De buscarse la vida a sentarse en un escaño

15 / 02 / 2016 Miriam V. de la Hera
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Tras más de 30 años copado por abogados, el nuevo Congreso acoge a decenas de diputados que han sufrido la crisis en carne propia: estaban en paro o tenían contratos precarios antes del 20-D. Ahora cobrarán 3.500 euros al mes.

Aunque esta es su primera legislatura, Miguel Vila, diputado de Podemos, es probablemente quien mejor conoce la Cámara Baja entre sus señorías. Hoy recorre como diputado electo unos pasillos que apenas tienen secretos para él. En ellos pasó muchas horas esperando las declaraciones del político de turno durante los seis años que trabajó como operador de cámara del circuito cerrado de la televisión del Congreso de los Diputados.

“He venido a currar”, aseguraba entre risas el primer día de la legislatura; y sus compañeros al otro lado del escaño, saben que no bromea. Vila en realidad estaba contratado a través de una subcontrata adjudicada a un importante operador de telecomunicaciones, y casi desde su incorporación se comprometió en la lucha por mejorar sus condiciones laborales. Hasta tal punto que, según él mismo ha confesado estos días, uno de sus logros fue conseguir que la empresa les pagara un plus de disponibilidad para compensar las jornadas maratonianas que impone el calendario parlamentario. Gracias a sus movilizaciones, según ha contado, el sueldo para él y para sus compañeros ascendió a los 900 euros mensuales.

Una época que Vila ha dejado atrás. Ahora, vuelve como flamante diputado, y también con unas condiciones laborales significativamente mejores; y es que aunque el código ético de Podemos impone a sus diputados renunciar a parte del sueldo y no cobrar más de tres veces el Salario Mínimo Interprofesional, su nómina mensual, según datos de su partido, ascenderá a unos 1.800 euros; el doble de lo que cobrarán sus antiguos compañeros que continúan en el mismo lugar, cámara en mano, aunque ahora al otro lado de los objetivos.

Él no es el único que ha visto cómo su situación laboral ha mejorado a golpe de urna. Porque en el que ya es el Hemiciclo más diverso de la democracia, hay espacio para todos. “El Congreso tiene ahora una heterogeneidad parecida a la de la calle”, explica David Bravo, diputado del partido morado, que asegura haber tenido la sensación de entrar en una burbuja al cruzar la Puerta de los Leones. “A los diputados les ha chocado que entre gente que se parece a las personas que se ven por la calle”, añade con sorna.

Y tan parecidos, porque si la última Encuesta de Población Activa (EPA) de 2015 alertaba de que el paro juvenil en España superaba el 46%, la trayectoria de algunos diputados jóvenes recién llegados a los escaños lo confirma. Son varios los parlamentarios de Podemos que hasta ahora solo habían tenido una vaga incursión en el mercado laboral. Nagua Alba, psicóloga de 26 años de Podemos, asegura en la presentación de su candidatura por Álava que tiene experiencia con colectivos en riesgo de exclusión. Sin embargo, a tenor de la declaración de bienes que publica la web de la formación liderada por Pablo Iglesias, cuando ingresó en el partido sus actividades se limitaban a la realización de un cortometraje y la obtención de una beca de posgrado, que en conjunto apenas le supusieron una remuneración de 75 euros en todo el año. Algo parecido le ocurre a Jone Belarra, de 29 años, compañera de partido y también psicóloga de formación. Según la declaración de bienes todavía disponible en Internet, hasta ser elegida miembro del Consejo Ciudadano de la formación morada, disfrutaba de un contrato predoctoral por el que en diciembre de 2014 no declaraba recibir retribución económica alguna.

