Aquel viaje mochilero de Obama por España

10 / 06 / 2016 Antonio Rodríguez
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El presidente de EEUU pasó en 1988 unos días en Madrid y Barcelona antes de poner rumbo al pueblo de su padre en Kenia. Ahora, 28 años después, Obama regresa a España para, entre otras cosas, conocer la ciudad donde se instalará su hija mayor.

 En 1988, con 26 años, Barack Obama se encontraba sumido en un mar de dudas tras dejar atrás Nueva York, donde había estado viviendo unos meses con una novia blanca, e instalarse de nuevo en Chicago. Allí empezó su tarea de organizar de actos vecinales en barrios pobres. En aquel momento pasaba por una crisis personal y antes de ingresar en la elitista escuela de Derecho de Harvard decidió conocer sus raíces kenianas.

Seis años antes, en el corazón del África negra, había fallecido su padre, al que apenas había conocido en vida. De camino al continente negro, Obama se detuvo en Europa. Llegó solo, con una mochila a la espalda, y en tres semanas conoció Londres, París Roma, Madrid y Barcelona. En el libro autobiográfico Los sueños de mi padre (1993), Obama relata este periplo europeo en busca de sus señas de identidad africanas antes de convertirse en político.

“¿Me ayudaría este viaje a Kenia a llenar finalmente este vacío? Mis amigos de Chicago así lo creían. Sería como conocer tus raíces, me dijo Will en mi fiesta de despedida. Un peregrinaje, añadió Asante. Para ellos, y para mí, África se había convertido en un ideal en vez de un sitio en concreto, en una nueva tierra prometida, llena de tradiciones antiguas, vistas de ensueño, luchas nobles y el resonar de los tambores”, relata en sus memorias.

Tras escribir estas líneas, Obama recuerda su paso por España y, concretamente, su encuentro con un senegalés al que conoció en un punto indeterminado de la carretera A-2. “Había estado esperando un autobús nocturno en un bar de carretera a mitad de camino entre Madrid y Barcelona. Unos pocos ancianos estaban sentados en las mesas y bebían vino en unos pequeños vasos”. Al actual mandatario le impresionó que el cristal de los vasos hubiera perdido toda transparencia de tanto usarlos.

Aquel veinteañero que apenas había salido de Hawai en su niñez se sorprendió de encontrar allí una mesa de billar. Había que matar el tiempo en mitad de la noche, así que echó una moneda, colocó las bolas sobre el tapete, le puso tiza al taco y empezó una partida en solitario en aquel lugar, posiblemente la estación de servicio Rausan, ubicada a las afueras de Alfajarín (Zaragoza) y que desde hace décadas es conocida por los camioneros de la A-2 por no cerrar nunca de noche.

Este bar de carretera, justo antes de la entrada al desierto de los Monegros, era en los años ochenta donde la compañía Aratesa hacía la parada de descanso en el trayecto nocturno que salía poco antes de medianoche de la estación madrileña de la calle Alenza y que llegaba al alba a la Estación Norte de Barcelona.

Temporero

“Cuando estaba terminando, un hombre que vestía un fino jersey apareció de la nada y me preguntó si quería un café. No hablaba inglés y su español no era mucho mejor que el mío, pero tenía una sonrisa ganadora y la urgente necesidad de encontrar a alguien que le hiciese compañía”, relata Obama.

El joven africano le contó mientras les servían los cafés que provenía de Senegal y que llevaba un tiempo trabajando de temporero en España. Le enseñó una foto que llevaba consigo de su mujer, a la que había tenido que dejar en su país de origen y con la que esperaba reunirse de nuevo cuando tuviera algo de dinero. “Proseguimos el trayecto a Barcelona juntos, sin que hablásemos mucho y él girándose a menudo hacia mí para explicarme las bromas de un programa que ponían en el aparato de televisión que estaba colocado encima del conductor”.

El autobús llegó a la Ciudad Condal antes del amanecer y ambos se bajaron en una parada desvencijada, pues aún no habían empezado las obras para reconstruir la estación de cara a los Juegos Olímpicos de 1992.

En vez de irse cada uno por su lado, el inmigrante senegalés le hizo señas con la mano para que se acercase con él a una pequeña palmera que crecía junto a la parada. “De su mochila sacó un cepillo de dientes, un peine y una botella de agua que me entregó con gesto ceremonial. Y juntos nos lavamos bajo la niebla matinal antes de alzar las mochilas a la espalda y caminar hacia la ciudad”, explica en su libro.

