Mikel Lejarza

21 / 01 / 2011 0:00 POR FERNANDO RUEDA
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EXCLUSIVA. Le llamaban el Lobo. Estuvo infiltrado en ETA y logró la detención de 326 terroristas. La banda lo sentenció, pero todavía no ha conseguido matarle. Ahora habla para Tiempo del alto el fuego.

“Aún falta mucho tiempo para que ETA desaparezca”

ETA HA DECLARADO un “alto el fuego permanente, general y verificable” que justifica como un compromiso definitivo para poner fin a la violencia. Unos les creen y muchos no. Una de las voces autorizadas que pertenece a este último grupo –“aún falta mucho tiempo para la desaparición total de ETA”- es el hombre más odiado por la banda terrorista, al que llevan intentando matar desde hace 35 años. Mikel Lejarza, el Lobo, es la persona que mejor conoce el sentir de los etarras: estuvo infiltrado en la banda y posteriormente ha participado en numerosas operaciones antiterroristas, sin que nadie descubriera su presencia.

La clandestinidad que le acompaña es absolutamente lógica: su aspecto físico no tiene nada que ver con el de las únicas fotos que se conocen de él, pertenecientes a su juventud y previas a las operaciones de cirugía estética a las que se sometió tras acabar su infiltración en ETA en 1975. Una infiltración que acarreó la detención de 326 miembros de la banda, lo que explica con claridad por qué siempre se ha dicho que cada comando terrorista lleva una bala reservada para el agente secreto que más daño les ha hecho en toda su historia. Una amenaza real que no ha impedido en estos 35 años que Mikel Lejarza haya estado viajando al País Vasco, bien para pasear por su tierra, bien para señalar, identificar y perseguir a muchos etarras, que nunca han sabido que el tipo que se tomaba un café junto a ellos o les pedía un pitillo por la calle era el Lobo.

Ante el último comunicado de ETA, que la izquierda aberzale explica como el paso definitivo a su abandono de las armas, Lejarza ha concedido una entrevista exclusiva a Tiempo, en la que el hombre que mejor conoce a la banda se posiciona frente a la tregua.

ETA ha declarado un alto el fuego. ¿Cree que 35 años después de su salida de la banda esta será la ocasión definitiva para conseguir la paz?

En mi opinión, y sólo es mi opinión, esto es una tregua más, por supuesto más cerca del fin definitivo. Pero creo que aún falta mucho tiempo para la desaparición total de ETA, ya que el verdadero problema en que estamos ahora, más que las armas, es el trasfondo político madurado a través de muchos años de rencor y, sobre todo, muchos intereses creados. Estos intereses son los que alientan para que el problema se prolongue en el tiempo.

¿Cómo es y cómo piensa un terrorista de ETA?

Estamos ante jóvenes criados en un pensamiento totalmente envuelto en la violencia y sin ninguna otra salida, enseñados a odiar todo lo que significa la palabra España y entregados a las malas formas, a las drogas... Y sobre cómo piensan, yo creo que la mayor parte de ellos ni piensan, porque estoy seguro de que si pensaran no harían lo que hacen. Es duro decir que estamos ante unos descerebrados, pero es la triste realidad y no se puede confiar en lo que estos personajes transmiten.

¿Cómo funciona internamente ETA a la hora de tomar una decisión tan trascendental como plantearse dejar las armas?

Internamente hay muchas discrepancias, ya que siempre han existido y existirán diferentes sectores. Además de esto, dependen de otros factores como la actitud de su brazo político y la voluntad del pueblo, pero para una decisión tan trascendental como el planteamiento final, tienen que ponerse de acuerdo unos y otros. Esto supone limar muchas asperezas entre los diferentes miembros del comité ejecutivo en un acuerdo que hará historia en el momento que llegue.

En su época de infiltración se terminó produciendo una escisión en ETA. ¿Cree posible que ahora el sector duro acabe tomando su propio camino y volviendo a los atentados?

Por supuesto que esta posibilidad existe, repito que es muy, pero que muy difícil que todos los miembros de los cuadros principales de la organización se pongan de acuerdo, ya que hace ya muchos años que estos cuadros están cada vez más divididos y aislados.

¿En qué ha variado la personalidad de los que militan en la banda ahora respecto a los etarras con los que usted convivió?

Ha variado enormemente. Con esto no quiero justificar nada, pero no tiene nada que ver la personalidad de los etarras de mi época con la de los de ahora. En la época de mi infiltración eran personas en su mayoría muy formadas intelectualmente que se movían por unos ideales, equivocados o no, por supuesto para mí muy equivocados, pero con un enorme apoyo de gran parte de la sociedad española y muy protegidos en Francia, amén de las ayudas puntuales que recibían en ocasiones, incluso de algún que otro servicio de inteligencia de los más relevantes. Era otro momento, otras circunstancias y aparentemente esto les ayudaba mucho, aunque nada justifica ni un solo asesinato. No podemos confundir las formas y darle un tinte de color a lo que siempre, desde el primero hasta el último, han sido viles asesinatos. En cuanto a los de ahora, no hay ideales, ni ningún tipo de justificación, ni nada que les avale: es puro y duro afán de dañar y destruir.

¿En qué cree que ha cambiado su forma actual de vida, comparada con la que tuvo el Lobo?

También ha cambiado totalmente. Primero mi juventud de entonces, el afán de estar convencido de que estás haciendo algo muy importante, el no tener ni un solo minuto para pensar en otra cosa que no fuera lo que tuviera que ver con mi trabajo. Me sentía útil, Lobo se jugaba la vida cada segundo, pero era como una droga que te hacía crecer y sentirte importante. Era darle sentido a la vida, era sentirte casi necesario. Es una enorme mezcla de aventura, miedo y pasión que se ha prolongado a lo largo de toda una vida. Por supuesto, la edad no perdona y la calma siempre llega si tienes la suerte de poder contarlo.

