Josep Borrell

19 / 10 / 2017 Clara Pinar [Ilustración: Luis Grañena]
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Exministro y expresidente del Parlamento Europeo

El Pepito Grillo de todas las partes del procés

Ilustración: Luis Grañena

Segunda acometida. Hace un año, Josep Borrell volvió a la primera línea. En plena rebelión de los barones contra Pedro Sánchez, se situó junto al secretario general, lo que no impidió que en uno de los momentos más tensos del Comité Federal que terminó con la dimisión de Sánchez se enfrentara a su bando porque no era de recibo votar en una urna secreta, escondida tras una mampara. “Así no se pueden hacer las cosas”, dijo entonces el exministro de Obras Públicas. Esa frase podría resumir también parte de su discurso tras la manifestación en Barcelona del 8 de octubre, cuando se dirigió al Gobierno, al Govern, a los manifestantes y, veladamente, también a su partido, ausente oficialmente de la marcha.

Presencia frente a ausencia. Si el PSC no la secundó, él apareció junto a Xavier García Albiol o Albert Rivera y fue uno de los protagonistas. Reprochó a Carmen Forcadell que dé carnets de catalanidad, proclamó que el Derecho Internacional no está con el independentismo, llamó a rehacer una sociedad rota, afeó a los empresarios que no dejaran claro antes que se marcharían y a los que gritaban “Puigdemont a prisión” los aleccionó que la cárcel solo la dictan los jueces. Sánchez, que protagonizó un estruendoso silencio, finalmente le dio las gracias con un tuit. 

Eterno algo. Tras los sinsabores en política nacional –hostigado por el aparato, en 1999 renunció a ser candidato del PSOE–, floreció fuera. Presidió la Eurocámara y el Instituto Universitario Europeo de Florencia, que dejó a petición del consejo de administración de Abengoa, del que formó parte y por el que fue imputado y desimputado por falsear las cuentas. Por eso habría rechazado la presidencia del PSOE que le ofreció Sánchez. Eterno candidato tapado a todo, su intervención el 8-O volvió a situarle como posible mediador, pero no se ve como un “salvador de la patria” en la situación catalana, para la que él mismo rechaza una mediación.

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