Artur Mas tiene miedo de acabar como Ibarretxe

21 / 07 / 2014 Antonio Fernández
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El actual presidente de la Generalitat de Cataluña ha sido  advertido de que si las cosas le salen mal puede acabar con CiU hundida electoralmente y con él condenado al ostracismo.

Nada menos que cinco informes sobre diversos aspectos del proceso catalán acaba de recibir el presidente catalán, Artur Mas, de manos de Carles Viver Pi-Sunyer, exvicepresidente del Tribunal Constitucional y presidente ahora del Consejo Asesor para la Transición Nacional (CATN). O sea, el comité de sabios que aconseja al president sobre todas las cuestiones legales que implican no solo el referéndum, sino la independencia y la formación de un nuevo Estado catalán separado de España.

En todo este proceso, Artur Mas ha tenido que jugar siempre con muchas variables, desde cómo articular un frente soberanista que agrupase fuerzas políticamente antagónicas hasta la ponderación de sus relaciones con el Gobierno central pasando por la movilización de la “sociedad civil”, el papel asignado a Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), la búsqueda de un resquicio legal para poder realizar la consulta, la elaboración de un compendio de jurisprudencia para la creación de “estructuras de Estado”, o la misma confección de la pregunta del referéndum independentista del 9 de noviembre.

Todo ello había llevado al presidente catalán a un laberinto del que muy pocos veían la salida. Al menos, una salida airosa para el propio Mas, que durante los últimos meses ha recibido varias veces un mismo mensaje: su destino será similar al del lendakari Juan José Ibarretxe, instalado en el ostracismo desde que su famoso plan fuese rechazado por el Congreso de los Diputados.

La salida del laberinto, no obstante, parece hoy más cercana que nunca. “Artur Mas es el único que tiene un plan B para después del 9 de noviembre. Ni el Gobierno central ni ERC lo tienen, pero él sí: convocar elecciones plebiscitarias”, asegura a este semanario un alto cargo del Gobierno catalán. Pero eso no es tan sencillo como parece. Hasta ahora, el proceso independentista le ha costado a CiU al menos la mitad de sus diputados: de los 62 que sacó en 2010, pasó a 50 en 2012 y las encuestas le dan ahora alrededor de 30. En cambio, ERC, la formación socia de Gobierno, aunque sin estar en el gabinete, no ha dejado de cosechar votos y escaños desde que comenzó el proceso y los últimos sondeos le vaticinan una victoria en las próximas elecciones autonómicas, desbancando por primera vez a CiU.

Lo cierto es que la imagen transmitida hasta ahora es singular: CiU se lleva los reproches por las políticas de austeridad y los recortes que ha tenido que acometer para rebajar el déficit, mientras ERC es vista como la gran impulsora del proceso independentista. Por ello a los convergentes les interesa que el desgaste también fuese asumido en justa proporción por los republicanos.

En los últimos meses, Artur Mas adoptó una estrategia muy clara y directa: tomar la iniciativa en todo. “Le han dicho de todo, entre otras cosas que es un títere en manos de Carme Forcadell, la presidenta de la Asamblea Nacional Catalana (ANC). Pero eso no es cierto. Más bien es al revés: Forcadell sigue punto por punto las consignas que le vienen de la presidencia de la Generalitat. Que nadie se confunda. En estos momentos es Artur Mas quien lidera todo el proceso y quien marca los tiempos”, asegura una fuente de la Generalitat.

Estrategia y esperanza.

El president dejó caer también hace unos días su intención de acabar la legislatura. No fue un desliz involuntario o un deseo, sino uno de los puntos de su hoja de ruta: si consigue que ERC entre en el Ejecutivo catalán (con la excusa de consolidar aún más la acción de Gobierno en el último tramo antes del referéndum), podría tener la posibilidad de mantener su apoyo durante toda la legislatura. Y además, le interesa por otra razón: con el paso del tiempo y la salida de la crisis económica espera que CiU remonte en las encuestas y vuelva a ser el primer partido de Cataluña.

En el sector duro de Convergència, las cosas no se ven tan claras. “El problema de un laberinto es cuando cambias el camino, pero nosotros no lo hemos cambiado. Seguimos manteniendo que la salida será la votación del 9 de noviembre. Si no se materializa esa clara voluntad del pueblo catalán, no saldremos del laberinto”, dice a este semanario Francesc Sánchez, responsable de Régimen Interno de CDC.

Sánchez recuerda que “el 80% de los catalanes quiere ser consultado. ¿Porqué no lo permiten? Además, estamos dando por hecho que el pueblo catalán quiere la independencia, pero nadie lo sabe. Dejémosle votar y lo sabremos. A lo mejor nos llevamos la gran sorpresa y resulta que lo que la mayoría de catalanes quiere es mantener el mismo statu quo que ahora con España. Pero para nosotros la realización de la consulta es irrenunciable”.

Lo que sí reconocen desde Convergència es que “en estos momentos ya comienza a haber mucha documentación y bien trabajada, como han hecho los escoceses. El CATN ha dibujado todos los escenarios posibles de esta transición y su labor es como un libro blanco del proceso, donde se explica cómo hacer la transición”.

La última carta.

Pero aunque existe la consigna de que públicamente está prohibido ser derrotista (es decir, admitir que el referéndum no se podrá hacer), tanto las cúpulas de CiU como de ERC admiten en privado que será casi imposible de llevar a cabo. El último clavo (ardiendo) que le queda a Artur Mas es la ley de consultas catalana, que queda lista ahora y será llevada al pleno parlamentario en septiembre. El president quiere aprovecharla para convocar la consulta, pero el Gobierno central la recurrirá ante el Constitucional, por lo que automáticamente quedará paralizada y no podrá utilizarse como base jurídica para la convocatoria de la consulta. Porque Artur Mas no quiere verse como el general de García Márquez en su laberinto, cuando le inquirieron: “Ya tenemos la independencia, general, ahora díganos qué hacemos con ella”. El president ya tiene a su consejo de sabios que le ha dictado todas las respuestas posibles a esta pregunta. Y los propios protagonistas de este proceso son conscientes de que “el problema no es la independencia. Que nadie se piense que si hay referéndum al día siguiente seremos independientes. El día después tendremos que gestionar los resultados”. Ya lo decía el general Bolívar: “La independencia es una simple cuestión de ganar la guerra. Los grandes sacrificios vendrán después, para hacer de estos pueblos una sola patria”. Pero a Artur Mas, es su propia guerra la que se le está atragantando.

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