El búnker de La Moncloa languidece en el olvido

26 / 12 / 2008 0:00 Antonio Rodríguez
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Un centenar de funcionarios trabaja a diario bajo tierra a la espera de que se produzca una crisis nacional. Sin embargo, los gobiernos de PP y PSOE apenas han utilizado sus instalaciones.

No sólo se trata de un refugio atómico para que doscientas personas se resguarden de un improbable ataque nuclear. El búnker que el entonces presidente Felipe González hizo construir entre 1990 y 1991 con gran sigilo en el subsuelo del palacio de la Moncloa se concibió también como el centro neurálgico desde el que el Gobierno gestionase las crisis más graves en las que España se viese implicada. Pasado el tiempo y gracias a la mejora de las comunicaciones electrónicas, el lugar más secreto del complejo presidencial –y quizás de nuestro país– apenas es frecuentado por los presidentes de Gobierno y sus ministros. Lo ven como una reliquia de la Guerra Fría, incómodo por la claustrofobia que desprende su interior y, sobre todo, un incordio porque se pierden diez o quince minutos en ir desde los edificios de trabajo y bajar a sus profundidades. Atrás quedan las reuniones en este fortín durante la guerra de los Balcanes, la tregua de ETA en 1998 o la noche en la que se inauguró el nuevo milenio. El entonces vicepresidente Francisco Álvarez-Cascos se tomó las uvas bajo tierra en compañía de sus subordinados a la espera de un apocalíptico efecto 2000 informático que nunca llegó. Los políticos de ahora piensan que las videoconferencias en situaciones de crisis es mejor realizarlas en la comodidad de un despacho y con luz natural. “Ese búnker se creó porque entramos en la OTAN. Tiene sus instalaciones, pero nunca ha sido una parte útil del entramado institucional del Estado”, asegura a ‘Tiempo’ un asesor de José Luis Rodríguez Zapatero durante la primera legislatura socialista. El reproche, en cualquier caso, es extensible también al Partido Popular.

Durante los atentados del 11-M, quizás la peor crisis en la reciente historia española y con José María Aznar al frente, no se utilizaron las instalaciones para coordinar la reacción gubernamental. Tampoco se vio la necesidad de bajar al refugio durante los incendios de Guadalajara (2005) o Canarias (2007), por ejemplo, ni durante la crisis más reciente del Playa de Bakio en aguas de Somalia, en la que se vieron involucrados varios ministerios. “Cuando no hay crisis, no se usa. Y cuando hay crisis –advierte la citada fuente–, nuestros políticos recurren a soluciones ad hoc”. Es decir, los gabinetes de crisis, presididos por Zapatero o Aznar en compañía de cuatro o cinco ministros, se han convocado siempre en la comodidad de la mesa de trabajo del jefe del Ejecutivo. El problema de esta situación es que los gobernantes prescinden del trabajo de campo que el centenar de funcionarios del Departamento de Infraestructuras y Seguimiento para Situaciones de Crisis (Dissc) realiza cada día en las tripas del refugio subterráneo. Ellos se encargan de tener a punto las provisiones del búnker, del funcionamiento de las comunicaciones operativas entre los principales centros de poder político y militar en España, así como de la elaboración de informes sobre los riesgos más sensibles de la seguridad española en el interior y exterior. En caso de una crisis, redactan las actas de naturaleza secreta en las que se detalla la respuesta del Gobierno. La vigilancia del Dissc, órgano dependiente de Presidencia del Gobierno, es ininterrumpida durante las veinticuatro horas del día y los 365 días del año. Periódicamente, realizan simulacros de respuesta a una crisis a nivel nacional y de coordinación internacional con el resto de capitales aliadas de la OTAN. En este último caso, las notas no han sido muy buenas estos últimos años, puesto que la Alianza Atlántica ha recomendado a España que mejore sus trabajos de gestión de las crisis y no se limite, como en la mayoría de los casos, a hacer un seguimiento de las mismas cuando le ha pillado el toro.

Una máquina sin engrasar

“No hay ninguna rutina. La máquina no está engrasada. Hay políticos que ni saben que existe [el búnker] y otros que sí que existe, pero que se preguntan que para qué”, corrobora el ex asesor de Zapatero. Fuentes del Gabinete del presidente del Gobierno, que dirige José Enrique Serrano, admiten a ‘Tiempo’ que entre los objetivos del Ejecutivo para los próximos años está el de “modernizar y reformar” el Dissc. Asimismo, subrayan que el líder socialista “no ha estado una, sino varias veces” dentro del búnker trabajando y que la diferencia con respecto a 1991 es que ahora los edificios de La Moncloa cuentan con las comunicaciones necesarias y unos canales de información seguros para hacer frente a cualquier eventualidad. Quizás por ello el Gobierno no se ha preocupado en mejorar las instalaciones del Dissc desde el año 2002 (ver recuadro). Por último, justifican el poco uso del refugio subterráneo porque en los años de Zapatero “no ha habido una situación de verdadera crisis como tal”.

