Ismael Clemente, el mago Merlín del ladrillo

04 / 07 / 2016 Miguel Cifuentes
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¿Quién es Ismael Clemente? preguntaban hace tres años varios asistentes a un foro inmobiliario en Madrid. Algunos sabían que era un exejecutivo del Deutsche Bank y propietario de una gestora inmobiliaria llamada Magic Real Estate. Pero no se sabía mucho más. Hoy, a sus 46 años, aquel niño nacido en la localidad de Valencia de Mombuey (Badajoz), hijo de maestros, se ha convertido en el “nuevo rey del ladrillo” en su condición de presidente y consejero delegado de Merlin, la primera inmobiliaria de España, que está a punto de entrar en el grupo de las diez mayores de Europa.

¿Quién es Ismael Clemente? preguntaban hace tres años varios asistentes a un foro inmobiliario en Madrid. Algunos sabían que era un exejecutivo del Deutsche Bank y propietario de una gestora inmobiliaria llamada Magic Real Estate. Pero no se sabía mucho más. Hoy, a sus 46 años, aquel niño nacido en la localidad de Valencia de Mombuey (Badajoz), hijo de maestros, se ha convertido en el “nuevo rey del ladrillo” en su condición de presidente y consejero delegado de Merlin, la primera inmobiliaria de España, que está a punto de entrar en el grupo de las diez mayores de Europa.

En su entorno se le considera amigo de hacer amigos, empático y seductor. Su frase cumbre: “Tener éxito es llenar la iglesia en tu funeral”. A pesar de su fama de líder, es modesto y cordial. También es extremeño a tope, aunque lleva media vida en Madrid. Buen estudiante, hizo el Bachiller en un colegio de Villafranca de los Barros. Quiso ser piloto, pero su tutor le quitó la idea. “Me fascinaba ver volar aviones militares sobre mi pueblo constantemente”, suele recordar. Padre de familia numerosa, lo primero es cuidar de las personas de su hogar. Le tira el campo, y le gustan la naturaleza y la vela.

El colegio en el que estudió le encaminó al ICADE de Madrid, donde cursó, con una beca, Derecho y Económicas. Allí estaba su compañero de colegio Miguel Ollero, que es hoy su socio y director de Operaciones. Empezó a trabajar en el bufete Garrigues, donde conoció a la madre de sus seis hijos, la mayor de 16 y la pequeña de 4 años. Tuvo que abandonar el bufete porque en esa empresa son incompatibles los matrimonios trabajando en la misma plantilla. Se fue a Bankers Trust y luego Deustche Bank, donde estuvo 18 años en inversión inmobiliaria. En 2012 perdió el trabajo (la crisis no distingue) y montó la gestora inmobiliaria Magic Real Estate con sus compañeros de Deustche Bank. Como se ve, siempre le gustaron los nombres mágicos y volvió a utilizar otro cuando fundó Merlin Poperties, que en 2014 salía a bolsa como la mayor sociedad cotizada de inversión inmobiliaria (Socimi) española, con 1.020 activos inmobiliarios alquilados, 1,9 millones de metros cuadrados de superficie alquilable y un 94,5% de índice de ocupación de sus inmuebles.

El 21 de junio pasado, Clemente anunciaba la fusión Merlin-Metrovacesa para ser empresa líder del sector inmobiliario. Tras la operación, presidirá una empresa con más de 9.000 millones de euros en activos, y unas rentas brutas anuales de 450 millones de euros procedentes de alquileres de oficinas, pisos, centros comerciales y naves industriales. Habrá nacido un gigante del sector, cuando todavía hay muchas voces que no dan por acabada la crisis del ladrillo en España. Y esto ocurre en un país donde en 8 años han desaparecido, están en liquidación o hibernadas, grandes inmobiliarias como Martinsa-Fadesa, Vallehermoso, Reyal Urbis, Bami, Hábitat, Astroc, etcétera.

Clemente es una especie de “ejecutivo exprés”. Todo lo ha hecho en tiempo récord, en tres años, y con los mejores socios. Merlin tiene como accionistas a fondos e inversores internacionales de primer nivel como Black Rock, y en septiembre se le añadirán Banco Santander, BBVA y Popular tras la fusión de Merlin con Metrovacesa, que ahora es propiedad de esos tres bancos.

