Desde Cuba, sin amor

17 / 04 / 2013 11:02 Carolina Valdehíta
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En un acuerdo de asilo entre Cuba y la Iglesia, Moratinos prometió empleo y vivienda a 782 disidentes. Una estrategia política que no cumplió sus promesas.

Luchando juntos. Los disidentes permanecen acampados frente al Ministerio de Exteriores.

Han transcurrido tres años desde que los primeros disidentes cubanos aterrizaron en Barajas. Su llegada fue fruto de un acuerdo de asilo entre Cuba, la Iglesia católica y el Gobierno del PSOE, y acogió, entre julio de 2010 y abril de 2011, a un total de 782 refugiados (115 expresos y sus familias). El programa, dotado con 40 millones de euros, tenía como objetivo la integración, y ofrecía a los acogidos vivienda, empleo y apoyo psicológico y sanitario. Una oportunidad para gozar de la libertad de la que carecían en Cuba. Una oferta suculenta, más aún considerando que la otra opción era seguir encarcelados.

Esta maniobra política del entonces ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, les liberó de la opresión en Cuba, pero les dejó con pocas opciones en España. La puesta en marcha fue competencia de Cruz Roja, la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) y la ONG Accem, que ubicaron al colectivo en diferentes ciudades. Luis Ramos, responsable de los proyectos de acogida de la CEAR, cuenta a Tiempo que las circunstancias de su llegada “fueron especiales, ya que venían con la protección y el estatuto de refugiado ya establecidos”, algo por lo que muchos solicitantes de asilo luchan durante años. El plan duraba doce meses, con opción a una prórroga de seis, que en muchos casos se concedió hasta que, en abril de 2012, el Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación (MAEC) cortó el grifo, matizando que los plazos habían finalizado y la actual Administración “ya no tenía nada que ver”.

Sin seguimiento posterior, el balance oficial es que el proyecto fue un éxito, pero la realidad es otra. El toque más amargo se produjo con el suicidio de Albert Santiago Du Bouchet Hernández, antiguo director de la agencia de noticias independiente Habana Press, condenado en dos ocasiones por desacato, cuya muerte sorprendió, sobre todo, al conocerse su intención de mudarse a Miami. Cerca de 200 cubanos han aprovechado para trasladarse a EEUU, pese a que la entrada al país no es un camino de rosas: se necesita acreditar la residencia de algún familiar y conseguir trabajo en tres meses para no ser deportado. Los que han prefirido quedarse lidian con la crisis, y la realidad que afrontan no es ni de lejos la sombra de lo que imaginaron cuando firmaron el acuerdo. Pocos han conseguido empleo, algunos duermen bajo techo y otros permanecen en la calle por principios, porque no quieren gastar “el dinero de los españoles”.

De la cárcel a la calle.

Frente a la sede del MAEC en Madrid permanece desde hace casi un año un grupo de diez personas representando a 23 familias. Volviendo la mirada 180 grados, varios españoles sin hogar duermen también en los soportales de la plaza de la Provincia. Entre todos conforman la estampa resultante de la crisis, tanto para españoles como para extranjeros. Su campamento está cercado por bloques de piedra, cartones, mantas y plásticos donde lucen frases de lucha y esperanza. Custodiados por su bandera, no cesan en su empeño: “De aquí no nos moveremos hasta que se nos dé una solución o vayamos a otro país –dice José Miguel Fernández–. Venimos de estar en las peores cárceles cubanas, estar aquí no es nada”. El programa les ubicó en Valencia, donde se sucedieron una serie de catastróficas desdichas: “Nos dieron los papeles a los nueve meses, así que por no tener la documentación en regla perdimos los trabajos. Además, todavía estamos esperando que llegue el certificado de nuestra titulación desde Cuba, ya que casi todos somos licenciados superiores”, relata Miguel Ángel Valle Hernández, ingeniero agropecuario y portavoz del grupo, que vino acompañando a su hermano Osvel. “Estamos en la calle aguantando lo que no aguantamos en Cuba porque no queremos ser un lastre para nadie, pero hemos perdido dos años de nuestras vidas y sentimos que se están riendo de nosotros”. Durante este tiempo no han interrumpido la lucha y han buscado trabajo en la medida de lo posible, sin éxito y con frustración. Con un permiso de residencia hasta 2016, y muy conscientes de la gravedad de la situación en España, sienten que continúan “bajo las garras de los Castro”. Según cuentan a Tiempo, ni el Gobierno español, ni las organizaciones implicadas, ni, por descontado, el Gobierno cubano se hacen cargo de su situación. Ahora su peor enemigo es el frío: “Si hemos sobrevivido ha sido gracias al pueblo español, que nos trae comida y mantas”, cuenta Douglas Falsas.