Vamos, que por fortuna no ha caído una bomba atómica en territorio español ni hemos estado en guerra con ningún vecino. En el verano de 2007 y al calor de los incendios en las islas Canarias y los apagones de Barcelona, el presidente del Partido Popular, Mariano Rajoy, habló de crear un centro nacional de crisis para responder a las catástrofes nacionales. El proyecto popular incluyó nuevas competencias administrativas y de gestión para el Dissc, con el fin de evitar la descoordinación que se da a veces entre las comunidades autónomas por culpa de las competencias descentralizadas. Además, desde Génova se planteó la necesidad de dotar de más competencias al director del Dissc –en la actualidad, José Antonio Lazuén– y equipararle en margen de maniobra a los delegados de Gobierno. Pero el Partido Popular perdió las pasadas elecciones del 9-M y su programa político ha caído en el olvido. losamente guardado en La Moncloa. Para empezar, hay disparidad de cifras sobre el monto final que ocasionaron las faraónicas obras de 1990 y 1991. Si Sadam Hussein se gastó 13.000 millones de las antiguas pesetas en su megalómano búnker de Bagdad, aquí se dijo que las obras costaron entre 5.000 y 10.000 millones de pesetas (el equivalente a entre 30 y 60 millones de euros).

En cualquier caso, nadie del Ejecutivo de Felipe González dio una cifra exacta en su momento. En la actualidad, el presupuesto es desconocido porque todo el entramado está sujeto a la ley de secretos oficiales, aunque los fondos deberán de salir de alguna partida de los casi 50 millones de euros que el vicepresidente económico, Pedro Solbes, ha presupuestado para Presidencia del Gobierno en 2009. Tampoco hay fotografías del interior de este refugio, únicamente las que aparecen en este reportaje durante las obras de construcción. En 2003, un periodista del diario El Mundo facilitó la descripción más fidedigna que se ha dado hasta el momento del lugar, bajo el título Paseo por el búnker de La Moncloa. El ameno relato cuenta el descenso a esta cripta secreta de 7.500 metros cuadrados repartidos en tres pisos (los niveles 0, -5 y -10), en la que los funcionarios trabajan a 30 metros bajo tierra. El búnker cuenta con muros de tres metros de espesor, puertas falsas, armería, quirófano e, incluso, un cementerio en sus profundidades. Está diseñado a prueba de bombas nucleares, ataques con armas químicas y los frigoríficos cuentan con comida suficiente para que sus doscientos moradores (altas personalidades políticas y militares con sus mujeres e hijos) puedan sobrevivir a un asedio durante semanas. Nada más entrar en el nivel 0 se encuentra una pequeña sala con una ducha de descontaminación radiactiva. En esta planta están ubicadas las dependencias militares y la sala desde la que un potente ordenador puede dirigir los blindados, cazas y fragatas del Ejército español en caso de guerra.

El hospital se encuentra a esa misma altura y está dotado de quirófano, UVI y vacunas contra virus como la viruela o el ántrax. Esta planta se completa con una cámara acorazada, una habitación para grabar mensajes por televisión y la llamada sala de mapas, copada por monitores conectados a las principales cadenas de televisión del mundo. En el siguiente nivel, el -5, se encuentra toda la parte civil del búnker: sala de reuniones, archivos, biblioteca y un anfi teatro para proyecciones. Junto a él, las habitaciones con baño propio para las autoridades y otras estancias más austeras para los funcionarios. En ese mismo estrato se localizan la cocina, la cafetería y el restaurante, así como las grandes cámaras frigoríficas que sirven para guardar la comida en perfecto estado y, eventualmente, para almacenar cadáveres. La renovación de las existencias se realiza cada dos meses, aunque se desconoce el proveedor y el destino final de los alimentos. Por último, en la planta -10, la más alejada de la superficie, se encuentran las salas de ordenadores, lavandería, almacenes, taller mecánico y otros servicios. Cuenta con varios depósitos para almacenar gasoil con el que alimentar de energía al complejo subterráneo en caso de un apagón eléctrico, así como depósitos de agua, calderas, depuradoras y aparatos de aire acondicionado. Los ingenieros de esta obra no dejaron nada al azar y construyeron pozos a 200 metros de profundidad para recoger agua en caso de máxima necesidad. En este nivel también se habilitó una zona de armería que cuenta con un arsenal de rifles y pistolas y, contigua a esta, el citado cementerio con sus correspondientes nichos anónimos. ¿Se utilizarán alguna vez?

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