El año en que Rufián vivió peligrosamente

En la pasada sesión de investidura, Gabriel Rufián volvió a subirse a la tribuna para, según unos, cantar las verdades del barquero, o, según otros, faltar al respeto al PSOE, contra quien cargó por su decisión de abstenerse. Apeló a “los socialistas de corazón”, acusó al PSOE de llevar “cuarenta años dando una de cal y otra de arena” y volvió a hacer bueno el apodo de Catalan Psycho que se ganó hace unos meses un diputado que gusta a la izquierda y a quien no pueden ver en el PSOE, el PP, Ciudadanos ni en el Partido Demócrata Català (PDC), antigua Convergència, con quien ERC gobierna en la Generalitat. “Si hablara, hablaría muy mal de él”, se muerde la lengua uno de ellos que le califica de “personaje”.

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