El penúltimo cartucho

25 / 07 / 2014 Antonio Fernández
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La reunión de Mariano Rajoy y Artur Mas el día 30 puede ser la última oportunidad para evitar un choque de consecuencias impredecibles entre Cataluña y el resto de España.

Gobierno central y Gobierno catalán estudian detalladamente cómo lograr “puntos de encuentro” en su penúltimo intento de evitar el encontronazo de legitimidades previsto para el próximo 9 de noviembre, la fecha fetiche de Artur Mas: el día elegido para realizar el referéndum soberanista que debería decidir si los catalanes quieren o no formar un Estado independiente al margen de España. Mariano Rajoy y Artur Mas afrontan la reunión del próximo miércoles 30 de julio con puntos de partida casi opuestos, pero conscientes de que, si dejan que la tensión aumente, el desgaste puede ser importante para ambos. Los nacionalistas catalanes están empeñados en que Madrid les deje celebrar la consulta, pero en Moncloa no quieren ni oír hablar de ello. Es el principal escollo. De la diplomacia de las próximas semanas depende que se acabe produciendo o no ese choque de trenes que tanto temen algunos. ¿Hay margen de maniobra? Para algunos, sí. Para otros, la situación puede empeorar con el atrincheramiento de todos los contendientes después del 9-N. Pero no cabe duda de que se abre un periodo decisivo para determinar qué va a pasar con el llamado problema catalán.

“Artur Mas solo vive para el referéndum. Durante las últimas semanas, ha movilizado a los integrantes del Pacto por el Derecho a Decidir y al Consejo Asesor para la Transición Nacional (CATN), que le acaba de entregar una nueva remesa de cinco informes y tiene ultimado alguno más. No ha parado ni un momento, siempre en la misma dirección, mientras con la boca pequeña pedía negociar con Rajoy”, señala quejosa una fuente cercana al Gobierno central.

Lo cierto es que las posturas de Madrid y de Barcelona están muy alejadas y hace falta una gran dosis de generosidad y de habilidad para superar la coyuntura. “Rajoy accedió a ver a Mas debido a la presión ambiental, especialmente de empresarios y de gente cualificada. Lo que pedían al presidente del Gobierno español es que se escenificase que puede haber diálogo entre las dos partes”, añade la misma fuente. Se queja, sin embargo, de que “Artur Mas basa su postura en pedir la consulta sí o sí, lo que puede hacer desvanecer toda posibilidad de pacto. Ningún acuerdo va a ser posible con esas premisas, porque hay líneas rojas, como el propio referéndum, que no se puede llevar a cabo porque es ilegal”.

Desde Barcelona, se alude al “compromiso electoral” de CiU y de los partidos a favor del referéndum: ERC, ICV y la CUP. “Los cuatro llevábamos en nuestros programas electorales el compromiso de celebrar el referéndum y eso es irrenunciable. Siempre hemos tenido voluntad de diálogo y seguiremos así. Pero pedimos a Rajoy que respete nuestro compromiso electoral con una mayoría absoluta de catalanes que quieren ser consultados”, comenta a este semanario un miembro de la cúpula de Convergència Democràtica de Catalunya (CDC).

Voluntad de diálogo.

La “voluntad de diálogo” a la que alude implica que no haya temas tabúes entre Madrid y Barcelona. “Se deben abordar los temas más importantes que tenemos encima de la mesa. Y uno de ellos, el más importante, es el de la consulta. ¿Cómo no vamos a planteárselo a Rajoy?”, subraya un alto cargo del Gobierno catalán que prefiere guardar el anonimato.

Los representantes del Ejecutivo central tienen ya esbozado un esquema de puntos que pueden llegar a poner de acuerdo, de nuevo, a CiU y PP. Entre otros, la reforma de la financiación de Cataluña, que incluso los populares catalanes consideran primordial. “El ministro Cristóbal Montoro ya planteó hace poco la posibilidad de tocar la financiación y esa es una carta que está ahí. Pero hay otras cuestiones que podemos abordar satisfactoriamente”, señalan fuentes del Gobierno central.

Entre esas otras cuestiones, está la búsqueda de un consenso para determinadas reformas que quiere plantear Rajoy. O el acuerdo en temas políticos y de regeneración democrática. “Son escenarios donde nos podemos entender sin problemas”, enfatizan las mismas fuentes. Y son también una moneda de cambio que pretende que los nacionalistas aparquen el tema del referéndum en favor de una postura más pragmática que pueda permitir un margen de maniobra a CiU y hacer que Artur Mas no vuelva a Barcelona con las manos vacías. Al margen, claro, se pueden plantear cuestiones como la lucha contra el paro, las ayudas a las pymes, a los autónomos y a las familias, aunque estas cuestiones no forman parte de la base sustancial del encuentro.

