El médico que salvó a Rafa Nadal

10 / 12 / 2010 0:00 ÁLVARO NIETO [email protected]
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Eduardo Anitua y su revolucionaria técnica para regenerar tejidos tienen buena parte de culpa de que el mejor tenista del mundo haya dejado atrás sus problemas de rodilla y culmine 2010 como uno de sus mejores años.

Un español no gana el premio Nobel de Medicina desde el año 1959, pero si algún día alguien nacido en nuestro país es elegido para convertirse en sucesor de Santiago Ramón y Cajal y de Severo Ochoa quizás ese sea el cirujano Eduardo Anitua (Vitoria, 1956), quien ha desarrollado una revolucionaria técnica que permite regenerar tejidos y que, entre otras muchas aplicaciones, es la causa por la cual el tenista Rafa Nadal ha dejado atrás los terribles dolores de rodilla que le martirizaron durante el año 2009 y ha vuelto a ser el que era.

Anitua en realidad es dentista, pero su olfato investigador le ha llevado a descubrir un importante avance que ya se aplica con éxito en la medicina deportiva al más alto nivel, desde Nadal al golfista Tiger Woods, pasando por futbolistas como Ronaldo, Xavi, Navas o Yeste, jugadores de baloncesto como José Manuel Calderón o Raúl López y ciclistas como Joseba Beloki o Samuel Sánchez.

El doctor Anitua siempre ha sido un inconformista, por eso no es de extrañar que hace 15 años no cejara en su empeño por buscar una solución a algo que por entonces no la tenía. Él, especialista en colocar implantes dentales, quería ponérselos también a sus pacientes mayores que ya no tenían suficiente masa ósea como para poder atornillar en sus encías uno de esos pequeños artilugios que les permitiesen masticar.

Por eso se puso a investigar hasta que dio con la solución. Y el milagro vino del propio ser humano. Partiendo del trabajo realizado por varios bioquímicos estadounidenses, Anitua desarrolló una sencilla técnica para que la propia sangre del paciente se encargara de regenerar los huesos de la boca.

El método, denominado técnicamente PRGF-Endoret, parece hoy poco complejo: se extraen unos 40 centímetros cúbicos de sangre al paciente, se centrifuga el líquido durante ocho minutos, se separan los diversos componentes sanguíneos (plaquetas, leucocitos y hematíes) y, finalmente, la parte de la sangre que contiene más plaquetas (plasma rico en factores de crecimiento) se inyecta sobre el hueso que se quiere regenerar.

Más información en la revista Tiempo

El procedimiento fue un éxito y, gracias a él, Anitua le devolvió la dentadura a cientos de pacientes. Sin embargo, lo más extraordinario pasó al poco tiempo. Un amigo traumatólogo, Mikel Sánchez, acudió desesperado a la clínica dental de Anitua en busca de ayuda para un caso dramático: Petra, una paciente de 78 años, estaba a punto de perder una pierna por culpa de una diabetes. La amputación parecía inevitable, pero Anitua y Sánchez decidieron probar a inyectarle su propio plasma. Y al cabo de siete semanas la herida se cerró y Petra conservó la pierna.

Múltiples aplicaciones.

Anitua y Sánchez empezaron de inmediato a estudiar todo tipo de aplicaciones del PRGF-Endoret. Y lo que al principio sólo servía para poner implantes dentales acabó usándose para reducir drásticamente el tiempo de recuperación de las típicas lesiones de rodilla de todo tipo de deportistas. Pero aún hay más: la técnica también funciona para curar las úlceras oculares o para regenerar la piel de personas con quemaduras graves. Y lo último que se está estudiando en el instituto que preside Anitua son las aplicaciones del plasma para aliviar la artrosis, eliminar las arrugas de la piel o acabar con la temible celulitis.

Once años después de patentar el PRGF-Endoret, Anitua acumula 32 patentes internacionales y preside seguramente la principal empresa biotecnológica de España: Biotechnology Institute (BTI). Su novedosa técnica de regeneración celular es hoy utilizada por los clubes deportivos más importantes del mundo, especialmente por el Fútbol Club Barcelona, y es ya una realidad en las clínicas privadas más prestigiosas del planeta. El salto a la medicina pública es cuestión de tiempo, aunque ya se viene utilizando en algunos centros del País Vasco.

Y las aplicaciones futuras del PRGF todavía están por desarrollar porque, según explica el propio Anitua, gracias a esta técnica es muy probable que pronto se puedan regenerar órganos como el hígado o el corazón. Por tanto, es indudable que nos encontramos ante uno de los mayores avances de la medicina de las últimas décadas. Sin embargo, sorprende el poco conocimiento que se tiene en España sobre esta técnica. Preguntado por ello, Anitua responde con modestia: “A los médicos que nos apasiona la investigación no nos gusta demasiado salir en los medios de comunicación porque generalmente eso sólo lo hacen aquellos que buscan publicidad. Y yo ni quiero ni necesito publicidad”.

Pacientes de medio mundo.

Aunque esto último pueda sonar pretencioso, lo que dice Anitua es verdad. Por su clínica pasan todos los días decenas de pacientes procedentes de medio mundo, incluidos miembros de la realeza y políticos muy conocidos. Por no hablar de los deportistas. Nadal es un ejemplo reciente. Harto de su tendinitis, en el mes de abril recibió un primer pinchazo en una de sus rodillas y remitieron los dolores: a continuación ganó los torneos de Roland Garros y Wimbledon. En el mes de julio, después del torneo londinense, el mejor tenista del mundo pasó de nuevo por Vitoria, donde los doctores Anitua y Sánchez le aplicaron el tratamiento habitual: un pinchazo cada siete días durante tres semanas. Y el resultado no pudo ser mejor: a finales de verano conquistó el US Open, torneo que nunca había conseguido ganar. La tendinitis parece que ha pasado a mejor vida.

“Por mucho que nosotros hayamos contribuido a curar a Xavi Hernández o a Rafa Nadal, a nosotros lo que nos apasiona es que algún día estos avances puedan llegar al conjunto de la sociedad, no sólo a deportistas de alto nivel”, asegura Anitua desde su amplio despacho vitoriano.

El PRGF es muy caro, pero el doctor cree que su precio no es el principal obstáculo para que algún día se utilice en la sanidad pública. “Lo que más esfuerzo cuesta es que los médicos aprendan a aplicar la técnica. Todos los días vienen médicos a nuestro centro y les cuesta darse cuenta de que hay otra forma de actuar frente a los problemas. Cuando uno está acostumbrado a tocarse la oreja de una determinada manera, es muy difícil hacerle ver que es mejor hacerlo de otra forma”.

A sus 54 años, Anitua podría retirarse ya a cualquier lugar paradisíaco para disfrutar de la vida con su familia. Sin embargo, él prefiere seguir en Vitoria al pie del cañón, reinvertir en I+D todos los beneficios de su empresa, atender personalmente su consulta odontológica y pegarse jornadas de trabajo de 12 horas. Eso sí, no renuncia por nada del mundo a llevar todas las mañanas al colegio a una de sus cuatro hijas.

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