¿Quién era aquel africano con el que Obama había entablado amistad? El hoy presidente de EEUU dice no recordar su nombre, pero sí que le pareció “otro pobre hambriento” lejos de su casa en el continente negro, “uno de los numerosos hijos de las viejas colonias (...) que ahora rompían las barricadas de sus antiguos amos, organizando su propia invasión harapienta y caótica. Y, sin embargo, cuando caminábamos hacia la Rambla, sentí que lo conocía mejor que a nadie; que, aunque viniésemos de partes opuestas del mundo, de alguna manera hacíamos el mismo viaje”.

Al despedirse, quiso seguirle y “vivir una vida de carreteras sin fin y amaneceres azules”. Pero el futuro mandatario entendió en aquel momento que ese deseo era “romántico”, una idea “tan parcial” como la que tenía del Viejo Continente o de esa África ignota para él.

En Barcelona se puso fin a este encuentro casual entre un pobre trabajador subsahariano que le ofreció agua e invitó a café al que hoy en día es el hombre más poderoso del planeta. Un gesto que quedó “en un pequeño acto de bondad” por parte del primero y que ayudó a Obama a acercarse a sus orígenes africanos.

El presidente de EEUU no ha vuelto a España desde entonces, aunque guarda un grato recuerdo de aquel viaje mochilero y no ha tenido inconveniente en evocar algunos de sus aspectos cuando alguien se lo ha recordado. En 2009, por ejemplo, el entonces presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, aprovechó su primera visita a la Casa Blanca para regalarle una guía turística de Cataluña y Barcelona tras leer este fragmento de Los sueños de mi padre.

A partir de ahora sí que va a oír hablar más de nuestro país, ya que Malia, la hija mayor del matrimonio Obama, tiene previsto pasar unos meses en Sevilla reforzando su conocimiento del castellano, una lengua en la que se maneja bastante bien, ya que pudo ejercer de traductora improvisada con su padre cuando ambos pasearon por La Habana en el histórico viaje del mandatario estadounidense a Cuba en marzo.

Año sabático

El presidente de EEUU llegará a la capital andaluza en la tarde del 9 de julio, procedente de Varsovia, donde ese día y el anterior se celebrará la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la OTAN. Es muy posible que su esposa Michelle y sus hijas viajen directamente a Sevilla desde Washington para encontrarse con él, ya que los cuatro quieren conocer la residencia en la que la joven adolescente pasará unos meses.

Malia acaba de terminar sus estudios de secundaria en la Sidwell Friends School y la Casa Blanca ya ha adelantado que en octubre de 2017 comenzará su carrera universitaria en la Universidad de Harvard. En Estados Unidos existe lo que se llama el gap year, una especie de año sabático entre los estudios de secundaria y la universidad que los jóvenes norteamericanos aprovechan para viajar al extranjero y mejorar su nivel de lenguas, hacer trabajos de voluntariado para una ONG social o una entidad religiosa, o simplemente viajar.

Malia Obama se dedicará a lo primero en la capital andaluza, según han indicado fuentes diplomáticas españolas a TIEMPO, y no se descarta que se dedique a hacer turismo por otros lugares de Andalucía y España como haría cualquier persona de su edad con varios meses de asueto por delante. La opción de una beca de trabajo en la embajada estadounidense en Madrid, que dirigirá James Costos hasta final de año, es muy complicada porque estos puestos se conceden a estudiantes que están a punto de terminar su carrera universitaria, algo que no sucede en el caso de Malia. Más previsible es que, por cuestiones de seguridad, la hija mayor del matrimonio Obama se hospede en la residencia del embajador cuando vaya a Madrid, pero no se espera que dicha estancia en la capital se prolongue más allá de unos días.

Hasta ahora no se sa bía que Malia tuviese interés en esta ciudad española, aunque el equipo de fútbol del Sevilla tuvo un detalle con ella hace unos años que puede haber influido ahora en su decisión. En 2009, al poco de la llegada de Obama a la Casa Blanca, el club hispalense regaló a la joven y a su hermana Sasha sendas camisetas personalizadas. Las hijas de Obama son muy aficionadas al fútbol, por lo que el Sevilla FC quiso tener un detalle con ellas. Las camisetas de Malia y Sasha portaron los números 20 y 44. El primero de ellos fue elegido por ser el 20 de enero de aquel año cuando Barack Obama fue proclamado presidente a los pies del Capitolio. Y el segundo, porque el mandatario norteamericano se convirtió en el presidente número 44 de su país.

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