Víctor Amela

22 / 06 / 2012 14:21 Álvaro Nieto
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Víctor Amela (Barcelona, 1960) es uno de los mejores entrevistadores de España y el decano de los críticos de televisión. Inquieto, culto y transgresor, acaba de publicar un libro, ‘Casi todos mis secretos’ (Ediciones B), en el que practica un curioso ‘striptease’: se desnuda por dentro y por fuera sin el más mínimo rubor y, quizás lo más importante, riéndose de sí mismo. Un libro inteligente en estos tiempos tan mediocres.

“El secreto de la vida es saber disfrutar de todo”

En su libro habla incluso de su prepucio. ¿No le ha dado pudor contar ciertas cosas íntimas?

Una vez Cela dijo que escribir es exagerar. Yo creo en eso. Si no le pones un poco de salsa a las cosas, no tienen valor literario.

Repasemos algunos de sus secretos: no me creo que se tome una cucharada de aceite de oliva al día...

No lo hago todos los días, pero sí cada vez que me acuerdo. El aceite es antinflamatorio y anticancerígeno, por eso lo hago.

“Cataluña soy yo”, llega a decir en un capítulo a propósito del nacionalismo.

En Cataluña uno de los temas favoritos de los medios de comunicación es el de la identidad y yo me siento muy interpelado por ese debate. Soy hijo de inmigrante granadina y de un barcelonés hijo de una persona de Castellón. Reivindico con orgullo la figura del charnego. Cataluña es charnega, mestiza. La persona que tiene ocho antepasados catalanes hoy en día es un exotismo.

Y encima usted aboga por el bilingüismo...

Por supuesto. El castellano es una lengua propia de Cataluña. Siendo el catalán la lengua natal, el castellano es la lengua adoptiva y me gustaría que, como a los hijos adoptados, se le tratase con el mismo cariño que a los hijos biológicos.

Es usted políticamente incorrecto: incluso defiende en otro capítulo la hamburguesa.

No me avergüenzo de ello. He vivido un par de momentos inolvidables comiéndome una hamburguesa. El secreto de la vida es saber disfrutar de todo: de comer en El Bulli y de comer en el Burger King.

Cuenta en el libro que una profesora le auguró en 1979 que el periodismo estaba acabado. ¡Qué visionaria!

Sí, fue un mensaje muy desmotivante. Mi experiencia me ha demostrado que es mentira: si hay ilusión y ganas al final uno encuentra la grieta por la que meterse.

¿Tiene futuro entonces el periodismo?

Creo que el periodismo no desaparecerá porque siempre habrá historias que contar y gente dispuesta a que se las cuenten.

Usted que lleva 1.500 entrevistas a sus espaldas en La Vanguardia, ¿me dice el secreto para hacer una buena entrevista?

La clave es tener ganas. Si tienes ganas de conocer a un personaje, el 50% del trabajo está hecho.

¿Cuál ha sido su entrevista más difícil?

Ha habido muchas. Un entrevistado me obligó a tirarme en paracaídas si quería hacerle una entrevista. Y recuerdo también a una novelista rusa a la que entrevisté haciendo de intérprete su hija, pero que resultó que apenas sabía español. Fue un sufrimiento entender las respuestas.

¿Qué entrevistado le ha impactado más?

Siempre me impactan aquellas personas que, a pesar de vivir con dificultades, en silla de ruedas o con parálisis cerebral, pasan por encima de ellas. Personajes anónimos que demuestran que está al alcance de todos vivir intensamente.

Usted es también el decano de los críticos de televisión en España. ¿Tenemos la peor televisión de la historia?

No lo creo. El problema es que pensamos que la tele nos tiene que hacer mejores, y eso es un error. Hemos depositado demasiadas esperanzas en la televisión.

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