Una precariedad laboral de la que tampoco están exentos los diputados más jóvenes de los llamados partidos tradicionales. María Such, la benjamina de esta legislatura, ha contado que, cansada de prácticas y becas mal remuneradas, acababa de dar el paso de ponerse a trabajar por su cuenta poco antes de que le ofrecieran formar parte de la lista del PSOE por Valencia. Unos inicios laborales que según su declaración de bienes en el Congreso todavía eran incipientes: apenas ingresó 1.005 euros en concepto de honorarios, a los que habría que añadir otros 1.800 de una beca del Santander y 4.350 euros más de una retribución salarial de la Federación Valenciana de Municipios y Provincias; en total, 7.155 euros, unos 2.000 euros menos que el Salario Mínimo Interprofesional. Ahora el escaño les garantiza a todos ellos cuatro años de estabilidad laboral, con un sueldo de más de 3.500 euros brutos al mes, a lo que habría que añadir dietas y otros complementos.

Otros parlamentarios de Podemos, aunque algo mayores, tampoco ocultan las dificultades que han encontrado para acceder al mercado laboral. “Durante los años de la crisis me he dedicado a preparar oposiciones y recorrer el país”, asegura Javier Sánchez, filósofo y docente de vocación que sigue buscando su sitio, y que de momento lo ha encontrado en el Hemiciclo como diputado por Murcia. Precisamente, según la declaración de bienes que ha presentado en la Cámara Baja, sus únicos ingresos en 2014 fueron los 4.731,31 euros que cobró del grupo parlamentario de Podemos en esa comunidad. Sara Carreño, por su parte, explica que en su caso “la crisis y la precariedad” la llevaron a buscar trabajo fuera de España y según su perfil en una conocida red social profesional, ha tenido varios trabajos en Europa en las áreas del marketing y la atención a clientes.

Las declaraciones de bienes que van presentando sus señorías estos días evidencian la precariedad en la que han vivido algunos de los diputados de los llamados partidos emergentes hasta llegar al escaño. Y no solo en las filas de la formación morada. El 17% de los diputados de Ciudadanos ingresaron menos de 10.000 euros en el último ejercicio y el 3% declara no tener ingreso alguno. Llama la atención el caso de Francisco Javier Hervías, diputado por Madrid. A sus 33 años puede presumir de una brillante carrera académica, donde además de la licenciatura en Geografía figuran cuatro posgrados, entre másteres y cursos de especialización. Sin embargo, al menos en su currículum público, hasta la fecha sus únicas ocupaciones, más allá de los estudios, son los cargos que ha ocupado en el aparato del partido.

Siete diputados no tuvieron ninguna actividad que les reportase ingresos durante todo 2014: Ángela Rodríguez (Podemos), Marta Sorlí (Compromís), Ignasi Candela (Compromís), Sofía Fernández (Podemos), Ana Belén Terrón (Podemos), Virginia Millán (Ciudadanos) y Pablo Yáñez (Ciudadanos). Cuatro más han declarado que sus únicos ingresos ese ejercicio fueron los procedentes de la prestación por desempleo: Gabriel Rufián (ERC), Patricia Reyes (Ciudadanos), Ángela Ballester (Compromís) y Rosa Ana Alonso (Podemos). Y otros once tuvieron como únicos ingresos pensiones de viudedad o jubilación.

Apparatchiks. En la antigua Unión Soviética se utilizaba el término apparatchik para designar coloquialmente a los funcionarios a tiempo completo cuya única misión era servir al Partido Comunista o a la Administración soviética. En una versión actualizada, el término podría aplicarse a los muchos diputados cuya experiencia profesional, independientemente de lo que hayan estudiado, se limita a los cargos políticos. Porque si en las filas de los partidos emergentes algunos han visto en el escaño una forma de asegurarse estabilidad laboral durante cuatro años, en los partidos llamados tradicionales abundan los que se agarraron a esa tabla de salvación hace años y no la han soltado desde entonces.

