21-D, Cataluña dividida

02 / 01 / 2018 Antonio Fernández
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Puigdemont vuelve a desafiar al Estado y a Rajoy en medio de la división de la sociedad catalana. Arrimadas logra una victoria histórica, pero estéril, para el no independentismo.

Inés Arrimadas, tras conocer su victoria. Foto: ERIC GAILLARD/Reuters

Por primera vez desde el restablecimiento de la democracia, un partido no nacionalista ganó las elecciones en Cataluña con una mayoría de escaños y votos. Ciudadanos, una formación joven, que apenas hace una década era casi marginal, se hizo con la victoria en las elecciones más atípicas que han tenido lugar en esta comunidad. La líder del partido naranja, Inés Arrimadas, se llevó más de 1.100.000 votos y 37 escaños, pero quien canta victoria es el expresidente de la Generalitat huido en Bélgica, Carles Puigdemont, que partía con todos los pronósticos en contra pero que acabó segundo, con 940.000 sufragios y 34 diputados, seguido muy de cerca por ERC, con 929.000 votos y 32 representantes.

Estas han sido unas elecciones únicas. Extrañas y únicas. El voto útil constitucionalista hundió al PP, que acabó perdiendo ocho escaños y grupo parlamentario propio. Quien se benefició fue Ciudadanos, que arañó al mismo tiempo mucho voto en el cinturón rojo y lastró el crecimiento del PSC de Miquel Iceta. Y el voto útil independentista derrotó a ERC, que partía como favorita, a favor de Puigdemont. Además, dos de las principales fuerzas que concurrían no contaban con sus cabezas de lista: uno (Puigdemont) se encuentra huido en Bélgica y su segundo, Jordi Sánchez, expresidente de la Asamblea Nacional Catalana (ANC), en la cárcel. El otro partido, ERC, tiene a su líder, Oriol Junqueras, también en la cárcel y a su segunda, Marta Rovira, número dos de la candidatura, a punto de ser imputada en el sumario sobre el 1-O.

“El estado español ha sido derrotado”

Curiosamente, los independentistas llevan semanas advirtiendo que estas eran unas elecciones ilegítimas, pero tras conocer los resultados se consideran legitimados, quizá porque les son favorables. Puigdemont advirtió desde Bruselas que “la República catalana ha ganado a la monarquía del 155. Que lo entiendan bien, que tomen nota. El Estado español ha sido derrotado”. La republicana Marta Rovira también se pronunció en términos idénticos: “La República ha ganado al artículo 155. El independentismo ha vuelto a ganar las elecciones y las ha perdido Rajoy. Las planteó como un plebiscito y ha ganado la República”. Su compañera de partido y exportavoz, Anna Simó, fue incluso más dura: “El independentismo se ha consolidado con una mano atada a la espalda y con juego poco limpio del Gobierno español por aplicar el 155”. Incluso el portavoz de la ANC, Agustí Alcoberro, se pronunció de manera similar: “Los resultados revocan el artículo 155 y ratifican la República que se votó en el referéndum del 1 de octubre”.

La secretaria general de Esquerra admitió que su formación esperaba quedar como primera fuerza, pero ante los resultados objetivos, el partido republicano “trabajará como ha hecho siempre, a favor del mandato democrático de los ciudadanos de Cataluña”. Ello implica que Puigdemont tiene garantizado el apoyo de ERC a su investidura, porque no hay duda de que el exconvergente le ganó el pulso al republicano Oriol Junqueras, que era el favorito de los sondeos y que solo pudo arañar un tercer puesto, a pesar de poner en valor su prisión preventiva y presentarse como la verdadera víctima de la acometida del Estado español. Con este resultado electoral, pues, Puigdemont aspira a gobernar de nuevo. Pero ha de tejer una red de complicidades con otras fuerzas, ya que entre Junts per Catalunya (JxCat) y ERC suman solo 66 escaños y la mayoría absoluta está situada en los 68 diputados.

