Cospedal pisa fuerte

13 / 02 / 2017 Antonio Rodríguez
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En los tres meses que lleva en el Gobierno, la ministra de Defensa ha conseguido incrementar el presupuesto de su Ministerio, ha apaciguado el frente del Yak-42 y, además, mantiene su influencia en el Partido Popular.

La ministra de Defensa llega a la capital de Gabón en compañía del jefe del Estado Mayor del Ejército, almirante Fernando García Sánchez, como escala previa para la visita al contingente español desplegado en la República Centroafricana.

Aunque Toledo tiene fama de ser una ciudad de militares y curas, María Dolores de Cospedal no proviene de una familia con pedigrí castrense. Su único vínculo familiar con la milicia fue un tío abuelo suyo que alcanzó el grado de general dentro de la Guardia Civil. Sin embargo, ella ha pasado por dos ciudades –Toledo y Albacete– donde el Ejército de Tierra y el del Aire tienen su impronta. Fue en la base aérea de Los Llanos (Albacete) donde Cospedal participó en su primer acto de jura de la bandera, mientras que Toledo sigue siendo su ciudad de residencia. Todos los días va y viene a la capital castellano-manchega, de donde ha salido casi todo el equipo de colaboradores que se ha llevado al Ministerio de Defensa.

En este Gobierno hay dos caras con proyección política –Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal– que están condenadas a vigilarse. Y cada movimiento se escudriña con atención. Tras el reparto de tareas que Mariano Rajoy dispuso en noviembre, una vez lograda su investidura, más de uno pensó que la todopoderosa vicepresidenta salía reforzada, mientras que Cospedal llegaba por sorpresa a un ministerio que no aparecía en las quinielas –se habló de Interior o Fomento–. Ella ha comentado luego a toro pasado que Defensa era, en realidad, el ministerio que deseaba, aunque desde el principio se dijo que era un puesto incompatible con su actual desempeño de secretaria general del PP.

“He sido cocinera antes que fraile y tortas, me han dado muchas”, les advirtió a sus más allegados ante los dardos que algunos lanzaban a Moncloa y Génova, la sede principal del PP, para que Rajoy despojase a Cospedal de sus actuales poderes dentro del partido. Fue su forma de tranquilizarles y con el paso de las semanas, la imagen de la ministra de Defensa no solo se ha fortalecido, sino que apenas nadie dentro de las filas populares pide ya que se la degrade.

En el ánimo de la ministra está el “explicar muy bien las cosas, con mucha transparencia” ahora que ha empezado una legislatura en la que la negociación es fundamental. Desde el inicio cortejó a los portavoces del PSOE y Ciudadanos para que su desembarco en la sede parlamentaria fuese lo más apacible posible. Para ello, antes de su primera comparecencia en el Congreso para explicar las líneas generales de su departamento, invitó a los representantes de los dos partidos a viajar con ella a Irak para conocer in situ la labor que desarrollan allí los militares españoles a la hora de formar a oficiales y soldados del Ejército iraquí en su lucha contra los terroristas del Estado Islámico.

A ellos les ha adelantado su deseo de aprobar una ley de enjuiciamiento en el ámbito militar –“el Cuerpo Jurídico Militar está muy desaprovechado”, les comentó–, así como una ley de estabilidad y sostenimiento de las Fuerzas Armadas que tanto PSOE como Ciudadanos llevaban en sus respectivos programas electorales y que permita enjugar la endémica deuda que Defensa arrastra desde hace dos décadas por los llamados programas especiales de armamento para fragatas, cazas, aviones de transporte, helicópteros y carros de combate.

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