El Pablo de Rajoy

26 / 01 / 2015 Cristina de la Hoz / Fotos: Paco Llata
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Pablo Casado es la cara del cambio en el PP para contrarrestar la renovación generacional que se ha producido en el resto de los partidos de la oposición. 

Si a los 14 años lees Camino de servidumbre del Nobel de Economía Friedrich Hayek en un austero internado inglés y en su lengua original, lo menos que puede pasar es que a punto de cumplir los 34 te conviertas en el nuevo rostro del centroderecha español con el objetivo de dar réplica a esa nueva hornada de políticos que ha jubilado a sus mayores. Él no le ha levantado la voz a la generación que le antecede, ni mucho menos, pero Pablo Casado se ha hecho un hueco en Génova, desde donde le auguran un prometedor destino. De aquella extemporánea pero ilustrativa lectura –“no voy a decir que me resultara excitante, porque era denso”, admite– salió su fascinación por la ideología liberal.

La altura de sus controversias con algunos compañeros de tertulia televisiva no está al alcance de cualquiera. El socialista Antonio Miguel Carmona, candidato del PSOE al Ayuntamiento de Madrid, le “acusa” de ser de la “escuela austriaca” –algo así como una especie de “anarcocapitalista”– y él replica reprochándole su “keynesianismo”, para que luego digan que nuestros políticos no tienen nivel.

No se puede encontrar, sin embargo, en Casado ni un ápice de pedantería. De hecho, parece algo sobrepasado por la expectación que ha generado su nombramiento como portavoz del Comité Electoral del PP. Este palentino nacido el 1 de febrero de 1981, quinto hijo de seis hermanos de una familia de médicos, se declara, sobre todo, disciplinado y leal, el violín de una orquesta “que intenta no desafinar, que sigue una partitura ya escrita y una batuta que lo está haciendo muy bien”, en alusión a Mariano Rajoy.

Si hay algo que distingue la trayectoria de Pablo Casado es su inicial adscripción a las filas de la ahora vieja, y crítica, guardia popular. Entró en política de la mano de Alfredo Prada, actual responsable del PP en el exterior, cuando era consejero de la Comunidad de Madrid bajo la presidencia de Esperanza Aguirre. Casado estudiaba Derecho y Dirección de Empresas en la capital y organizaba debates y tertulias en su colegio mayor. Este es uno de los puntos de su biografía política que más ha tenido que corregir. Muchos medios le vincularon al “proscrito” Francisco Granados. Nada que ver. Para deshacer el entuerto ha echado mano de Twitter y enviado mensajes directos a periodistas. Incluso ha conseguido que una web tan irreverente y dura con el PP como Los genoveses haya rectificado.

Aguirre se fija en ese joven abogado y economista que sigue a Prada. Un cachorro liberal que le genera tal fascinación que no solo le afilia al partido, ya con 23 años, sino que con 24 le hace presidente de Nuevas Generaciones de Madrid, cargo que ostentaría entre 2005 y 2013. Además, en 2007 le mete en la lista a la Asamblea de Madrid y en 2008 le coloca en la de las generales al Congreso de los Diputados, aunque no sale elegido. Además, comparten su admiración por Churchill, Thatcher y Reagan, también por Aznar. Casado ha incluido a su lista de admirados al mismísimo Mariano Rajoy. Posiblemente eso le distinga de su mecenas política.

La circunspección de Rajoy.

Pero su primer paso real hacia el estrellato político y mediático no se produce hasta 2009, cuando interviene en la clausura del XIV Congreso Regional del PP de Madrid. “Desde Camboya hasta La Habana, desde Siberia a Angola, el socialismo ha demostrado que no crea nunca bienestar”, “los de izquierdas son unos carcas”, “no se puede estar todo el día con las guerras del abuelo, con las fosas de no sé quién”, “nosotros no idolatramos a asesinos como el Che Guevara” son algunas de las perlas que va dejando caer. Aguirre y Granados, en primera fila, aplauden a rabiar, pero Rajoy sonríe circunspecto. Su discurso genera rechazo en la nueva dirección popular, hasta el punto de que durante mucho tiempo se bloqueó la posibilidad de que se hiciera con la presidencia de las Nuevas Generaciones de España en sustitución de Nacho Uriarte.

