Confesiones de un Nobel

04 / 11 / 2016 Jorge Vogelsänger y Almudena de Cabo (DPA)
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El premio Nobel de Literatura en el año 2010 habla sin tapujos sobre política y literatura. Al escritor hispanoperuano no le ha gustado, por ejemplo, que la Academia sueca le haya dado el galardón a Bob Dylan.

¿Por qué ha ambientado su última novela, Cinco esquinas, en la época del Gobierno de Alberto Fujimori (1990-2000)?

Es difícil contestar esa pregunta, porque nunca sé exactamente por qué escribo sobre ciertos temas. Es un proceso bastante misterioso, que comienza generalmente con algunas imágenes. Esas imágenes producen un fantaseo, que es el embrión de una historia, pero nunca sé por qué ciertas imágenes tienen ese don como fecundante de historias y otras muchísimas experiencias no. Creo que en este caso lo que me impresionó muchísimo en esa época en el Perú fue la manera en que la dictadura usó la prensa amarilla para intimidar a los críticos, para castigarlos, bañándolos en escándalos generalmente inventados o exagerados y eso tuvo no solo consecuencias políticas, sino también muy negativas en la prensa en general. Creó una afición por la información escandalosa que explora la intimidad de las personas. Es un fenómeno que por desgracia se da en el mundo entero. Una prensa que no respeta la privacidad y vive del escándalo y el amarillismo.

Desde entonces han pasado 16 años y aun así el partido de Keiko Fujimori obtuvo en las pasadas elecciones la mayoría absoluta en el Congreso. ¿A qué se debe que el fujimorismo aún sea tan fuerte?

Todas las dictaduras dejan siempre una coleta que dura. En el caso del Perú hay dos razones para la supervivencia del fujimorismo: una es que tiene muchos recursos, porque se robó en la época de la dictadura de una manera vertiginosa sin precedentes en la historia del Perú, y entonces tienen muchos medios y pueden mantener la propaganda, la estructura del partido. Y, por otra parte, hay una mitología respecto a Fujimori sobre que acabó con el terrorismo, que aunque robó hizo obra. Todas esas fantasías que rodean siempre las dictaduras. Pero yo creo que es un proceso que se va extinguiendo poco a poco. Todas las dictaduras en el Perú han dejado partidos políticos, que trabajan en democracia, pero al final esos partidos se van extinguiendo poco a poco y creo que es lo que va a ocurrir.

¿De aquí a cuántos años vista?

Espero que ese proceso se acelere. Creo que el país está mucho más orientado hacia la vida democrática. En general en América Latina hay un proceso que no conduce a la dictadura, sino más bien cada vez más a reforzar las instituciones democráticas.

Fujimori se valió de la prensa amarilla como ningún otro para intimidar, callar y castigar a los críticos. ¿Cree que ese amarillismo es cosa del pasado?

Es un fenómeno de nuestra época. La prensa amarilla tiene muchísimo público. Yo creo que no hay país que se libre en nuestro tiempo de esa prensa que desnaturaliza el periodismo invadiendo la vida privada, utilizando el escándalo para alimentar esa curiosidad morbosa. Creo que es un fenómeno cultural que está detrás del amarillismo.

¿Se siente también parte de esa invasión de la privacidad ahora?

Me siento víctima más bien. Desgraciadamente es un fenómeno que he podido comprobar en carne propia.

¿Qué se puede hacer para evitarlo?

El problema es que no se puede resolver fácilmente, porque creo que es un efecto, no es una fuente. Es un efecto de lo que es la vida cultural de nuestro tiempo. La cultura se ha convertido en entretenimiento, en diversión, y entonces no hay nada más divertido que explorar maliciosamente la vida privada de las gentes conocidas, artistas, políticos, escritores. Hay un morbo que se alimenta con eso y por eso esa prensa tiene tanto público. No solo la prensa. En España, por ejemplo, los programas de televisión dedicados a la pura chismografía son muy populares. Es muy difícil corregir esa orientación si hay un público que la mantiene, que la financia, que la sostiene.

En tiempos de Twitter, de las redes sociales, ese problema parece aún mucho más grave.

