorts turísticos, una inversión de más de 21.000 millones de euros en los próximos diez años que las empresas españolas están dispuestas a no desaprovechar.

Lo mismo podríamos decir de la banca española, bancos y cajas, que no ha parado de abrir delegaciones en el país en los últimos meses. O de los grandes despachos, como el de Garrigues, que se han instalado allí para apoyar el desembarco de nuestras empresas. No hay prácticamente empresa del Ibex 35 que no tenga presencia o proyectos en marcha en el país. Algunas de las más implicadas o interesadas son Abengoa, Agbar, Alsa, CAF, Endesa, Gas Natural, Barceló, Irizar, SOS, Iberdrola, Inditex, Indra, Isolux Gorsán, La Caixa, Tavex o Técnicas Reunidas.

En esta gigantesca migración empresarial, Rabat ha tenido un papel decisivo. De hecho, los sucesivos gobiernos marroquíes han tratado insistentemente de involucrar a las empresas españolas en el país. El ministro de Economía alauita, Salahdine Mezouar, recordaba recientemente en unas jornadas bilaterales a nuestras empresas de construcción, de hostelería o inmobiliarias, que pueden encontrar allí “los proyectos y el crédito bancarios que no encuentran en España”. Esto, además de “unos costes entre ocho y doce veces más bajos y una exención fiscal por cinco años”.

Poder de convocatoria.

Mezouar ha celebrado varios de estos encuentros con empresarios españoles, siempre multitudinarios, en muchos de los cuales participa, además, Mohammed Horani, el presidente de la patronal marroquí, con muy buenas relaciones en las patronales españolas. La CEOE ha creado incluso un comité empresarial hispano-marroquí, dirigido por José Miguel Zaldo, una de las personalidades del mundo empresarial que más ha trabajado en la aproximación entre las dos orillas, lo que explica la enorme capacidad de convocatoria de estos encuentros empresariales bilaterales, verdaderas concentraciones de pesos pesados de la empresa y la banca española.

Ante este creciente cúmulo de intereses, no extraña que se hable cada vez más de la existencia de un activo lobby promarroquí, poderoso donde los haya y para el que la actual escalada de tensión entre los dos países, puesta de manifiesto con situaciones como el boicot comercial y los enfrentamientos con la policía en Melilla, es algo de lo que hay que huir a toda costa. De ahí que el Gobierno central y los autonómicos se hayan cuidado muy mucho de recriminar a Rabat por su actuación en el Sáhara. Aun así, y pese a la contención del Gobierno, se percibe estos días cierto desánimo entre muchos de los integrantes del lobby, sobre todo los empresariales, que temen que las diferencias acaben por matar las magníficas oportunidades que emergen del otro lado del Estrecho.

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