Pablo Abraira

La verdad es que tiene cero pinta de Hércules.

No lo sé, porque no he tenido una relación muy especial con él. Mi vínculo es Mérida [el festival de teatro clásico].

Baladitas, amoríos, canciones juveniles, ¿dónde quedaron?

Antes de cancioncitas y todo ese jaleo estuve en el TEI [Teatro Español Independiente]. E hice Jesucristo, Evita y todo eso. Siempre ha habido una vinculación con el teatro. Las baladitas casi las llegas a detestar en un momento de tu carrera, por todo lo que llevan implícito. Pero asumí que con las canciones éramos un vehículo capaz de trasladar a personas a momentos, habitualmente gratos, que habían vivido en su vida.

En Encadenado decía: “Mezcla de fiera y mujer, piel de novicia”. Para habernos matado.

¿No le parece bonito? A mí me parece una descripción fantástica. Un poco utópica, tal vez, pero desde luego amplia.

¿Y usted qué sabe de la piel de novicia? ¿Tiene datos?

Cuando en las canciones intentas buscar algún concepto poético no tiene que ser necesariamente basado en tu conocimiento. Me imagino que a lo largo de mi vida habré conocido alguna piel de novicia. Lo que sí recuerdo es que de pequeño, cuando iba a las monjas del hospital de San Luis de los Franceses, en la calle Claudio Coello, de Madrid, sí tenían una piel especialmente blanca.

¿Está aún para hacer los doce trabajos?

La obra es un concepto un tanto surrealista. Aquí se representa mi historia y yo estoicamente presencio una parodia de mi vida perdiendo los papeles solamente una vez. Estaría bueno que tuviera que levantarme las columnitas.

¿En la vida civil también se rebela contra el destino?

No, porque tampoco creo mucho en él. Me rebelo contra las injusticias. E intento ser coherente. No dedico demasiado tiempo ni al ayer ni al mañana, porque la vida es lo que pasa hoy.

¿Tiene los pies más cerca del Olimpo o de la tierra?

Se puede estar con los pies en la tierra y disfrutar del Olimpo. Pero si estás demasiado anclado, igual eso te impide ver que hay un Olimpo también. Mi Olimpo es la existencia. Comprendo que pueda sonar filosófico.

Más bien me deja sin palabras.

Consiste en estar en paz conmigo mismo, tratar de hacer todo lo que pueda para convertir la vida en algo más agradable, no solo para mí sino para los que me rodean.

A estas alturas, ¿es gavilán o paloma?

Yo ahora soy unos días gavilán y otros, paloma. Porque, ¿quién puede ir de gavilán toda la vida? ¿O de paloma? Con las palomas hay que tener cuidado, porque enseguida te meten en una jaula. Y hay que ser prudente, porque no se puede pasar la vida enjaulado. Tampoco ser gavilán. No meter a nadie en la jaula y procurar que no te metan a ti.

¿Y después de Hércules?

Uno siempre anda en los proyectos de intentar hacer algo nuevo. Y yo me meto con muchísima frecuencia en casa, en el estudio, con una idea. Porque si lo del teatro es confuso, lo de la música ya es un auténtico disparate. Pero creo que hay huequecitos en los que hipotéticamente podríamos tener alguna carencia musical, algún huequecito que cubrir.

Se cree capaz de descubrir algo que aún no haya sido inventado.

Estoy empezando, y espero seguir mucho tiempo. Pienso en El poder del ahora, de Eckhart Tolle. Cuando vives el día, te das cuenta de que cada día descubres algo nuevo que no tenías la más remota idea de que existía en ti mismo. Lo más importante es tener la capacidad de dormir bien cuando te acuestas.
 Y yo, más que dormir, me desmayo.