Quizá donde más evidente sea este fenómeno es en la bancada del PP. Son los diputados de más edad y prácticamente todos han tenido experiencia en política antes de esta legislatura. Un buen ejemplo es Rafael Hernando. A pesar de ser licenciado en Derecho y de haber cursado un máster en Administración y Dirección de Empresas, empezó su carrera política con solo 22 años. Ese año fue elegido concejal de Guadalajara,  después llegarían los cargos de diputado regional, senador o presidente de Nuevas Generaciones. El funcionamiento de la Cámara Baja tampoco tiene secretos para él porque ha sido diputado en las últimas siete legislaturas.

Una trayectoria similar han tenido José Alberto Herrero, ingeniero industrial de formación, en cuyo currículum solo figura haber sido alcalde de Teruel; o Alejandro Ramírez del Moral, licenciado en Farmacia, pero que solo ha ejercido su profesión en cargos políticos ligados al mundo sanitario. Incluso los últimos en llegar al Grupo Popular apuntan en esa dirección. A sus 35 años, Pablo Casado tiene una carrera brillante. Se ha formado en Harvard, Georgetown o el IE Business School, pero su experiencia profesional fuera de la política se limita a breves estancias como profesor invitado en algunos centros universitarios. En 2007 fue elegido diputado de la Asamblea de Madrid para después ser el director del gabinete de Aznar y saltar a la primera línea de la política.

El Partido Socialista tampoco está exento de los apparatchik a la española. Un buen ejemplo es Odón Elorza. Licenciado en Derecho, la primera vez que fue elegido concejal de San Sebastián tenía 24 años y mantuvo la alcaldía entre 1991 y 2011. La lista bien la podrían completar Rafael Simancas, que llegó al PSOE en 1985, o Sebastián Franquis, diputado por las Palmas de Gran Canaria, que se afilió con 15 años a las Juventudes Socialistas y desde entonces ha ido pasando por diversos cargos. “Conozco a gente que lleva 30 años en política y que nunca ha trabajado en empresas”, lamenta Pablo Gutiérrez de Cabiedes, catedrático de Derecho de la Universidad CEU-San Pablo que ha estudiado a fondo la composición del nuevo Hemiciclo. Considera que la entrada de gente ajena a la política en el Parlamento puede ser positiva porque es “necesario” que llegue al Congreso gente “que ha estado en la calle y que conoce los problemas de la sociedad”.

Supercualificados. Esta es la legislatura en la que más licenciados ocupan los escaños. El 95% de los 350 diputados tiene estudios universitarios, y según las fichas disponibles en el Congreso, casi el 14% ha estudiado más de una carrera. Además, al menos 71 cuentan con algún máster, aproximadamente un 20%, a los que habría que añadir los al menos 43 doctores que se sientan el Hemiciclo. Por partidos, los diputados más cualificados los encontramos en Ciudadanos, donde más del 30% ha cursado un máster, seguido de Podemos, PP y PSOE (vergráfico en página 12).

Además de la evidente alta cualificación de sus señorías, el Hemiciclo que dejaron las urnas el 20-D también es el más heterogéneo desde que se instauró la democracia en lo que a áreas de conocimiento se refiere. Hasta ahora lo habitual era que los escaños estuvieran copados por expertos en leyes. Sin embargo, ahora los licenciados en Derecho apenas suponen un 40% de los diputados, la mayoría de ellos en las bancadas de los partidos tradicionales. Junto a ellos, en las filas de los nuevos partidos entran con fuerza economistas, historiadores, politólogos, filósofos y lingüistas. En total los que tienen estudios de letras suman el 68,86%, frente al 16% que representan los que cuentan con una formación científica.

“No es imprescindible tener un conocimiento de los procesos legislativos para ser parlamentario”, explica Gutiérrez, que en una reciente conferencia ha analizado las causas y consecuencias del cambio de perfil del diputado medio. De hecho, entre los nuevos diputados hay quien únicamente ha cursado una formación básica. El mismísimo presidente del Congreso, Patxi López, nunca destacó por su brillantez en las aulas. En Coscojales, la calle de Portugalete (Vizcaya) donde creció, todavía se bromea con su destreza jugando al mus en la cafetería de la facultad de ingenieros. Verdadero o falso, lo cierto es que quien ahora ostenta la tercera autoridad del país abandonó los estudios en primero de carrera. “Sería diferente si habláramos de alguien que va a formar parte de un Gobierno”, puntualiza Gutiérrez, que recuerda que la Cámara Baja cuenta con un numeroso grupo de letrados “que funcionan muy bien”. “Lo importante es que la gente se sienta representada”.