Mantienen un orden sistémico: la cocina, los camastros y la sala de reuniones. Y lo más importante, dos carpetas con la documentación desde su llegada que acreditan su historia: la petición de una copia del presupuesto del programa, solicitudes de investigación de la aplicación de los fondos, solicitudes de reunión con los organismos responsables. Todas contestadas con evasivas por parte de la Administración. “Nadie nos ha dado una respuesta convincente de qué va a pasar con nosotros ni hemos recibido el dinero de la ayuda que nos prometieron”. Durante su estancia en Valencia propusieron habitar el pueblo de Chulilla, para tratar de proporcionarle una salida a la localidad frente al abandono que sufre ahora: “La respuesta del ayuntamiento fue que les íbamos a complicar la vida”, cuenta Miguel Ángel Valle Hernández.

La llegada a un nuevo país somete a las personas refugiadas a mucha presión, al no saber si se cumplirán sus expectativas. En su caso particular, muchos lamentan haber arrastrado a sus familiares, aunque dicen que estar en la calle en España es mejor que estar en cualquier cárcel cubana: “Aquello es peor que los campos de concentración de Hitler, nos maltrataban y nos mantenían hacinados”.

El juego de Moratinos.

La situación del país y las dimensiones del programa de Moratinos jugaron en contra, haciendo que la prometida inserción laboral y social haya fracasado. Los organismos creen que la crisis ha sido determinante: “Al finalizar la protección se han golpeado con la realidad, aunque se les explicó antes de coger el avión la crudeza de la situación económica”, indican desde la CEAR. Además, otros solicitantes de asilo pueden pensar que su llegada fue de la high class, ya que se les dio más recursos que al resto de refugiados que llegan al país. Miguel Ángel Valle Hernández coincide en que la forma de entrada al país “fue un privilegio”, pero prácticamente se vieron obligados a salir de Cuba por la parte trasera del aeropuerto de un día para otro: “El cardenal Jaime Ortega nos dijo que era una muy buena oportunidad para trabajar en España”, dice su hermano Osvel. “En Cuba no tenemos conexión a Internet para conocer las noticias, por lo que no conocíamos la situación del país”, explica José Miguel Fernández. Según relatan a Tiempo, las palabras textuales del equipo consular español en La Habana antes de despegar fueron: “Súbanse las mangas, que aquí hay trabajo”.

Unos y otros discrepan en su versión de los hechos y el equipo de Exteriores actual se lava las manos. El colectivo critica que “no se preparó bien a las organizaciones y quienes estuvieron en Madrid tuvieron más suerte gracias a la simpatía de Esperanza Aguirre por los disidentes”. Sin embargo, las organizaciones creen que su actuación fue eficiente y mantienen que estaban “muy preparados con infraestructuras, equipos humanos y plazas de acogida suficientes para dar respuesta”.

Con las pocas opciones que tienen, son conscientes de que los intereses políticos pesan mucho. Además, los continuos casos de corrupción en los periódicos les llevan a pensar que se pudo defraudar con el dinero de la acogida. La sensación general es que el PSOE buscaba mejorar las relaciones y permitir a Cuba liberarse de personas molestas, en lugar de proporcionar asilo. La posición del nuevo Gobierno fue también una sorpresa: “El PP siempre ha dicho que apoyaba a la disidencia y a día de hoy no solo no hace nada, sino que la está traicionando con las negociaciones que está emprendiendo la UE con Cuba”, explica Miguel Ángel.

Desde las inmediaciones de la plaza de la Provincia, este grupo de activistas cree que las cosas tienen que cambiar en su país, y acusan a los Castro de las migraciones masivas: “Esto es una forma de hostigamiento”, sentencian.

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