Sí, mucho más grave. Digamos que esa gran revolución audiovisual ha tenido efectos muy positivos, por ejemplo, que hoy día es prácticamente imposible establecer sistemas de censura. ¿Qué es lo negativo? Negativo es el hecho de que a uno le puedan usurpar la identidad y por desgracia es un fenómeno que yo he vivido. A mí me felicitaron en la Argentina, una señora en la calle, por haber escrito un elogio a la mujer. Yo pensé, “la mujer se ha equivocado, me ha confundido con alguien”. Sin embargo, unos días después, al llegar a Lima un amigo me dice: “Cómo has podido escribir esa cursilería tan espantosa del elogio a la mujer”. Y yo: “Pues no he escrito ningún elogio a la mujer, qué tontería es esto”. Y me mandó el texto. Un texto con mi nombre que nunca escribí y que no había manera de averiguar de dónde salía, porque no se puede averiguar si está bien hecho. A mí me han atribuido, por lo menos que yo sepa, tres artículos. Uno, por ejemplo, que es muy perverso porque es un insulto a los argentinos, que utiliza textos que efectivamente yo había escrito criticando a Gobiernos argentinos y, entonces, deformando todo eso con insultos personales. Una cosa escandalosa. Nunca pude averiguar de dónde salió, quién inventó esa historia.

¿Usted maneja las redes sociales?

No. No tengo absolutamente ningún interés en entrar en toda esa forma que yo creo que es muy degradada de la cultura. Es una revolución que por una parte tiene efectos muy positivos y por otra permite que las pesadillas, por ejemplo, de [George] Orwell sobre un mundo de autómatas gobernado por la tecnología sean hoy día una posibilidad real. Si no nos defendemos contra eso podemos ser víctimas de nuestras grandes invenciones tecnológicas.

¿Le sorprendió la concesión del Nobel de Literatura al cantante Bob Dylan?

Me sorprendió mucho. Yo creo que es una manifestación de esa frivolización de la cultura en nuestro tiempo. Bob Dylan es un buen cantante, pero no es un gran escritor, ni muchísimo menos. Hay muchos escritores que merecerían el Nobel y que han quedado marginados, pero es la civilización del espectáculo, y que ya llega a la Academia sueca.

Volviendo a la política y a España: ¿cómo ve usted la situación?

Bueno, que no haya Gobierno no parece tan malo. La economía en España no ha ido mal sin Gobierno. El problema de la corrupción sí es un problema muy serio. La corrupción es el gran enemigo de la democracia en nuestro tiempo. Ya no es el comunismo. Todos los grandes enemigos ideológicos se han desfondado. Hoy día ya las grandes fantasías utópicas han desaparecido. Yo no creo que, salvo grupúsculos muy pequeñitos, [nadie] crea que la revolución socialista va a resolver los problemas de América Latina. Yo no creo que ya nadie quiera que su país siga el modelo cubano o venezolano. La corrupción en América Latina es la gran amenaza que tienen los Gobiernos. Es muy interesante lo que ha pasado en Brasil, por ejemplo. En Brasil ese movimiento popular no es un movimiento contra la democracia, es contra la corrupción. Es un movimiento que lo que pide es una regeneración del sistema, que vayan presos los políticos ladrones, pillos. Es un fenómeno que creo que se da en toda América Latina hoy en día, una gran decepción por la corrupción que ha impregnado la vida económica, política. Y es un fenómeno que se da también en España clarísimamente.

Después de casi un año intentando formar Gobierno. ¿Cree que es factible un Ejecutivo en minoría del PP?

Digamos que va a ser un Gobierno débil. Va a ser un Gobierno, yo pienso, corto. El electorado clarísimamente dice que no quiere el sistema bipartidista y entonces eso significa que hay que negociar, establecer digamos acuerdos, gracias a concesiones recíprocas. La corrupción ha defraudado muchísimo a la gente y ya no quiere que haya mayorías absolutas. Hay que aceptarlo y los partidos políticos españoles van a tener que aprender a negociar y a hacer concesiones.

Hace un año usted dijo que si Cataluña se independizaba, sería un pequeño país gobernado por mediocres fanáticos. ¿Sigue pensando lo mismo?

Sí, pero no creo que vaya a ocurrir. Yo no creo que vaya a materializarse la ruptura. El nacionalismo es un anacronismo. He vivido cinco años en Barcelona en una época en que el nacionalismo era completamente insignificante, era considerado un movimiento reaccionario, de nostálgicos del pasado. Pero luego eso ha sido creado artificialmente. Gracias a la autonomía, gracias a tener el control de la educación, los Gobiernos nacionalistas han ido fabricando artificialmente y a base de mentiras históricas fundamentalmente un movimiento nacionalista que hoy día es una realidad muy peligrosa para el futuro no solo de España, sino de la propia Cataluña. Sí creo que si ocurriera –no creo que vaya a ocurrir– Cataluña quedaría convertida en un paisito muy menor, muy marginal y gobernado por fanáticos, sin ninguna duda. El nacionalismo es una de las fuentes peores de las guerras, de los grandes sufrimientos colectivos en la historia. Después de la religión, el nacionalismo ha sido la fuente principal de guerras a lo largo del mundo.

