Luis Bárcenas

Ilustración: Luis Grañena

Origen humilde. Luis Bárcenas, el mismo hombre que esta semana desafió con su silencio a medio Congreso de los Diputados, entró en el PP en 1982 casi por casualidad. Su padre, director de una sucursal bancaria en Badajoz, autorizaba los préstamos del empresario Ángel Sanchís y cuando a este le fichó el PP como tesorero, le rogó que se lo llevase consigo. Estaba recién licenciado en Empresariales, con un traje más bien raído y muchos sueños. Pronto se acostumbró a Madrid y a sus nuevas amistades. Hasta rompió su matrimonio, ya con un hijo, para casarse de nuevo con Rosalía Iglesias, la mujer a la que ahora defiende contra viento, marea y jueces. 

El ascenso entre balances. Bárcenas fue haciéndose imprescindible para sus jefes y ascendiendo poco a poco en cada cambio de tesorero. Hasta que él mismo logró el puesto. Se encargaba de los pagos y los cobros, de gestionar todo el dinero con el que contaba Génova, 13. Campañas, actos... Fue ahí donde empezó a amasar la fortuna presuntamente ilegal que podría acumular fuera de España. Empezó a permitirse lujos: una casa en Baqueira, otra en Marbella. Un piso de lujo en Madrid. También viajes. Con el sobrino de Fraga llegó a ascender el Everest. Aseguraron incluso que habían abierto una ruta nueva, pero la federación les desmintió. Fue la primera de una larga ristra de mentiras que empezaban a tejer su biografía.

La caída judicial. Su imputación en el caso Gürtel en febrero de 2009 fue el inicio del fin. Tuvo que abandonar su cargo de senador y dimitió como tesorero. Poco a poco el apoyo del PP se fue difuminando y él contratacó con presuntas pruebas de la contabilidad B del partido. En 2013 ingresó en prisión. Ya fuera de la cárcel sigue inmerso en numerosos procesos judiciales. Serán los tribunales los que digan dónde debe estar y, sobre todo, quiénes le deben acompañar.