De momento, queda prácticamente descartado un Gobierno presidido por Inés Arrimadas. Los 17 escaños del socialista Miquel Iceta y los tres del popular Xavier García Albiol no le llegan para ocupar el Palau de la Generalitat, a pesar de que entre los tres sumen cinco diputados más que en la anterior legislatura. La gran paradoja es que Inés Arrimadas, que ha sido la vencedora en las elecciones, no podrá gobernar nunca. Si el bloque independentista vota en su contra, es imposible que pueda ser investida, porque a los 66 escaños de JxCat y ERC hay que añadir cuatro diputados más de la CUP. La aritmética, pues, vuelve a dividir a la sociedad catalana y las dos Cataluñas reaparecen tras el recuento electoral: el bloque independentista (JxCat, ERC y la CUP) acapara 2.063.000 sufragios, el 48,25% del total, y 70 escaños; el resto de fuerzas (Ciudadanos, PSC, Catalunya En Comú-Podem y PP) llega a 2.212.000 votos y el 51,75% del censo, pero solo tiene 65 escaños. En la anterior legislatura, el bloque secesionista tenía 72 y el bloque constitucionalista llegaba a los 63. Las posiciones, pues, han cambiado muy poco, aunque la lectura que se hace es muy diferente, porque por primera vez un partido no nacionalista gana unos comicios autonómicos.

Ante la continuidad de los bloques y la composición del nuevo Parlamento, solo queda la posibilidad de un Gobierno presidido por Carles Puigdemont, que encabeza la lista más votada del bloque secesionista. No le va a ser fácil, porque en ese bloque hay problemas y los anticapitalistas de la CUP no están dispuestos a facilitarle la tarea. El cabeza de lista de los anticapitalistas, Carles Riera, admitió tras las elecciones que “la República del 1 de octubre ha ganado” y que “el golpe de Estado del 155 ha quedado derrotado y deslegitimado”, a pesar de que “el Estado ha jugado todas sus cartas y no ha podido ganar”. 

“Cuatro escaños de oro”

La CUP bajó de 10 a 4 diputados, pero aun así tiene una de las llaves de la gobernabilidad de Cataluña. De ahí que Riera advierta que tiene “cuatro escaños de oro claves”. Fuentes de la formación anticapitalista señalan a TIEMPO que “hay una cierta sintonía con Carles Puigdemont”, pero se le pondrán a este encima de la mesa duras condiciones para investirle presidente. La primera de ellas es “que se comprometa” a implementar la República que fue votada el 1 de octubre.

La segunda condición es que “no abra ninguna negociación con el Estado español”. La tercera es abrir “un proceso constituyente” y que se haga efectiva la desobediencia. Y la cuarta, que “asuma una agenda social que se ha de negociar”. Claro que esta negociación depende de los resultados y la CUP parte de una posición de debilidad que le da la pérdida de seis de los diez escaños que tenía. Además, los anticapitalistas se quedarán sin grupo parlamentario propio. “Perdiendo ERC y sacando nosotros menos escaños, la agenda social que podamos imponer es menor”, reconocen las fuentes citadas.

La clave está en el papel de la CUP, que podría votar en contra de la investidura en una primera vuelta. En segunda votación, a Puigdemont le bastaría con la abstención de los cuperos para ser elegido president con los votos de ERC, ya que la oposición sumaría solo 65 escaños frente a los 66 que tendrían JxCat y ERC. Y, en ese supuesto, ya solo necesitaría una mayoría simple.

¿Dejará la CUP que el exconvergente vuelva a asumir la presidencia de la Generalitat? Es muy pronto para afirmar una cosa u otra. Los anticapitalistas reconocen a este semanario que “esta ha sido una legislatura interruptus. Estas elecciones fueron convocadas por España, no por el president legítimo. Debemos reconocer que Puigdemont ya era presidente antes del 155 y lo que ahora se hace es volver a instaurar el Gobierno republicano anterior, que no era del PDECat, sino de Junts pel Sí. De todos modos, comenzaremos a debatir nuestro posicionamiento en las próximas semanas”. En resumidas cuentas, que los cuperos se pegaron el gran batacazo, pero saben que continúan siendo decisivos y explotarán esta circunstancia. 

Optimismo convergente

 En las filas convergentes hay optimismo. Elsa Artadi, jefa de campaña de Puigdemont, aseguró la misma noche electoral que los resultados del expresident fueron “excepcionales en unas elecciones excepcionales”. Y el exconsejero de Presidencia Jordi Turull (que salió de la cárcel en la primera semana de diciembre), lanzó un mensaje irónico: “Hola, Soraya. El Gobierno Puigdemont ha ganado y las urnas han descabezado al PP”. Se vengaba así de las palabras de la vicepresidenta del Gobierno español, Soraya Sáenz de Santamaría, que unos días antes había declarado durante la campaña electoral que el PP había “descabezado” al movimiento independentista, provocando una airada respuesta desde las filas soberanistas por insinuar que eran unos delincuentes.