Antes del referéndum en el Reino Unido usted dijo que el brexit sería una catástrofe para el Reino Unido y también para Europa. ¿Cree que se van a cumplir las profecías más alarmistas?

Espero que se cumplan. Y nunca me hubiera imaginado que Gran Bretaña podía caer en manos de demagogos, populistas. Yo estuve en Londres en días anteriores al referéndum –yo viví muchos años en el Reino Unido– y no reconocía al país en el que yo viví, al ver que la demagogia más asquerosa, las mentiras más increíbles se decían en televisión. Yo he oído a Boris Johnson, que cosa tan repugnante, decir mentiras de este tamaño: que el impuesto que pagaban los ciudadanos británicos los utilizaba Europa para subsidiar las corridas de toros. Es una mentira, pero monstruosa. Es una catástrofe para Europa, pero sobre todo para Gran Bretaña.

¿Y usted se seguiría sintiendo bien en un Reino Unido fuera de Europa?

No. No viviría en un país nacionalista. Yo creo que las mejores virtudes de Inglaterra desaparecen. No creo que vaya a ocurrir. Yo creo que ya hay de hecho una reflexión muy crítica de lo que ha ocurrido. Y de alguna manera, con esa cosa práctica que tienen los ingleses, van a dar marcha atrás, discretamente. Pero es un caso muy interesante: quiere decir que no hay país que esté totalmente vacunado contra la demagogia, contra el populismo, y con la cara peor del populismo, que es el nacionalismo.

El brexit, el resurgir de la ultraderecha xenófoba, ahora Donald Trump. ¿Realmente no hay ningún país que esté libre del populismo?

Ahí tiene usted la prueba de que ningún país está vacunado contra el populismo, contra la demagogia. Trump es un fenómeno que tiene que ver más o menos con el brexit, es un populismo que utilizando digamos toda la frustración, la caída de niveles de vida y la inseguridad en el trabajo, ha utilizado todo eso para presentar falsas soluciones. Eso es lo que [el filósofo Karl Raimund] Popper llamaba “el llamado de la tribu”. Nunca hemos abandonado del todo la tribu y entonces hay ciertos momentos en que la tribu parece la solución. Y ninguna solución hacia las cavernas puede ser una solución de verdad. Pero eso es Trump. “Los mexicanos tienen la culpa de la caída de los niveles de vida. Los mexicanos nos roban el trabajo, nos traen las violaciones, los crímenes”. Estupideces de ese tipo, parece mentira que en un país que tiene esos niveles puedan prender.

¿Considera a Donald Trump un tipo peligroso para la política?

Muy peligroso. Por las cosas que dice clarísimamente se ve que no solamente es un inculto, sino que es un irresponsable completo. Pero yo creo que el peligro está conjurado. De todas maneras, el peligro de que haya podido reunir alrededor de su candidatura tanta gente indica que el populismo puede llegar a los países más cultos.

 

Otro ejemplo es Alemania con el partido Alternativa para Alemania (AfD, en sus siglas en alemán).

La AfD es otro indicio de que un país que parecía haber echado raíces en la cosa democrática vive de pronto esa regresión, esa vuelta a la tribu.

¿Qué opina sobre el papa Francisco y el hecho de que recibiera en el Vaticano al presidente venezolano, Nicolás Maduro?

Yo creo que es una figura interesante, es una figura muy progresista que ha intentado, por lo menos con gestos, con actitudes, modernizar mucho la Iglesia. Hombre, hasta ahora son más gestos que realidades, pero de todas maneras los gestos son buenos, están bien orientados. Así que sería mucho mejor que se materializaran.

¿Entonces, reunirse con Nicolás Maduro en el Vaticano fue un acierto?

Yo creo que Nicolás Maduro es una catástrofe para América Latina, para Venezuela y que, por lo menos en Venezuela mismo, la Iglesia está en la vanguardia combatiendo a Maduro. Sería muy malo que Maduro recibiera un apoyo desde el Vaticano cuando la Iglesia venezolana está codo a codo con los demócratas venezolanos resistiendo a un dictadorzuelo semianalfabeto como es Maduro.

¿Cómo es su proceso creativo, cómo se inspira, es usted una persona muy metódica?