Son varios los nuevos diputados que reconocen que llevan años intentando “buscarse la vida”. Aina Vidal, diputada de En Comú Podem por Barcelona, asegura en la presentación de su candidatura que empezó a trabajar con 16 años (hoy tiene 31) y que conoce “bien” la precariedad. En su currículum figuran trabajos de camarera, vendedora, telefonista o azafata de promociones. Isabel Franco, diputada de Podemos por Huelva, también sabe lo que es servir copas o atender detrás de un mostrador. Hasta llegar al Congreso, según su declaración de bienes, sus únicos ingresos fueron 804,39 euros como aprendiz de auxiliar administrativo.

Tampoco son ajenos a esta realidad en las filas socialistas. Patricia Sierra, diputada por Badajoz, reconoce en su currículum que trabajó vendiendo seguros mientras terminaba sus estudios. Desde 2011 es abogada por cuenta propia, pero según su declaración de bienes, sus honorarios en 2011 ni siquiera alcanzaron los 200 euros. Gutiérrez opina que las necesidades de los ciudadanos las puede entender alguien con estudios o sin ellos y cree que exigiendo determinada formación a sus señorías se corre el riesgo de crear un Parlamento excesivamente elitista. “Es mejor que la gente se sienta representada”, asegura.

David Bravo, diputado de Podemos, se enorgullece diciendo que con ellos han entrado en el Hemiciclo personas que “han sufrido en primera persona los problemas de la calle”. En la conversación pronto sale a relucir el nombre de Alberto Rodríguez. Puede que su nombre no diga nada a quien lo lea, pero seguro que todo el mundo le reconoce por sus rastas. Estudió un grado superior de Formación Profesional en Química Ambiental y hasta su incorporación al Hemiciclo trabajaba como operador de refinería en una conocida multinacional petrolera. Asegura que se toma los cuatro años de legislatura como “un paréntesis” en su vida profesional y no le tiembla la voz al reconocer que su vehemencia en las manifestaciones le ha llevado en más de una ocasión a pasar la noche en la comisaría. No es el único parlamentario con antecedentes en las filas moradas. Jorge Luis, diputado oscense, fue acusado de la agresión a un guardia civil durante una protesta contra de las obras del embalse de Yesa, en Huesca.

Ganan los funcionarios. Si hay algo que esta legislatura no cambia es el triunfo de los funcionarios. Según datos del Congreso y del Boletín Estadístico de Personal al Servicio de las Administraciones Públicas, al menos el 39,4% de los diputados son funcionarios (ver gráfico en página 12); y eso que en la sociedad española, los trabajadores públicos, según la última EPA, representaban poco más del 6%.

Para Pablo Gutiérrez, una de las razones de esta sobrerrepresentación es que asumir un cargo político tiene menos riesgos cuando previamente se ocupa un empleo público. La legislación obliga a la Administración a guardarles la plaza mientras ejerzan como diputados. Un privilegio que no tienen quienes llegan a la política desde la empresa privada, que en muchas ocasiones se ven obligados a un parón profesional que podría pasarles factura en su futuro laboral.

Por partidos, el que cuenta con un mayor número de empleados públicos es el PSOE, seguido de cerca por el PP, donde el 48% y el 44,7%, respectivamente, de los diputados son funcionarios. Los dos están muy por encima de Podemos, a pesar de que el partido se gestó en el campus de Somosaguas de la Universidad Complutense de Madrid. Una de las explicaciones radica en que no todos los profesores universitarios son funcionarios. No lo era, por ejemplo, Pablo Iglesias, que al ejercer en situación de profesor interino tuvo que renunciar a ese puesto en la universidad para tomar posesión como eurodiputado.

