Mikel Lejarza "el Lobo"

07 / 04 / 2017 Fernando Rueda
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“Intentarán asesinarme sin reconocer que ha sido ETA”

Mikel Lejarza lee TIEMPO durante la semana pasada

ETA visualiza el fin del terrorismo, pero Mikel Lejarza, el Lobo, sabe que su sentencia de muerte sigue en vigor. Recuerda cómo el IRA, tras la paz, asesinó a topos como él. Niega que la banda vaya a entregar todas sus armas y recuerda sus años de lucha contra ETA.

ETA va a entregar las armas, una oficialización del fin de la lucha armada. ¿Se ha acabado la sentencia de muerte que dictaron contra usted hace 40 años?

Desde ese día empieza para mí una etapa nueva, diferente, pero más dura. Porque hasta ese momento, en cierta manera, había un poquito más de cuidado sobre mí de los servicios de seguridad. A partir de ahora, la cosa se enfría, se enfrían los mandos, se enfrían los políticos, se enfrían los jueces, todo. Ellos dijeron que tenían reservada una bala para mí, que también podría ser una escopeta de cartuchos. A partir de ahí empieza la gloria de la caza de el Lobo y puede ser cualquiera, porque ETA nunca lo reivindicará, dirán que es un loco. Hay varios precedentes en Irlanda. Varios años después de que el IRA firmara la paz, asesinaron a Denis Donaldson, un topo que habían tenido durante muchos años, que fue asesinado sin que los terroristas reconocieran su participación.

Dadas las circunstancias, ¿tiene algún tipo de protección?

Yo ahora me dedico a trabajar en temas mundiales de economía. Me siento protegido porque tengo mi propio grupo, que se dedica a la investigación, en el que cada uno es el mejor en su materia. Mi hombre de confianza es Javier Manso, el hombre en el que yo me descargo, y se dedica a todos los temas de investigación a los que yo no puedo llegar y los contrasta conmigo.

Ahora los etarras dicen que van a entregar las armas. ¿Les cree?

No tienen otra alternativa, aunque no me creo que lo entreguen todo, guardarán algo, siempre lo hacen. Los comandos tienen sus propios zulos y algunos no los van a entregar. Va a ser una cosa significativa. Decíamos que mientras ETA no entregara las armas no se iba a acabar todo, ahora lo van a hacer en público. Lo que me gustaría saber es si los dirigentes de ETA van a descubrir su cara, yo sé que no puedo descubrir la mía y ahora menos.

¿Es cierto que está ayudando a alguna asociación de víctimas del terrorismo para tratar de arrojar luz sobre asesinatos no resueltos?

Es cierto y desde luego ayudaré todo lo que pueda, haré de testigo y por supuesto cuentan con toda mi ayuda hasta el final para que se aclaren todos los atentados, aunque muchos no quieren que se aclaren.

¿Cuáles fueron los resultados de su infiltración en la banda?

Queda mal que yo lo diga, pero los resultados de la operación Lobo fueron tan brutales que en ese momento se podía haber acabado con ETA. Hubo tres reuniones con varios dirigentes de ETA y estaban dispuestos, prácticamente por nada, a dejar la lucha armada totalmente. El jefe nuestro de la zona estaba muy crecido, como todos los demás, y dijeron que no aceptaban nada de lo que pedían. Que estaban totalmente pillados. Es verdad que el tiempo que yo estuve dentro de ETA pude identificar todos los pisos donde se escondían, sabía dónde vivían, había estado en casa del número uno y de los principales. Después vino la operación en España, que se saldó con numerosas detenciones, entre los que estaban todos los cuadros principales, más una barbaridad de etarras. Pero se escapó mucha gente poco significativa, que se hizo con el poder, que eran contrarios a la forma de pensar de los etarras de aquel momento.

Tras su infiltración, ¿siguió luchando contra ETA muchos años, aunque casi no se ha hablado de esa época?