Desde Cataluña, la búsqueda de puntos de encuentro se valora de manera positiva. “Lo que debe entender Rajoy es que la consulta es irrenunciable y es preciso buscar la manera de permitir que el pueblo catalán vote. Luego, no tendremos ningún problema en alcanzar acuerdos en las demás cuestiones, especialmente en una reforma de la financiación que hemos reivindicado hasta la saciedad. Pero al margen de la consulta, cualquier mejora es bienvenida, porque sería de tontos no aprovecharla si se pone encima de la mesa”, admiten en CiU.

En la hoja de ruta política para los próximos meses –advierten en Madrid– existe un peligro: el empeño en “hacer un referéndum ilegal, si Artur Mas se empecina en esa cuestión, se bloqueará todo lo demás”. En caso de que haya una flexibilidad, “se pueden plantear cosas tanto para antes del 9 de noviembre como para después”.

Choque de líneas rojas.

En cambio, el núcleo duro del nacionalismo afirma que “no se puede sustituir la voluntad de un pueblo. La gente de Cataluña votó en las últimas elecciones a unas opciones concretas que llevaban el compromiso de una consulta en esta legislatura. Y eso se le ha dicho a Rajoy por activa y por pasiva. Si desde el Estado se plantea una pregunta de consenso, no tenemos inconveniente en ponerla al lado de las preguntas que la mayoría de las formaciones catalanes ya hemos pactado. Pero no podemos borrar ahora de un plumazo ese acuerdo al que hemos llegado con los restantes partidos”, aseguran desde la cúpula de CiU. O sea, otra línea roja sobre la mesa: la irrenunciable pregunta del referéndum. Lo malo es que las líneas rojas de un lado y del otro son incompatibles entre sí.

Desde el propio Gobierno catalán se asegura que “el presidente Artur Mas es depositario de los compromisos y acuerdos con el pueblo de Cataluña. Tiene un mandato claro: hay un pacto de los partidos políticos catalanes que debe ser respetado. Y por eso lo que hace es plantear cosas serias que tienen grandes avales democráticos detrás. Pero desde otros ámbitos son especialistas en lanzar globos sonda”. No lo dice un cualquiera, sino el portavoz del Gobierno y consejero de Presidencia, Francesc Homs, refiriéndose a los condicionantes que desde el Ejecutivo central se van poniendo sobre la mesa.

Presiones de ERC.

Los socios de CiU en el Gobierno catalán, no obstante, presionan a los nacionalistas para que no se aparten de la hoja de ruta y que Mas acabe convocando el referéndum. Porque ERC no quiere ni oír hablar de que Mas escuche a Rajoy y pueda llegar a un entendimiento. “Si eso pasa, es que nos ha traicionado”, asegura una fuente republicana a este semanario.

Los republicanos han interpelado ya a Homs y en sus planteamientos dejan claro que “el plan único es hacer la consulta del 9 de noviembre y tenemos que ponderarlo ofreciendo toda la información necesaria a la ciudadanía que impulsa el proceso”.

El diputado de ERC Pere Aragonès le reclama al Gobierno de la Generalitat un Libro Blanco que recoja el calendario del proceso, basado en las recomendaciones de los informes del CATN. Para el dirigente republicano, “el proceso será un éxito si podemos garantizar la seguridad jurídica en todo momento”. Y exige a Homs llevar a cabo “a corto plazo las actuaciones para garantizar la celebración de la consulta y gestionar los resultados”.

Esquerra es el principal apoyo que tienen los convergentes en estos momentos, ya que sus votos son esenciales para poder gobernar (CiU tiene 50 diputados y ERC, 21, cuando la mayoría absoluta se sitúa en 68 escaños). Y las relaciones de Artur Mas con el presidente de ERC, Oriol Junqueras, son excelentes. Pero es aún una incógnita si Esquerra accedería finalmente a entrar en el Gobierno de la Generalitat para compartir el desgaste –enorme– de CiU.

Fuentes republicanas admiten que si hay un compromiso de “ir a por todas y convocar el referéndum”, esa posibilidad está cercana. Es cierto que las bases de la formación de Junqueras no están muy por la labor de entrar en el Ejecutivo, pero si es absolutamente necesario para garantizar la celebración de la consulta, no se opondrían.

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