Entre la inocuidad y la desconfianza

07 / 07 / 2017 Agustín Valladolid
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Las encuestas reflejan las dudas que despiertan los partidos de izquierda en su teórico electorado.

Iglesias y Sánchez tras una reunión en el Congreso en 2016. Foto: J. Soriano/GETTY

Las encuestas políticas son la fotografía de un instante. Al menos la letra gorda, sus conclusiones principales, que unos y otros utilizan a conveniencia. Los expertos demoscópicos siempre hacen hincapié en que lo importante no es una alteración más o menos puntual de los resultados, sino la tendencia que señala la sucesión de sondeos, la otra letra, la pequeña, la que rastrea e identifica las razones de ascensos y retrocesos.

En los últimos días se han publicado varios sondeos que llevan el sello de empresas demoscópicas solventes. Se trata por tanto de estudios a tener en cuenta, pero que cada cual sesga en función de sus intereses. No voy a entrar en esa pelea. En el presente momento político, casi todo es susceptible de transmutar aceleradamente. Sí me interesa lo que no aparece en los titulares, aquellos datos cuya complejidad no es fácil de traducir en frases más o menos concluyentes, pero que indican un estado de ánimo que acaba empujando al ciudadano-elector en una u otra dirección.

Es en esta clave en la que, con cautela y analizando con neutralidad los cruces de información, sí se pueden extraer algunas conclusiones de interés. De hecho, es en este nivel en el que los partidos estudian a fondo el comportamiento del censo y toman decisiones que afectan al discurso y a la estrategia. Y los últimos sondeos publicados desvelan significativas tomas de posición ciudadana que van a incidir, sin duda en el corto plazo, en esas estrategias.

Hay una primera conclusión que se extrae de una lectura sosegada de los estudios de opinión realizados en la última semana de junio: la creciente volatilidad del voto de izquierdas, acrecentada tras las primarias socialistas y la moción de censura de Podemos; niveles de inseguridad desconocidos la hora de elegir a qué carta quedarse; dudas que se transforman en potenciales vasos comunicantes entre PSOE y Podemos y que aparecen reflejados en la encuesta de Metroscopia en forma de desconfianza ascendente.

Me estoy refiriendo al muy llamativo dato de este sondeo que indica el elevado rechazo de los votantes de PSOE y Podemos a la política que estos dos partidos llevan a cabo en el Parlamento. Ni más ni menos que el 41% de los que confiesan sus simpatías por el PSOE desaprueban la actuación de los socialistas en el Congreso de los Diputados; en el caso de Podemos, los críticos alcanzan el 34%. Estas impresiones, recuerden, se recogieron tras la victoria de Pedro Sánchez en las primarias y después de la moción de censura de Pablo Iglesias contra Mariano Rajoy.

Encuestas pre y post Sánchez

Pero no conviene confundirse. Ese 41% de antiguos votantes socialistas no están en el margen fronterizo del PSOE con Podemos. Están mayoritariamente al otro lado, más cerca de Ciudadanos. Y el 34% de los que no comparten la política de Iglesias no miran necesariamente hacia el PSOE. También los hay más radicales, sólidos candidatos a nutrir las filas de la futura abstención. No son buenas noticias para la izquierda. Lo que dibujan las encuestas en ese lado de la opinión pública es desconcierto, desasosiego ante un Podemos que crecientemente se percibe como una herramienta inocua, incapaz de acordar con terceros, de hacer política en serio, al menos a nivel nacional, y un PSOE desdibujado, al que no parece haberle sentado del todo bien el retorno de Sánchez, digan lo que digan sus escuderos más fieles. Y si no, compárese la encuesta del CIS conocida en mayo –con la Gestora y Javier Fernández al frente del partido–, en la que el PP solo le sacaba 1,3 puntos al PSOE (25,6% contra 24,3%) y con Podemos muy atrás (16,5%), con las publicadas esta última semana por El País  y El Confidencial, en las que las diferencias entre los dos grandes partidos, siempre a favor de los populares, se amplían a un 3,9% en la del diario de Prisa y un 5,9% en la de DYM realizada para el digital.

Es la radiografía que, hoy, hacen de la izquierda española sus votantes: desacuerdo, desorientación, escepticismo de cara al futuro. En el otro lado de la mediana, y a pesar de la corrupción, el centro-derecha evoluciona sin contratiempos, con escasa contestación interna (17% Partido Popular y 14% Ciudadanos), subidos en el cohete de una economía en crecimiento y dando la gradual impresión de ser la única alternativa frente el desbarajuste de los demás.

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