La batalla por el último escaño decidirá el Gobierno

20 / 05 / 2016 Iván Redondo
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La competición por adjudicarse el diputado final será descarnada en 19 provincias, cinco de ellas en Andalucía. 

En política profesional el código binario (los 1 y los 0) es hegemónico. Tras más de 130 días el partido principal, en esencia, fue así: 1-0 del PSOE al PP tras llevarse la presidencia del Congreso de los Diputados (los azules no tuvieron cintura y debieron ofrecérsela a Ciudadanos, con quienes en la nueva campaña no deberían cometer el error de pasarse de frenada, lo explicaremos más adelante); el PP empata 1-1 tras la no investidura de Pedro Sánchez y sentencia desde La Moncloa el 2-1 el presidente, satisfecho de su estrategia, tras la tercera ronda de consultas del Rey. No hubo minuto yugoslavo. Faltó Petrovic.

Relean si quieren la finezza fiorentina de Maquiavelo, El arte de la guerra de Sun Tzu o el Vom Kriege del general Clausewitz. Pero no lo encontrarán como principio. El inmovilismo como forma de poder (agotar los tiempos, no gestionarlos) está patentado por nuestro presidente. Y lo estamos presenciando como técnica política en su máximo esplendor. Se estudiará en las facultades. Es ironía.

Seguimos

Los frentes resultantes del 20-D fueron, como saben, 163 escaños para PP-Ciudadanos versus 161 para PSOE-Podemos+IU. Y no hubo acuerdo. Nos encaminaron, entre todos los partidos políticos, a la primera elección de “ida y vuelta” de nuestra reciente historia democrática.

Uno de los aspectos más relevantes desde el punto de vista estratégico, puestos ya en arena política, de este tercer informe Redondo para la revista TIEMPO, es que apenas varía la correlación fuerzas entre los cuatro primeros partidos en España: estamos en +1 para el centro derecha (164 versus 161). Este asunto, no lo olviden, es la clave de la campaña electoral, porque, más allá de porcentajes de voto, se vota para que haya Gobierno. Se trata de que los diferentes frentes consigan los escaños suficientes para garantizar la gobernabilidad. De conquistar los 176 escaños en votos positivos en primera vuelta o con abstenciones en segunda.

Desde esas bases, dejen que les ilustremos lo que está pasando, por ejemplo, en el lado del centro derecha (muchas veces, como saben, hemos ejemplificado por el flanco izquierdo): Ciudadanos es el único socio natural del PP en el Parlamento. Hasta aquí todo OK. Para que haya un Gobierno de centro derecha todos estaríamos de acuerdo, teóricamente, en que se necesitará su concurso tanto en el escenario de solicitar una abstención al PSOE (en el supuesto de que sea necesario), como en el caso en el que PP y Ciudadanos lleguen en torno a los 170 escaños juntos y necesiten al PNV (6) para conquistar La Moncloa.

La mejor estrategia para Rajoy sería, teniendo este principio estratégico presente, entender un reparto de papeles elíptico que es lo que Podemos, tras convencer a Izquierda Unida, trata de proyectar electoralmente junto al PSOE, entre otras razones, cuando públicamente les posiciona como “su aliado”.

En ese contexto, los ataques, en palabras del PP, “sin piedad” a Ciudadanos, se observan en los resultados del informe, no solo están afectando a las posibles transferencias de voto, sino al resultado electoral y a las “posibilidades reales” de que el PP gobierne tras el 26-J,
 porque, como consecuencia de ello, en unas elecciones que podrían beneficiarles claramente tras el “fracaso” del cambio, no hay un movimiento poderoso de escaños hacia el centro derecha. Solo un pírrico +1.

De continuar así, deben saber que el desgaste entre PP y Ciudadanos podría poner en bandeja una mayoría en escaños hacia la izquierda del tablero político. Es, como ven, pura matemática electoral. El PP está quitando escaños a Ciudadanos cuando debería restárselos al PSOE y a Unidos Podemos.

La reflexión es la siguiente, para que la tengan presente: es bueno que Rivera pegue al PP para el PP. Pero los populares no deberían devolver los golpes, deberían centrarse en polarizar la campaña hacia Unidos Podemos y olvidarse de los naranjas. De lo contrario, o podríamos volver, tras votar por segunda vez, a una nueva fase de bloqueo como se apunta en la investigación o el voto útil podría caer del lado de la izquierda. Veremos.

El estudio pone de manifiesto también que el eje izquierda-derecha vuelve a la campaña electoral como en los buenos tiempos dominados por el bipartidismo. Atrás quedan el eje nuevo-viejo, muy beneficioso para los emergentes y marco dominador la pasada campaña, y el eje cambio-continuidad que ha quedado chamuscado en el postelectoral y, como consecuencia de ello, la participación se verá resentida.

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