Palabras muy duras contra una izquierda en la que militó su abuelo materno, Hernán Blanco Ramos, médico, cuya afiliación a la UGT e intento de resistencia al golpe de Estado franquista le llevaron a la cárcel en 1936 con una condena de 30 años de la que acabó cumpliendo seis. Casado apenas le recuerda, pero si dice haber sacado una lección de su abuelo es “la de la generosidad, no pedir revanchas, no tener odios ni rencores”, y eso que nunca pudo volver a ejercer la medicina pública.

En cambio, hubo otra persona más a la que sí le gustó el tono del discurso del presidente de las Nuevas Generaciones madrileñas. Se trataba de José María Aznar, que por aquel entonces necesitaba sustituir como director de gabinete en FAES a Pablo Arias, de camino a Bruselas como eurodiputado. Casado acaba fichando por el expresidente del Gobierno, con quien mantiene una buena relación. Tal es así que el propio Aznar se encarga, de cara a las elecciones generales de 2011, de asegurarle un puesto de salida en las listas. Para ello, echa mano de su padrino político, el abulense Feliciano Blázquez, que le coloca de número dos en la candidatura de Ávila.

Casado se reúne de vez en cuando con algunos de los que han sido ayudantes personales del exlíder del PP. La última vez fue estas navidades. El grupo lo forman Alejandro Agag, Antonio López Istúriz, Pablo Arias y él, y es que haber estado tan cerca de Aznar –Agag, de hecho es su yerno– debe marcar mucho.

El mismo año que va a trabajar a FAES se casa con la psicóloga ilicitana Isabel Torres, hija de los propietarios del grupo hotelero Huerto del Cura. La boda es un acontecimiento en Elche, a donde acuden tanto Aznar como Aguirre. Tres años más tarde, en 2012, viene al mundo su hija Paloma. En marzo del año pasado nace Pablo, prematuro, con apenas 700 gramos de peso. “Mis circunstancias personales de la última etapa hacen que, en cuanto puedo, mi cabeza y mi dedicación estén en casa”, explica mientras se abriga por las calles del Madrid gélido. No se puede permitir el lujo de llevar ni un solo virus a su domicilio.

Una vez en el Congreso, el entonces portavoz parlamentario, Alfonso Alonso, le nombra portavoz adjunto en la Comisión de Asuntos Exteriores. Comienza una relación más directa con el actual PP, que le encarga la comunicación on line y le lanza al mundo de las tertulias, para acabar, de la mano de María Dolores de Cospedal y de Carlos Floriano, de portavoz del Comité Electoral.

Mientras tanto, Casado no abandona su formación académica, principio inculcado desde pequeño por su madre, profesora universitaria de Filología, y por un padre, médico, con tres oposiciones encima. Del joven político han dicho que tiene un currículo de laboratorio obsesivo por coleccionar universidades, muchas de renombre como las de Harvard, Georgetown o la Johns Hopkins. Para esta última está desarrollando un programa, no remunerado, de política atlántica, arrancando horas a los fines de semana y a las vacaciones. En todo caso, un puesto laboral asegurado si deja la política. “No soy rico de casa, no tengo una oposición, y por tanto, lo que hago es tener una dedicación académica que luego me dé una mayor competitividad en el currículum”. ¿Por qué? “Pues porque no quiero depender de esto (la política) para seguir pagando la hipoteca si los electores deciden que ya no soy útil”.

La estancia en el internado inglés, donde eligió de asignatura extraescolar Taller de Servicio Público y le obligaban a leer a Hayek, le allanó el camino con el idioma. Más tarde pasó a dominar el francés. Pero no solo. Tiene cinco años de solfeo, tres de guitarra y uno de violonchelo. Por eso compara su papel en la política con el del violinista que no desea el puesto del que lleva la batuta, aunque pudiera.

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