Errejón el derrotado

23 / 02 / 2017 Clara Pinar
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Sacaba las mejores notas, era el capo del ajedrez y tuvo novias cuando sus amigos aún no. Íñigo Errejón ha perdido su buena estrella en Vistalegre y ha quedado a merced de Pablo Iglesias.

Conoció a Pablo Iglesias cuando empezó Políticas en la Complutense de Madrid. En la imagen, en Manchester en 2003

A Íñigo Errejón nunca le ha gustado perder ni a las chapas. O al ajedrez, el juego del que su colegio organizó torneos durante años. Errejón ganó curso tras curso, excepto uno, en el que el trofeo se lo llevó uno de sus mejores amigos. Su táctica para lograrlo consistió en, como permiten las normas, obligarle a mover una pieza que ya había tocado, que fue el detonante para terminar perdiendo la partida. Lejos de asumir su derrota por juego sucio, convenció al tercer finalista para fotografiarse con el ganador, pero de espaldas a la cámara. Durante mucho tiempo, el amigo ganador escondió el trofeo cada vez que Errejón iba a su casa.

El ejemplo del ajedrez da muestra de cómo debe de sentirse Errejón tras su derrota en la segunda Asamblea Ciudadana de Podemos. No solo por la contundencia de los resultados –Iglesias le ganó en la elección al Consejo Ciudadano Estatal con un 60% frente al 37%, venció con contundencia en todos los documentos y solo hay dos errejonistas, él y Rita Maestre, entre los diez primeros de los 62 miembros de la dirección–. En términos generales, vitales, el resultado supone un revés para alguien acostumbrado desde niño a ser el mejor. Al menos en casi todo. “Para actividades motoras, regular” y “tuvo que hacer como 60 clases prácticas del carnet de conducir”, recuerda un amigo de la infancia. Por lo demás, Errejón solía sacar las mejores notas del curso, tanto en el colegio y como en el instituto, ambos públicos y situados a no demasiada distancia el uno del otro en la localidad madrileña de Pozuelo. Errejón, Eneko de toda la vida para los amigos, se picaba con los demás por las mejores calificaciones. Quería ser el primero, algo que no parece compatible con el tercer lugar, por detrás de Iglesias y de Pablo Echenique, y encaja difícilmente con la visión del éxito que desde el colegio le llevaba a competir con sus propios amigos.

“Estoy enormemente orgulloso del trabajo realizado”. Así definía sus sentimientos horas después de conocerse los resultados de Vistalegre II una persona que, de acuerdo con los recuerdos de amigos íntimos y compañeros de lucha política, desde pequeño ha estado poco acostumbrado a perder, muy habituado a gustar y que es un líder natural, tal y como lo ven tanto afines como no afines en Podemos.

Errejón nació hace 33 años en el seno de una familia sin problemas económicos. Mayor de dos hermanos, su padre ha sido alto funcionario de la administración desde tiempos de la UCD. Ha tenido puestos de responsabilidad con todos los Gobiernos y hoy es director de la división de Políticas Ambientales en el departamento de Evaluación de la Agencia Estatal de Evaluación y Calidad, dependiente de Hacienda. Su madre, bióloga recién jubilada, fue quien, tras la separación, se quedó al cuidado de los dos hijos en el piso de Pozuelo en el que la familia había dado un cambio de aires después de mudarse, cuando Errejón era aún pequeño, desde la céntrica plaza de los Cubos de Madrid, prácticamente enfrente de la sede de Podemos.

La casa familiar de Pozuelo dista mucho de las lujosas urbanizaciones de la localidad con el PIB más elevado de España. Es un piso en una urbanización que ya en los años 90 tenía piscina y jardín. Allí, Errejón y sus amigos pasaron muchas horas jugando al rol de Star Wars, donde él siempre se pedía ser el máster, es decir, el que narra y define el escenario en el que se moverán el resto de personajes o las consecuencias de sus actos. Así se pasaban los veranos hasta que llegó la edad de viajar. Errejón lo hizo por encima de la media de los chavales de su edad. Algunas veces a trabajar, como el verano de sus 18 años, que se pasó en Londres en una pizzería de Covent Garden; otras a estudiar inglés, como otro verano en Dublín; y otras, en el verano de  2003, a hacer un Interrail por Italia, adonde volvería en 2005 a una universidad de verano. Fue uno de los miles de jóvenes españoles que disfrutó de una beca Erasmus, en Utrecht (Holanda), donde compartió vida y piso típicos erasmus con Jorge Moruno, que empezó en Podemos escribiendo los discursos a Iglesias hasta que pasó a trabajar con Errejón en la Secretaría Política y ser uno de sus escuderos en Vistalegre II.