Las próximas semanas, no obstante, comenzará una dura negociación con los anticapitalistas de la CUP para comprar la abstención de esta formación. ¿Hasta dónde está dispuesto a llegar Puigdemont? ¿Puede retomar la unilateralidad para conseguir el favor de los antisistema?

Desde algunos círculos del PDECat se descarta la vuelta a esa dinámica, pero habrá que esperar acontecimientos. El expresident ha actuado hasta ahora por libre, sin consultar a su partido y la decisión de hasta dónde ha de ceder dependerá de él mismo y de sus asesores, algunos enfrentados incluso al PDECat. A Puigdemont le quedaría una segunda opción para zafarse de la presión de la CUP: que Catalunya en Comú-Podem (CECP), liderada por Xavier Domènech, le dé su apoyo. Pero los comunes no están por la labor y no investirán nunca a Puigdemont. Ya lo anunció Domènech y lo ratificó luego su valedora, Ada Colau. Por tanto, a Puigdemont le resultará más fácil convencer a la CUP de su abstención que a CECP.

En realidad, el descarte de la formación morada para la formación de Gobierno es un bálsamo para Colau y los suyos, que no querían ser los protagonistas de un bloqueo histórico del Parlamento. “Que el bloqueo lo hagan los de la CUP”, admiten en voz baja, mientras los anticapitalistas le quieren pasar a CECP la pelota: “Ellos son la segunda llave. Nosotros ya pusimos las condiciones. Si no las aceptan, que se moje Domènech”, dicen desde la CUP. Los comunes, en cambio, se sacaron de la manga sus propias normas para justificar su posicionamiento: solo apoyarían un Gobierno progresista y no bendecirán nunca a un president de derechas, sea o no independentista. Por tanto, ni Puigdemont ni Arrimadas tendrán los votos de CECP. 

Cuatro elecciones en siete años

Si el bloqueo persiste –y los anticapitalistas se mantendrán firmes en exigir una estrategia de unilateralidad y desobediencia–, las elecciones no habrán servido para nada. Si acaso, para constatar que el equilibrio de fuerzas es muy similar al de la pasada legislatura. Pero lo peor de todo es que Carles Puigdemont no podrá ser investido y, por tanto, a principios de abril se deberá disolver el Parlamento y se convocarán nuevas elecciones. Un auténtico fracaso de la política catalana, que ya lleva en siete años cuatro elecciones autonómicas y está a punto de convocar las quintas (más tres elecciones legislativas, dos municipales y unas europeas).

Lo que ahora está por ver es si Carles Puigdemont regresa a tierras catalanas, tal y como había prometido, lo que provocaría su detención inmediata. ¿Puede ser esa detención la moneda de cambio para que la CUP permita que JxCat pueda gobernar la próxima legislatura? Es difícil que sea así. Los anticapitalistas no se dejarán engatusar por el sentimentalismo y pedirán contraprestaciones a cambio de facilitar la formación de un Gobierno. La prisión de Puigdemont no les soluciona nada. Ya lo dijo el cupero Carles Riera: “Tenemos cuatro escaños de oro claves”.

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Carles Riera (CUP) y Xavier Domènech y Ada Colau (Catalunya en Comú). Fotos: M. Pérez y A. García/EFE

Consecuencias en España

El miedo a ciudadanos crece en PP y PSOE

La victoria de Ciudadanos en Cataluña, obtenida con claridad sobre el segundo partido más votado y más allá de lo que le adjudicaban las encuestas, junto con el hundimiento casi total del Partido Popular, puede influir decisivamente en la relación de fuerzas en toda España. El fuerte ascenso del partido de Albert Rivera puede catapultar la tendencia a arañarle votantes al PP. Uno de los tres mensajes que envió el líder de Ciudadanos la noche electoral lo dedicó a apostar por este cambio. Ciudadanos es el único partido con implantación en toda España que ha mejorado su resultado de forma rotunda. Ya no está tan claro que unas elecciones generales con un fuerte componente de debate sobre Cataluña beneficie al PP, sino que Rivera podría ser quien recoja los frutos. 

La fuerte caída del Partido Popular erosiona a Mariano Rajoy por la gestión de la crisis catalana. Los partidos con posibilidades de gobernar en España difícilmente lo hacen con tan pocos votos en Cataluña. La única esperanza es que el distinto comportamiento de los votantes en las autonómicas respecto a las generales consiga amortiguar este castigo. Además de las posibles repercusiones electorales, está por ver si el resultado trae como consecuencia un cambio en la política del PP hacia el proceso independentista. 