Perfil emprendedor. Tampoco hay demasiados funcionarios en Ciudadanos. Los integrantes del partido encabezado por Albert Ribera cuentan con un perfil más cercano a la empresa y el emprendimiento. Entre ellos destacan nombres como Elena Faba de la Encarnación, presidenta del Círculo de Mujeres de Negocios desde 2005 y ahora diputada por Barcelona, o el de Miguel Ángel Gutiérrez Vins, que en su perfil profesional en redes sociales se presenta como “directivo y emprendedor con más de 15 años de experiencia en empresas multinacionales”, donde asegura haber participado en procesos de expansión y compraventa de compañías. También hay emprendedores como Melisa Rodríguez, diputada por Tenerife, que tras finalizar sus estudios de Arquitectura creó una marca de joyería, aunque en el último año solo le ha supuesto unos beneficios de 1.100 euros.

Como ella, no todos los miembros de la formación naranja lo han tenido fácil. “He estado en el paro durante periodos de tiempo”, ha reconocido públicamente el parlamentario albaceteño Onésimo González, que cuenta con 17 años de experiencia en cooperativas, pymes y grandes empresas de distribución. También ha sufrido en primera persona el desempleo Enrique Bueno, diputado por León de la formación naranja. En su ficha figura que tiene estudios de Bachillerato “a falta de dos asignaturas” y según ha reconocido, tras el cierre de la empresa familiar donde ejercía como director comercial, ha pasado tres años en el paro. Según su declaración de bienes, sus ingresos el último año fueron menos de 4.000 euros.

Ni siquiera los diputados del Partido Popular están exentos de los rigores de la crisis. Juan Vicente Pérez Aras, fue lo que coloquialmente se denomina un fontanero en el PP de Valencia, pero se quedó en paro cuando en 2012 el partido puso un marcha un ERE. Aunque en enero de 2015 volvía a la política como diputado popular en la anterior legislatura tras la dimisión de Ignacio Uriarte.

Plan renove. Seis de cada diez diputados lo son por primera vez en un Hemiciclo donde la media de edad es de 47 años, ligeramente superior a la de la sociedad española. Los más jóvenes se sientan en la bancada morada, con una media en torno a los 40 años; justo en frente tendrán a los más veteranos, sus señorías del PP, cuya edad media supera los 50.

Los populares son también los que más experiencia tienen en política (ver gráfico en página 12). Casi el 61% ha pasado más de una legislatura en la Cámara Baja, y más del 88% ha ocupado algún cargo político ya sea como diputado regional, concejal de ayuntamiento o en la estructura del partido. El PSOE sí ha renovado algo más sus filas, de tal manera que repiten menos de la mitad de los diputados. Aunque el verdadero plan renove se hace especialmente evidente entre las nuevas formaciones. En el partido de Pablo Iglesias solo Joan Baldoví, de Compromís, ha experimentado antes lo que es subirse a la tribuna. En el caso de Ciudadanos el único veterano es Toni Cantó, vinculado a UPD hasta su dimisión como diputado en abril de 2015. En ambas formaciones, un 30% de diputados sí tienen, sin embargo, experiencia en otras labores políticas.

David Bravo, de Podemos, entiende que esta renovación va en la línea de la idea del “empoderamiento ciudadano” que ha defendido la formación morada desde sus orígenes. “Hemos intentado quitar privilegios para que ser diputado no se convierta en un chollo”, explica, y asegura que la mayoría de sus compañeros de filas ven esta etapa en política como un paréntesis en su vida y no como una ocupación definitiva. De hecho, recuerda que según su código ético, además de renunciar a privilegios, también tienen limitado a dos el número de legislaturas que pueden presentarse a las elecciones, al menos en las listas de Podemos. “Lo ideal es conseguir que la política sea algo de entrada y salida”, opina el catedrático Pablo Gutiérrez, algo que a su juicio podría favorecer la incorporación de las nuevas formaciones políticas. Sin embargo, alerta del riesgo de que estas terminen adquiriendo hábitos de la vieja política. “A pesar de las rastas, hasta ahora he visto el mismo jugueteo del resto de partidos”, en alusión a las tortuosas negociaciones para formar grupos parlamentarios.