¿Considera factible que llegado el caso Batasuna anuncie públicamente una ruptura con ETA?

Ojalá fuera así, entonces estaríamos ante el auténtico final de ETA, pero, para ser fiel a la verdad, no creo que esto ocurra aún. Dios quiera que me equivoque.

¿Qué ha sido lo más importante para que ETA empezara a perder la fuerza que tuvo en los años 80 con tantos asesinatos?

Aquí intervinieron muchos factores. Uno, el que ETA-pm dejara la lucha armada. Esto hizo que cambiara totalmente el significado de las siglas de ETA. Por otra parte, la Policía, la Guardia Civil, los servicios de inteligencia, realizaron un fantástico trabajo y avanzaron enormemente en el conocimiento y control sobre la organización. El enorme esfuerzo de las Fuerzas de Seguridad del Estado fue vital para que ETA se fuera desinflando. Y si a esto le unimos la práctica desaparición del santuario de Francia, nos queda una ETA terriblemente debilitada, horadada y desconcertada.

La Guardia Civil detuvo a dos etarras pocas horas después del comunicado de tregua. ¿Es una casualidad o una demostración de que las Fuerzas de Seguridad no entienden de treguas?

No puedo opinar sobre lo que desconozco, pero estoy completamente seguro de que la Guardia Civil no necesita demostrar nada: actúa cuando se lo permiten y actúa muy bien.

¿Cree que si Batasuna es legalizada, en cuanto esté en las instituciones todo podría volver a la situación anterior, con ETA actuando nuevamente?

No creo que fuera exactamente igual, ya que creo que ETA nunca podrá tener la fuerza que tuvo. Los golpes que ha recibido han sido muy fuertes y, como he dicho, el conocimiento y la eficacia de los Cuerpos de Seguridad del Estado es tan grande que nunca sería como antes, aunque tampoco se puede despreciar la capacidad que pudieran tener para hacer daño puntualmente.

Usted no ha dejado de ir al País Vasco en estos 35 años desde que salió de ETA. ¿Cómo cree que ha cambiado la sociedad vasca? ¿Qué es lo que desea?

Creo que la sociedad vasca ha cambiado para bien. He visto recientes cambios muy favorables en el País Vasco. Me reconforta cuando paseo por mi antigua tierra y lo hago con mucha más tranquilidad que hace unos pocos años. Creo que este lendakari está realizando un buen trabajo y esto no podemos obviarlo, ya que es una labor muy complicada. Me satisface ver que la mayor parte del pueblo vasco rechaza la violencia de ETA, aunque no soy ciego y también puedo ver que la capacidad de movilización de Batasuna sigue siendo muy grande.

¿Usted sigue siendo objetivo de la banda terrorista?

Sigo, y seguiré mientras viva, siendo objetivo de ETA, su entorno y cualquier loco que se quiera hacer el importante. Soy muy consciente de ello.

¿Cómo ha vivido 35 años sabiendo que podían intentar matarle en cualquier momento?

Sería muy largo de contar la forma de vida que he tenido que llevar, muy dura, por cierto, y siempre siendo blanco de cualquiera que te mira mal.

El Lobo consiguió meter en prisión a más de cien etarras y hubo un montón de pisos y armas intervenidos. ¿Usted cree que se pudo acabar con la banda en 1975 concluyendo su infiltración de otra forma?

Fueron 326 los detenidos, pero no es cuestión de cifras, es cuestión de lo que supuso y en un momento tan trascendental como fue a las puertas de la Transición, que ya se estaba preparando en esos momentos. ¿Que si creo que se pudo acabar con la banda? En mi opinión fue el momento clave, se dieron algunos pasos en este sentido, pero nunca he podido comprender por qué no se aprovechó mejor ese momento, me gustaría mucho que antes de que llegue mi hora alguien me lo explicase.

Porque a usted le pudieron asesinar los etarras, pero también lo pudo hacer la Policía.

Me pudo asesinar ETA y me pudieron matar las Fuerzas de Seguridad. Pero quiero cuidar los matices: hubo momentos de confusión, desinterés, no lo sé, me dispararon, pero los que lo hacían no sabían a quién disparaban, las órdenes son otra cosa. También algún compañero, mucho tiempo después de finalizar la operación Lobo, me dijo que se echó a suertes en mi servicio si me liquidaban o no, y salió que no. Las convicciones religiosas no les permitían llevar a cabo este tipo de acciones y aunque a muchos esto les pueda parecer extraño, en el servicio imperaron durante muchos años estas convicciones que no permitían cometer actos ilícitos. Aun así, en el momento final siempre tuve cuidado de que pudiera ocurrir una cosa de este tipo y la última noche de mi trabajo no dormí ni un solo segundo, estuve toda la noche con la pistola en la mano mirando aquella puerta de aquella habitación del hotel Colón de Barcelona, por si alguien entraba a por mí.

Hace 12 meses, y después de 35 años de finalizar su infiltración, el Ministerio de Defensa le condecoró. ¿Cree que llegó un poco tarde?

Nunca es tarde, el hecho de que ahora se me haya reconocido quizás es mucho más importante que si hubiera sido antes, ya que las lagunas del tiempo hacen que todo se olvide.

¿Qué sintió cuando le impuso la condecoración Félix Sanz, secretario de Estado director del CNI, en la sede de la Casa?

Lo voy a definir con muy pocas palabras: me hizo sentir que todo había merecido la pena.

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