Asalto a Ferraz

05 / 12 / 2016 Luis Calvo
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Susana Díaz cree que el próximo congreso puede ser su última oportunidad para cruzar Despeñaperros. Mantiene contactos con barones, cuadros medios y notables del partido para aislar a sus rivales. 

El expresidente Zapatero compartirá un acto con Susana Díaz el próximo día 16 en Jaén

Susana Díaz está acostumbrada a medir tiempos y apoyos, a esperar y no dar un solo paso hasta estar segura de no equivocarse. Desde que se afilió a las Juventudes Socialistas, hace 31 años, ha librado multitud de peleas internas y apenas ha perdido nunca. Siempre apuesta a caballo ganador. Solo falló una vez, en 2012 cuando se decantó por Carme Chacón frente a Alfredo Pérez Rubalcaba, y muy pronto supo restañar heridas y hacerse imprescindible para el vencedor. Es una superviviente. Mientras todos sus jefes iban cayendo en desgracia y abandonando la primera línea política, ella, con paciencia, sin asumir riesgos innecesarios, ha seguido creciendo políticamente, eliminando uno a uno a todos sus rivales. Un larguísimo reguero de cadáveres políticos lo avala desde su llegada a las Juventudes. La única estrategia es simple: solo lucha las batallas que sabe que va a ganar y, a ser posible, por aplastamiento. Por eso entre sus colaboradores más cercanos no sorprendió cuando el 10 de junio de 2014, después de pensarlo mucho, anunció que por el momento no cruzaría Despeñaperros y posponía, que no anulaba, su asalto a Ferraz.

La presión de Eduardo Madina (ahora fiel aliado) pidiendo el voto de los militantes le hizo dudar entonces de su victoria. Prefirió esperar y apostar todo por Pedro Sánchez, un desconocido diputado que gracias a su apoyo consiguió derrotar al dirigente vasco. No era, advertían ya en aquel momento sus colaboradores, una retirada, sino un paso atrás, una forma de coger carrerilla y evitar daños innecesarios. Pronto, insinuaban, llegaría el momento. Nadie esperaba entonces que Sánchez se rebelara contra la andaluza. Solo una semana después de tomar el cargo, el madrileño ya se había postulado como candidato a La Moncloa. Tampoco esta vez Díaz se atrevió a pararle los pies a un rival que se antojaba más fuerte de lo que esperaba. Había comenzado una época negra para el PSOE que deja el partido con sus peores resultados históricos, carente de credibilidad y hundido en todas las encuestas como tercera fuerza política del país. Al mismo tiempo, la presidenta, lejos de renunciar a sus aspiraciones, comenzaba una larga marcha hacia el poder. Sin prisa, pero sin pausa. Como Mao Tse Tung durante la huida del Ejército Rojo de las fuerzas regulares chinas, que acabó por consolidarle frente a todos sus rivales del Partido Comunista y a la postre como padre de la República Popular China.

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