El PP resucita a Pedro Sánchez

26 / 05 / 2017 Agustín Valladolid
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La combinación mágica del nuevo secretario general del Partido Socialista, Pedro Sánchez: populismo, indolencia del adversario y corrupción.

Susana Díaz, Pedro Sánchez y Patxi López, la noche de las primarias socialistas. Foto: Juan Manuel Prats

Allá por la primera semana de noviembre del pasado año, solo un mes después del Comité Federal en el que Pedro Sánchez se vio obligado a renunciar, Guillermo Fernández Vara dijo algo que parecía anunciar el inicio del esperado proceso de desmontaje del en ese momento ya exsecretario general del PSOE. Dijo: “A Pedro Sánchez no lo echó nadie; dimitió porque perdió la votación en el Comité Federal y ahora está intentando reescribir la verdad”. Pero no hubo más. Mejor dicho: en contra de lo que se daba a entender, solo era una frase. Detrás de la sinceridad del presidente extremeño no había ninguna estrategia que rescatara los hechos para enfrentarlos con crudeza a la posverdad de Sánchez. Una nueva muestra de esa pusilanimidad en la que siempre han caído los socialistas cuando el objetivo a batir era uno de los suyos.

Sánchez no contaba con que le dieran otra oportunidad. Pero, contra toda prudencia, se la dieron. Nadie quiso detallar los pormenores del insólito engaño que perpetró utilizando a Felipe González e involucrando al Rey en una farsa que en otras latitudes, en esas en las que no se admite que se juegue con las cosas de comer, al autor le hubiera supuesto el repudio perpetuo; nadie quiso hacer sangre con los constantes cambios de opinión de su líder, ni con las reuniones secretas con Bildu, ni con las insensateces a última hora evitadas, como aquel día en el que el PSOE recibió en las urnas el mayor castigo de su historia reciente, 85 diputados, y el candidato quiso salir a decirles a los españoles que el resultado era espléndido, y que se sentía legitimado para formar Gobierno porque había una “mayoría de progreso”.

Reescribir la verdad

Para no ser acusado de respirar por la herida, ni de alevosía con el caído, nadie quiso asumir el papel de “desenmascarar al impostor”, como alguien ha escrito. Podía haber dado el paso Javier Fernández, pero la falta de inteligencia demostrada por Susana Díaz, manteniendo como portavoz de la gestora a Mario Jiménez, su jefe de filas en el Parlamento de Andalucía, lo hacía imposible. Porque la sospecha de manipulación habría volteado las revelaciones en contra de los inductores. Nadie quiso ni supo impedir que Pedro reescribiera la verdad, su verdad, y aquí lo tenemos de nuevo, subido en la ola de una militancia que ha votado con las tripas y ha decidido abrir en el partido una crisis que nadie sabe si será posible revertir.

Adriana Lastra, diputada socialista y muy activa defensora de Sánchez, le decía a Carlos Alsina esta semana que los Fernández Vara, Ximo Puig, Javier Lambán o García-Page debían pedir perdón a la militancia: “O empiezan a representar bien a sus compañeros o van a dejar de hacerlo”. Se lo decía a quienes mejor han aguantado el tipo en sus territorios en las elecciones autonómicas, y no precisamente por seguir las consignas de la militancia, sino más bien por conectar con una mayoría de ciudadanos sin carné y asumir que su papel principal es el de defender lo mejor posible a toda la sociedad, no solo a una parte.

Delegados provinciales

Lo de Lastra es un buen ejemplo de lo que les espera a algunos cuando esos militantes que ponen por delante de los intereses del país sus filias y sus fobias, sobre todo sus fobias, vayan a reclamar lo suyo, eso tan español del quítate tú que ahora me toca a mí. De ahí que, a partir de este minuto, el mayor interés vaya a concentrarse en el resultado de las citas provinciales que decidirán los nombres del millar de delegados al XXXIX Congreso, cuya posición no va a ser necesariamente un reflejo de las opiniones de la militancia. Esta, la celebración de los congresos provinciales, va a ser la primera prueba de fuego de la recobrada vocación unitaria de Sánchez y el primer test sobre el nivel de resistencia ante la ola populista de los líderes regionales del Partido Socialista.

Pedro Sánchez ha resucitado, eso está claro. Gracias a la indolencia de sus oponentes, pero sin duda también por la impagable ayuda de un PP sepultado por una montaña de detritus que ha alimentado primero el “no es no” y luego el “sí es sí”. Y es que, en estos tiempos que corren, si el populismo es ya de por sí una fórmula eficaz, cuando se le añaden dosis extraordinarias de corrupción ajena se convierte en imbatible. ­­—

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