El PSC de Miquel Iceta solo ha ganado un escaño. Es la primera vez que sube desde 1999, aunque muy por debajo de las expectativas que le daban las encuestas. Pedro Sánchez es el líder de los partidos nacionales que tiene que hacer más equilibrios internos, con lo que los resultados en Cataluña son más trascendentes desde ese punto de vista. El PSOE es ahora otro de los candidatos a que Ciudadanos les robe votantes en unas elecciones generales. Por último, la caída de los comunes está en línea con el retroceso de Podemos que le adjudican las encuestas en toda España. Y Colau ya no sirve tanto de referente.— JAVIER OTERO

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Rajoy, president en funciones; las incógnitas deJunqueras y Puigdemont; y nuevas elecciones en primavera

La próxima parada tras el 21-D será, como muy tarde, el 23 de enero, cuando expiran los 20 días hábiles que el Reglamento del Parlament fija entre las elecciones y el pleno de constitución de la Cámara. Correspondería al presidente en funciones de la Generalitat convocarlo, pero como el Govern fue destituido en aplicación del artículo 155, podría ser el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, quien asuma esta competencia. Sin confirmación de Moncloa y por una mera regla de tres, fuentes parlamentarias creen que debería ser él, ya que fue Rajoy quien convocó las elecciones en octubre. Esta sesión, donde se elegirá al presidente y la Mesa, será el inicio del proceso para investir un nuevo president. El nuevo presidente del Parlamento catalán celebrará una ronda de contactos con los grupos para designar un candidato a la investidura. Será a contrarreloj, puesto que, a diferencia de las Cortes Generales, donde el Rey no tiene plazo para proponer un candidato a la investidura, en el Parlament la primera votación debe ser 10 días hábiles después de su constitución. Llegamos así al 6 de febrero y, si no se supera una votación por mayoría absoluta, habría otra en 48 horas, el 8 de febrero, donde la mayoría simple sería suficiente.

Si tampoco hay investidura, empiezan a contar dos meses al cabo de los cuales han de convocarse nuevas elecciones. Llegaríamos así al 9 de abril. En condiciones normales, las debería convocar el presidente en funciones de la Generalitat. En las actuales, quizá Rajoy o, como mucho, la vicepresidenta del Gobierno, suponen en Barcelona. Según la ley electoral estatal, estas nuevas elecciones deben celebrarse dentro de un plazo de 54 días, que expiraría el sábado 2 de junio.

El camino a la investidura está marcado por las particularidades de la tradición parlamentaria catalana y por la situación de Carles Puigdemont, huido en Bélgica, y de Oriol Junqueras, en prisión, que abren interrogantes sobre lo que se puede esperar en las próximas semanas. No están inhabilitados y podrían ser candidatos a la investidura, si así lo propone el presidente o presidenta del Parlament tras hablar con los grupos. El Reglamento dice que para ser candidato hay que ser diputado, condición que ya tendrán a esas alturas porque podrán haber hecho los trámites previos a distancia. No tienen que presentar personalmente su credencial para obtener su acta de diputado, porque eso suele hacerlo un representante de sus partidos, y tampoco su declaración de bienes. Como particularidad catalana, pueden jurar o prometer la Constitución y el Estatuto por escrito. Sí deberían asistir a la sesión de investidura en la que alguno de los dos fuera candidato. En el caso de Junqueras, ERC tiene un estudio que apunta la posibilidad de pedir permiso a Instituciones Penitenciarias para que pueda asistir a los plenos de investidura. En él se cita el precedente de Juan Carlos Yoldi, encarcelado como presunto miembro de ETA, a quien en 1986 se le permitió salir de la cárcel para presentar su programa como candidato de HB a lendakari. En 1987, al diputado navarro Guillermo Arbeloa, también de HB y en prisión por presunta pertenencia a ETA, no se le permitió ser candidato, pero sí asistir a un debate de investidura donde fue portavoz de su grupo. Al convertirse de nuevo en diputado, a Puigdemont le asistirá una inmunidad parlamentaria que, una vez en España, solo puede levantarse automáticamente si es hallado cometiendo un delito in fraganti. Fuentes jurídicas apuntan que ser reclamado por un juzgado, en este caso, la Audiencia Nacional, no puede considerarse delito flagrante, de manera que no se descarta que hubiera que acudir a pedir un suplicatorio.

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Oriol Junqueras. Foto: JUAN MANUEL PRATS

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