En este nuevo Hemiciclo hay sitio para personas con “un perfil profesional heterogéneo”, como reconoce el coruñés Antonio Gómez-Reino, ligado al sector lácteo. En los escaños de Podemos se sienta, por ejemplo, la primera diputada de raza negra, Rita Bosaho, cabeza de lista de Compromís en Alicante. Nació en Guinea pero tiene la nacionalidad española y desde hace 20 años trabaja como auxiliar de enfermería en la capital alicantina. Junto a ella también trabajará mucha gente del entorno de confianza de Pablo Iglesias, incluyendo Noelia Vera, el rostro visible de La tuerka, el programa de tertulias dirigido por Iglesias.

También miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado han querido dar el salto a la política junto a las nuevas formaciones, ya sea mirando hacia la izquierda o hacia la derecha. Juan Antonio Delgado, diputado por Cádiz de Podemos, es guardia civil desde 1992. “Vengo a tapar los agujeros de Tejero”, bromeaba el primer día de legislatura, y seguro que para conseguirlo echa mano de la experiencia que ha adquirido en el Sindicato Unificado de la Guardia Civil, donde, según él mismo ha reconocido, ha coleccionado todo un rosario de expedientes disciplinarios tras encabezar diversas movilizaciones. Las filas socialistas han acogido esta legislatura también a Zaida Cantero, excomandante del Ejército de Tierra, jubilada del Ejército tras un sonado escándalo de acoso sexual. Domingo Lorenzo, policía nacional en segunda actividad, e Irene Rivera, jefa de patrulla de la DGT en excedencia y piloto de helicópteros, han preferido alinearse junto a Albert Rivera.

Un rincón para el arte. Y por si fuera poco, los artistas también han encontrado acomodo en el nuevo Hemiciclo. Además de Toni Cantó, un veterano ya en actuaciones parlamentarias, entre los diputados, aunque en la bancada de Podemos, también se encuentra otra reconocida actriz. Es Rosana Pastor, ganadora de un Goya a la mejor actriz revelación en 1995. Su último papel fue en la serie Amar en tiempos revueltos, de Antena 3, y una vez con el acta de diputada en la mano asegura que tiene intención de seguir trabajando y que ha pedido la compatibilidad. Se la concedan o no, sabe que si acaba la legislatura habrá cumplido algo que se antoja complicado en su gremio: cuatro años de trabajo remunerado. Junto a ella, en representación de los músicos, estará Belén Guerra, violonchelista de profesión. Ejerció como directora de Cultura del Ayuntamiento de Rivas Vaciamadrid cuando Tania Sánchez era concejala, y ahora volverá a trabajar codo con codo junto a ella.

“Siempre he vivido la militancia desde la literatura”, explica Sofía Castañón, una joven diputada asturiana de Podemos que ha publicado cinco poemarios. Tiene además una pequeña productora y hasta ahora organizaba talleres de creación literaria en su barrio. A su juicio, el nuevo Parlamento se acerca más a la realidad de la gente de la calle. “Deberíamos cuidar más las diferencias entre nosotros porque es lo que hace que haya una mayoría social representada en el Congreso”.

Lejos ha quedado ya aquel día en el que José Bono, por aquel entonces presidente del Congreso, le regaló a Miguel Sebastián, al frente de la cartera de Industria, a modo de cariñosa reprimenda, una corbata porque el ministro había decidido acudir sin la prenda que imponía el protocolo para concienciar acerca del calentamiento global. “Me gusta no tener que ir con corbata o tacones”, concluye Castañón, en este arranque de legislatura en que las rastas y los vaqueros han llegado al Hemiciclo.  

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