A pesar de que tuvo sus dudas para entrar en Podemos –mucho antes, en 2006, estando ya en América Latina trabando su tesis, confesaba a un amigo que no creía que su futuro político estuviera en España–, al final desembarcó con gran parte de su entorno. Además de Moruno, su hermano Guillermo, dos años menor que él, formó parte de la lista oficial para la dirección de Podemos en el País Vasco, que encabezaron los errejonistas Nagua Alba y Eduardo Maura. Su madre es miembro del Círculo de Villalba y se ha ganado el reconocimiento interno por su ferviente reivindicación del papel de las “mujeres mayores” como ella. Uno de sus mejores amigos, Alberto Oliver, está a punto de recoger su acta en la Asamblea de Madrid por dimisión de una diputada.

Estudiante de sobresaliente pero también revoltoso y hablador, Errejón guarda en la memoria con cariño los centros donde estudió. El año pasado dio el discurso en la graduación de los alumnos de 2º de ESO a la que el instituto todos los años invita a algún exalumno que haya destacado en algún campo. Tras unas primeras dudas sobre si no sería significarse al invitar al número dos de Podemos, se llegó a la conclusión de que Errejón es, de momento, el alumno más célebre que ha pasado por el Camilo José Cela. “Que yo sepa, el único diputado”, apunta el director, Ángel Romero, a quien pidió nada más llegar dar un paseo para ver las aulas. Fue una “visita relámpago” en plena campaña electoral para el 26-J, en la que, una vez en el gimnasio delante de los chicos, les animó a “apasionarse con la posibilidad de marcar la diferencia”. En los mismos pasillos pero años antes, Errejón estuvo más bien apasionado por la justicia en el mundo. Eran los tiempos en los que los “aprendices de skinheads” pululaban también por su instituto y en una ocasión pegaron a un alumno que había defendido ante ellos a un compañero negro. “Esto no puede quedar impune”, recuerda uno de sus mejores amigos que le dijo. El ataque antiskin consistió en empapelar el instituto con carteles acusando a los agresores, que salió bien porque en lugar de con otra agresión –a ellos– se saldó con la petición de los acusados de que, por favor, los retirasen. “Nos podían haber zurrado, pero Errejón no se mete en una pelea si no sabe que va a ganar”, decía este amigo dos días antes de que se consume su derrota ante Iglesias. En el instituto empezó a tener sus primeras novias, o por lo menos relaciones de meses que sus amigos no conocían y consideraban una eternidad.

También para entonces sabía que quería estudiar Ciencias Políticas. Tras un breve paso por los boyscouts de Aravaca –“me gustaba hacer fuego, soy muy pesado con eso”, declaró hace tiempo–, las manifestaciones a las que le llevaron sus padres de pequeño, a las que arrastró a sus amigos pijos de Pozuelo, o los domingos buscando libros en el Rastro conformaron una vena activista que, antes de llegar a la Complutense, le llevó a formar parte de Corriente 1984, una asamblea de barrio formada por una treintena de vecinos de Aravaca y Pozuelo que tomó su nombre del libro de George Orwell y que con una ideología de “democracia radical”, en la rama de la “izquierda más alternativa que luego terminó en el 15-M”
 se reunían una vez a la semana para organizar acciones como pedir la retirada de una línea de alta tensión, una biblioteca municipal o la separación de Pozuelo y Aravaca y la integración de este territorio a Madrid. Un compañero de entonces, hoy de Anticapitalistas, cree que Errejón “ha evolucionado más, en el sentido de que se ha alejado de las formas que defendía entonces”. Se ha “moderado”, apuntaba antes de que cerraran las urnas de Vistalegre II. Y “en Podemos, la moderación se castiga” advertía. 

Su paso por Corriente 1984 casi coincide con su llegada a la facultad de Políticas, donde años después se fundaría Podemos. Hizo nuevos amigos, entre ellos Pablo Iglesias, y con ellos fundó la asociación Contrapoder, desde donde participó en el boicot a la visita de Rosa Díez o se disfrazó de preso de Guantánamo cuando el exministro de Exteriores Josep Piqué fue a dar una conferencia en pleno escándalo por los vuelos de la CIA. Contrapoder hoy está de capa caída, pero en la década del 2000 tuvo una influencia nada despreciable, no siempre para bien, según otros alumnos que creían que quienes estaban fuera también lo estaban del favor de ciertos profesores y de las becas. De algunas se benefició Errejón, que para su tesis sobre el Gobierno de Evo Morales en Bolivia vivió en este país y en Los Ángeles, adonde viajó en busca de un profesor que consideraba imprescindible para concluir su trabajo y donde se matriculó en la Universidad de California Los Ángeles (UCLA). También obtuvo una beca que le concedió su amigo Alberto Montero, también en Podemos, en la Universidad de Málaga que le valió la inhabilitación como investigador por no haber estado en Málaga y haberla compaginado con un sueldo en el partido.

Este último episodio era hasta ahora uno de los tachones de una carrera política a la que desde su llegada a Podemos estaba llamado Errejón. Ahora su enfrentamiento y derrota ante Iglesias le ha dejado al margen. Se ha resistido a dejar sus cargos y no le quedó más remedio que ponerse “a la orden” de los ganadores. Su suerte está echada y ya no es el máster en una partida de rol.

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