Buenos socios 

“No me considero el rey de nada, solo he levantado una empresa en un sector desmantelado. He visto una oportunidad donde otros no veían nada. Lo he hecho ganando la confianza de inversores internacionales y poniendo sentido común y experiencia profesional”, dice Clemente. Pero lo matiza rápido: “Si tienes formación y experiencia, tienes hecho la mitad del camino. Trabajé 18 años en el sector inmobiliario como gestor de inversiones para clientes. Sabía cómo hacerlo y encontré los socios internacionales. Tenía además dos socios y ejecutivos de primera, Miguel Ollero, amigo y compañero de la infancia y de ICADE, y David Brush, un ejecutivo internacional que fue mi jefe en Deutsche Bank. Eso facilitó mucho las cosas”, dice Clemente quitándose importancia. La misma importancia que se quita cuando habla del liderato que le da Metrovacesa en el sector, en España y Portugal. “Esta operación es una oportunidad que ha surgido sobre la marcha. Yo no la tenía en el radar, pero la oferta del Banco Santander nos permite multiplicar tamaño, con activos de primer nivel, y seguir creciendo. Yo no pienso en lideratos, ser la primera inmobiliaria de la península ibérica, un gran operador de centros comerciales, el primero en alquiler de oficinas. Eso de los lideratos me trae sin cuidado. Lo que me importa es una inversión sensata, una ocupación alta a largo plazo, con buenas rentas, un balance saneado y unos beneficios seguros para los accionistas”, apostilla Clemente.

La operación Metrovacesa es un bombazo en un sector con “urgencias corporativas”. Eso explica por qué Merlin ya compró la inmobiliaria Testa a Sacyr en junio de 2015, cuando la constructora vivía agobiada por sus necesidades de liquidez. La fusión de Merlin con Metrovacesa es una “sinergia mutua” para dar salida ordenada a los bancos como accionistas. Los bancos no están en Metrovacesa por afición, se quedaron la firma tras refinanciarla.

Santander (70% del capital de Metrovacesa), BBVA y Popular, tenían que dar salida a esta empresa, y han decidido subirla a un barco llamado Merlin. Esta empresa cotizada es un vehículo ideal para vender sus participaciones cuando la bolsa se calme y la economía se normalice. De paso, los bancos dejan de consumir cantidades ingentes de capital, para provisionar activos no bancarios, tal como les obliga la normativa regulatoria del Banco Central Europeo.

“El beneficio es mutuo, ya que los bancos están agobiados con el consumo de capital, y de este modo se alivian la presión. Además tienen una liquidez fácil a través de Merlin, que está en bolsa. Se pueden ir en dos años, cuando quieran”, remata Clemente.

Un gigante del ladrillo 

Merlin Properties fue montada por Ismael Clemente en apenas dos años, y hoy es una empresa cotizada en el selectivo Ibex 35. Tras la fusión con la histórica Metrovacesa, el consejo de administración de la empresa resultante tendrá quince consejeros: nueve por Merlin y Testa (filial de Merlin), tres por el Santander, uno por el BBVA y dos consejeros ejecutivos. La operación incluye maniobras complejas, emisiones de capital, segregaciones de filiales y canjes y valoración de activos para que el balance final sea equilibrado. La futura Merlin se desprenderá de activos residenciales y hoteleros y buscará nuevos nichos y oportunidades de negocio. 

La nueva Merlin es todo un emblema de lo que ha ocurrido durante 10 años con la burbuja del ladrillo. La película sería algo así como “todo se va al garete, pero hay milagros”. Ismael Clemente es un protagonista del film por haber vivido la crisis en primera persona. “En el año 2005 advertí en Deutsche Bank lo que venía, que había que liquidar toda la inversión inmobiliaria porque la especulación, el desmadre de precios y la sobrefinanciación iban a reventar, venía un estallido. Gracias a eso liquidamos todo lo que gestionábamos, fuimos honrados con la empresa… y cuando acabamos nos quedamos sin empleo en 2012”, recuerda ahora sin rencor. Clemente se buscó la vida para él y su equipo del banco. En noviembre de 2012 montó una gestora, Magic Real Estate, que tendría sus primeros clientes en el propio Deustche Bank y en inversores que ya conocía de su anterior etapa. Aquí vino a buscarle el fondo Blackstone, un gigante mundial, que le puso galones de gestor y le encargó varias operaciones. Desde ese balcón de consultor empezó a ver entierros y liquidaciones de empresas. Vio caer precios en picado y empezó a olfatear oportunidades de negocio para terceros y para él mismo. Su carrera como empresario comenzó en 2012, pero aún no sabía dónde iba a llegar. Pronto supo que llegaría lejos si arriesgaba y buscaba financiación en un mundo inundado de ella. “El mundo está lleno de fondos de inversión buscando rentabilidad en todo el globo. Solo hay que ofrecer proyectos sensatos, precios asequibles y rentabilidades atractivas. España, tras la burbuja, se ajustó al máximo y se puso en precio. Era la hora de las oportunidades”, recuerda Ismael.