Yo trabajo de una manera muy disciplinada. Mi trabajo creativo tiene un origen que es para mí siempre muy misterioso. Yo no sé por qué escribo sobre ciertas cosas y no sobre otras. Para mí eso es bastante misterioso. No es un proceso totalmente racional, es un proceso que viene de la parte más espontánea de la personalidad. Más que temas, hay ciertas imágenes que son la fuente de todo el trabajo creativo que yo tengo. Y no sé por qué esas imágenes tienen esa capacidad de empujarme a escribir sobre ciertos temas. Seguramente porque esas experiencias tocan algún centro neurálgico de mi personalidad, pero no es un proceso consciente, es un proceso que es más intuitivo que racional. Ahora, cuando empiezo a trabajar sí trabajo de una manera muy sistemática, muy disciplinada, rehago mucho, reescribo mucho y me gusta mucho ir empapándome poco a poco del mundo que quiero inventar, entonces hago mucha investigación sobre el terreno, del medio que estoy describiendo. Pero no el tipo de investigación que haría un historiador, ni mucho menos. No es para encontrar una verdad, es para familiarizarme, ambientarme con el mundo que quiero inventar.

¿Cuál ha sido el libro que más le ha costado escribir?

Probablemente La guerra del fin del mundo, porque es una historia que está situada en Brasil y donde los personajes hablan en un idioma distinto del mío. Me costó muchísimo inventar una lengua que de alguna manera sugiriese el brasileño del interior de Bahía en el que hablan los personajes. Y al mismo tiempo era para mí un mundo muy exótico, un mundo que yo desconocía. Tuve que ir a conocerlo personalmente. Y al mismo tiempo me fascinaba tanto la historia, fui encontrando tantos materiales que podían servir para la novela mientras hacía la investigación que fue una experiencia interesantísima para mí y al mismo tiempo muy difícil. Quizás de todas las novelas que he escrito es una de las que más trabajo me ha costado.

¿Y cuál es el que más le gusta, si es que tiene alguna preferencia?

Eso es como preguntarle a uno sobre sus hijos, aunque tenga sus preferencias no las dice, no debe decirlas.

¿Cuáles son los cinco libros que toda persona debería leer?

Nombraría los libros que me han marcado a mí más. Me marcó Madame Bovary, por ejemplo, muchísimo, y todo [Gustave] Flaubert, sin ninguna duda. [William] Faulkner es un escritor que me marcó enormemente, a mí me hizo descubrir la importancia de la forma, de la escritura y de la estructura para que una historia sea persuasiva, sea profunda. Citaría La condición humana de [André] Malraux, porque es un libro muy ninguneado por desgracia, creo que por razones políticas, para mí es una de las grandes novelas del siglo XX. [Jean-Paul] Sartre fue muy, muy importante para mí cuando yo era joven, sobre todo ¿Qué es la literatura?, ese volumen en el que él trata de explicar qué significa la literatura, qué importancia tiene la literatura desde el punto de vista político, cívico, a mí me marcó muchísimo y aunque después me he apartado mucho de Sartre creo que su idea de la literatura todavía de alguna manera sigue funcionando en mí mucho cuando escribo una novela o cuento una historia.

¿Y en lengua española?

Importantísimo El Quijote, que yo lo pude leer solo ya cuando estaba en la universidad. Yo traté de leer El Quijote cuando estaba en el colegio y me aburría, no entendía, me perdía con las frases tan largas, las palabras anacrónicas. Y después, cuando estaba en la universidad, leí un librito de Azorín, La ruta de Don Quijote, que a mí me marcó muchísimo y que me llevó a intentar otra vez, y esa vez ya pude leer El Quijote y pude, sobre todo, gozar de la riqueza extraordinaria de esa obra. A mí me marcaron mucho las novelas de caballería, fui muy lector de novelas de caballería cuando estaba en la universidad y sobre todo una de ellas que citaría entre esos libros claves que es Tirante el Blanco (se cree que de Joanot Martorell), una novela medieval con la que prácticamente se cierra el ciclo caballeresco y que para mí fue muy, muy importante, me dio una idea de la novela como la novela total, la novela que abarca todos los aspectos de una sociedad.

¿Alguno más?

Citaría Guerra y paz, de Tolstói, otro libro que fue para mí fundamental cuando lo leí, que he releído, además, sin que me decepcionara –porque me ha pasado muchas veces de releer libros que me gustaron mucho y que después se me caían de las manos–. Pero Guerra y paz no, la he releído y he encontrado más riqueza todavía que en la primera lectura.

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