Una de las cosas que nunca he entendido es por qué mi servicio no se aprovechó de mi figura, no sé si fue porque querían huir del franquismo, cuando en mi época ya estábamos trabajando en la Transición. Había figuras como Andrés Cassinello o Faura, que estaban en reuniones muy seguidas con los socialistas para la Transición sin sangre, pacífica, como al final tuvimos. Tras mi infiltración, muy lejos de irme, volví al Norte a seguir trabajando. Ya con mi propio grupo, aunque siempre llevaba a alguien del Centro. Y trabajamos en el tema de ETA muchos años y se hicieron muchas detenciones. Que no quieran decirlo es algo que yo tampoco he entendido nunca. El mismo servicio de entonces quería borrar el nombre de el Lobo.

Alguna vez le he oído hablar de una etapa negra de la lucha contra ETA, entre los años 80 y 90, que califica como “enterrar a nuestros muertos a escondidas”.

Fue una etapa muy dura y muy cruenta. Porque fue el momento en el que ETA tenía un problema y es que pensaban que estaban infiltrados por todos lados y nosotros contribuíamos con la guerra psicológica. Cogieron tal miedo que se miraban unos a otros y no se fiaban de nadie. Para no verse destruida, ETA lo que hizo fue subir el potencial de asesinatos y hacer ver que era una ETA dura con capacidad para matar continuamente. Pero no por eso aquellos etarras eran más valientes, al contrario, eran más cobardes, porque hacer esas acciones era fácil.

En esa época de ETA, la Policía y los servicios secretos franceses no les ayudaban mucho. Luego sí.

Todavía no nos ayudaban nada. Antes fue mucho peor. A mí me tocó trabajar con Policía y Guardia Civil, trabajaba conjuntamente con ellos, viví los momentos más duros con muertes de gente de ellos, salvamos situaciones importantes, pero había tanto temor en las Fuerzas de Seguridad del Estado que en alguna ocasión me vi entrando en la parte vieja de San Sebastián para identificar a unos etarras y de repente descubrí que habían desaparecido los policías. Eran momentos de mucho miedo. Las muertes eran continuas. Si hubiésemos tenido en aquella época la ayuda de la Policía francesa, estoy seguro de que se habría acabado con ETA inmediatamente.

Usted trabajó con el servicio secreto, pero también con la Policía y la Guardia Civil. Hubo una etapa negra, que fue la del terrorismo de Estado de los GAL. ¿Qué recuerda de ella?

Para mí, eso fue lo peor que podía ocurrir. Después de todo el trabajo tan bueno que estábamos realizando, nos encontramos con una chapuza tan grande, que lo que hicieron fue volver hacia atrás y darle alas a ETA y a los que les apoyaban. Yo siempre he pensado que no se debe matar ni por un lado ni por otro, excepto que no te quede más remedio durante un enfrentamiento. Otra cosa es matar gratuitamente, no se debe matar a nadie aunque sea el mayor asesino, para eso está la Justicia. Yo, por casualidades de la vida, caí en un lugar que era donde se estaba montando todo. No era un GAL azul, o verde, era un GAL conjunto, en el que se le dio fuerza a la Policía. Hicieron un chapuzón, porque pusieron a unos chapuzas de por medio. A mí me tocó por mi lado simular ser un ejecutivo vasco, me dijeron “ponte un traje, un maletín, te vas al hotel Meliá, te vas a reunir con una gente y tú escucha lo que piden por la cabeza de cada uno de los etarras”. Yo me quedé un poco parado. Grabé aquello y se lo pasé. Después me apartaron de todo y me enviaron a México.

¿Cómo eran los líderes de ETA que tú conociste en los 70 y los que dirigieron la banda en sus últimos años de atentados?

El cambio fue terriblemente grande. La ETA que yo me encontré tenía una ejecutiva muy bien preparada intelectualmente, personas dispuestas a lo que fuera. No voy a decir de ideales, porque yo la verdad he visto en ETA pocos ideales. Y fines concretos tampoco he visto nunca. Su fin no era la independencia, como me dijeron una vez: “Estás loco, no hombre no, si conseguimos algo, pues muy bien”. Era gente dura, que había echado marcha adelante y no podía volver atrás. Era gente muy bien preparada. Era una ETA muy machista, en el que las mujeres solo tenían cabida para el descanso del guerrero. Cuarenta años después era una ETA que no tenía nada que ver, porque se había convertido en un grupo de delincuentes, un grupo mafioso. Los de la ETA de hace 40 años jamás habrían aceptado que se hubieran metido con la droga, lo que hicieron después.

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