Fue de los primeros en hablar del chollo que era España, tras el tsunami inmobiliario que había hundido los precios un 50% o un 60%. Clemente advertía en el año 2013 a sus colegas sobre las bandadas de inversores que aterrizaban por Barajas todos los días a comprar “ladrillo español”. Alguna prensa de entonces decía: “bandas de fondos buitres extranjeros sobrevuelan el ladrillo en España”. Pero lo cierto es que España estaba de moda, mientras algún colega inmobiliario pensaba que Clemente exageraba con su tesis de un mercado lleno de oportunidades. La duda estaba justificada, porque no había signos claros de recuperación económica en España. De hecho no hubo brotes verdes de recuperación hasta el año 2014.

Anticipación

Ismael Clemente, antes y después de la crisis, supo moverse y anticiparse a los cambios: “España pasó de crisis a oportunidad en unos pocos años. Si algo sé es analizar los ciclos y adelantarme a los cambios. En ese mercado, el listo compra el primero, los buenos activos, a buen precio. Cuando todos compran, ya no hay gangas”, suele decir para explicar el proceso.

Clemente hablaba ya a mediados de 2013 con fondos internacionales, recibía a ejecutivos de medio mundo y trataba con inversores bajo el lema de que “el ladrillo español está muy barato”. Entonces Clemente tenía una gestora de activos inmobiliarios llamada Magic Real Estate. Esa empresa solo era una plataforma para sobrevivir y esperar la oportunidad de “montar algo, real, con una plantilla de empleados”, una apuesta de futuro y a largo plazo. Nadie sospechaba, ni de lejos, que Ismael iba a dar el salto que dio ni que iba a protagonizar el mayor éxito de gestión en un sector tan denostado como el inmobiliario. Cuando algún malvado le dice en broma que es “el Bañuelos bueno”, Ismael Clemente se suele enfadar mucho, porque su modelo de gestión es justo la antítesis de Enrique Bañuelos, inventor de una inmobiliaria valenciana llamada Astroc, que en mitad de la burbuja fue como un cohete en bolsa, pero que luego explotó y arruinó a varias decenas de miles de ahorradores. Clemente no quería ningún cohete especulativo, lo que deseaba, según relata, era empezar la casa por los cimientos: levantar un gigante inmobiliario con dinero de fondos internacionales de primera fila, y a continuación sacarla a bolsa (29 de julio de 2014). El valor llegaba en diciembre de 2015 al selectivo Ibex, en solo año y medio de cotización.

Por el camino Clemente ha absorbido la inmobiliaria patrimonial Testa, propiedad del grupo Sacyr. La compró en junio de 2015, en una operación que ya está digerida. “Testa es una grandísima patrimonial que complementaba nuestro crecimiento”, dice Ismael. Le costó 1.800 millones de euros, y la suma de las dos gestiona ya más de 5.000 millones de euros en activos, con unas rentas de cerca de 260 millones anuales. De golpe convirtió a Merlin en la mayor Socimi de España.

Ismael Clemente es hoy reconocido en el mercado como un valor en alza, aunque él no se ve como un triunfador. “Lo único que he hecho es convencer a los fondos internacionales para invertir en España. Ni soy millonario, ni he dado un pelotazo. Soy un ejecutivo rodeado de un equipo de primer nivel”, afirma. Tras el pinchazo de la burbuja, este empresario extremeño es una referencia en el mercado, tanto en su papel de gestor como en el de inversor. A él, y a varias socimis, se debe la vuelta de la confianza del ahorrador español hacia el ladrillo.

Ismael Clemente cree que “la crisis inmobiliaria ha pasado”. Para él “la crisis, técnicamente, se ha terminado, aunque puede haber coletazos”. Para el futuro espera que todo el mundo haya aprendido algo. Para empezar, que sobran “pelotaris” y especuladores porque “hacer empresas es algo serio y profesional que requiere prudencia y oficio”. Su objetivo ahora es acostumbrarse a ser muy grande como empresa y estar en el exigente radar inversor de los fondos de pensiones del mundo entero. 

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