Miguel Ángel Fernández Ordóñez

09 / 02 / 2016 Luis Calvo
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Exgobernador del Banco de España

“El Banco  de España se equivocó, pero también el FMI y la OCDE”

Foto: David García-Amaya

Ha publicado Economistas, políticos y otros animales (Península), donde acusa a De Guindos de dilapidar la confianza de los mercados con su gestión de la crisis bancaria.

 

¿Por qué habla de su periodo como gobernador tras cuatro años de silencio?

El libro no va de eso en realidad. Solo menciono un periodo muy corto, de seis meses, de la etapa de gobernador. Y si hablo de ellos es por que esos seis meses son un ejemplo. El libro trata de localizar dónde se han hecho mal las cosas. Es lógico que en un libro como este se concentren los fracasos de la política económica. Incluso los míos como asesor, siendo incapaz de que se me hiciera caso en ocasiones sobre qué había que hacer. Esos seis meses no los reflejo por mi etapa de gobernador, sino porque son un caso claro de subestimar la importancia de la confianza.

¿Qué ocurrió en esos seis meses?

El problema fue el sectarismo. En parte, la situación se magnificó, porque mandaron el mensaje de que el Gobierno anterior no había hecho nada, que se había equivocado. Y no solo en gestión bancaria. También respecto al déficit, que se comparó a los niveles griegos. Trataban de justificar el carácter salvador del nuevo Gobierno. La consecuencia fue que los mercados pensaron que se había mentido. La política de los primeros meses del Gobierno del PP en 2012 colocó a España en el principal foco de desconfianza de los mercados. El ministro de Economía explicaba satisfecho que en las reuniones internacionales era el primero al que se le pedía hablar, sin darse cuenta de que ese protagonismo era ruinoso para la visión de los mercados sobre España. Y el broche final fue la campaña de desprestigio del Banco de España lanzada por el propio Gobierno, un error que pagó muy caro porque transmitía dudas sobre las informaciones contables y estadísticas del supervisor, uno de los factores que acabó obligándole a pedir ayuda a sus socios.

Rodríguez Zapatero decía que el sistema financiero español era el más sólido.

Podemos hablar de eso, pero insisto en que no es el tema del libro. Eso sería otro libro. Yo hablo de la gestión de la crisis bancaria durante un periodo corto. La gestión de Zapatero, además, se hace al alimón con el PP. La sorpresa es que cuando se nombra el nuevo ministro, toda la gestión anterior, apoyada por el PP, parece que no servía para nada. Las crisis tienen dos etapas, la formación de la burbuja, los desequilibrios entre 1996 y 2006 fundamentalmente, y la gestión de la propia crisis. La lección que hemos aprendido es que lo más importante es lo que pasa en la burbuja. De Guindos es responsable de parte de la gestión de la crisis en todo caso, no de la burbuja. Como yo. A mí me tocó enterrar a los muertos.

¿Por qué no se hizo caso a los inspectores que en 2006 criticaron que se estaban minimizando los riesgos?

Sí, criticaron a Caruana. Defendían sus intereses corporativos. Siempre han querido un estatus parecido a los inspectores de Hacienda y nunca lo han conseguido. En todo caso, era tarde. En 2006, con la tasa de crédito cayendo, decir que se había hecho mal era un poco tarde. El gran debate de la burbuja se plantea en 2003, cuando el subgobernador del Banco de España escribe un artículo señalándola. Se le echaron encima. Fueron muchos quienes ignoraron la burbuja, la mayoría: Rato, Montoro, Cascos, De Guindos... Otra cosa es el Servicio de Estudios. Es evidente que el Banco se equivocó en algunas de sus previsiones de crecimiento. Se equivocó. Pero es que el FMI decía que España en 2012 era el país que más iba a crecer de Europa. Y se equivocaron el Banco Mundial, la OCDE, la Comisión...

¿Eso no influye en la confianza?

Yo creo que en este caso es algo distinto. La gente puede entender que la gente se equivoque. Lo que hizo daño a la confianza fue el mensaje de esos seis meses de que había que liquidar, que las integraciones eran malas o que no se iba a poner un solo euro. Eso lo ha pagado después el PP. Ir a unas elecciones diciendo que no se va a meter un solo euro y luego meter 40.000 millones... Los grandes costes del PP han sido esos: el engaño y la comprobación de quiénes estaban durante esa etapa al frente de esas cajas.

¿Se falló, por ejemplo, con la gestión de las preferentes?

No le voy a contestar a eso porque me tomo muy en serio la Justicia. Hay que dejar trabajar a los jueces. Son un pilar del Estado de Derecho. El Banco de España ha colaborado. Dio todo lo que se ha pedido. En todo caso yo hablo de errores. Los jueces lo que investigan son irregularidades. Y digan lo que digan habrá que acatarlo.

¿Qué opina de la sentencia de salida a bolsa de Bankia?

Nadie ha leído aún esa sentencia. Pero es que me da igual lo que piense nadie, incluso el propio Banco de España. Hay que acatar lo que digan los jueces.

En el libro critica algunos usos heredados del franquismo, algo así como un capitalismo de amiguetes.

El término no me gusta. Es demasiado coloquial. Pero el peso de las empresas reguladas o de monopolios en España es demasiado grande. Y eso provoca problemas. Hay una enorme dependencia de los Gobiernos y los medios de comunicación. Se llame como se llame, eso es algo que hay que cambiar. Al no promover la competencia durante tanto tiempo, las empresas que han crecido son las que viven al abrigo de la regulación. Y hay otra derivada. Al tener estas ventajas, pueden pagar sueldos muy altos y llevarse a la mejor gente. Los reguladores tienen una debilidad. No logran una calidad de personal, de expertos, tan buena como las empresas.

¿Qué opina de las puertas giratorias entre política y empresa?

Es un tema que hay que tratar. Lo que no tengo claro es que cuando se trate se haga bien. Como tantas cosas. Lo que tampoco es bueno es acabar convirtiendo el Parlamento en un Parlamento de funcionarios. Hay que pensar en la gente que no es funcionaria y debe sobrevivir tras pasar por la política.

Dice que las últimas reformas laborales eran deficientes. ¿Por qué?

Eran insuficientes, y técnicamente deficientes, pero estaban bien orientadas. Los objetivos eran buenos, pero los jueces las han parado. Los jueces aplican la ley. Si la ley está bien hecha, ningún juez la va a tumbar.

Los partidos que podrían formar Gobierno quieren derogarlas.

No es momento de hacer el efecto péndulo y derogarla. ¿Por qué no nos sentamos y vemos qué hacen otros países? Son flexibles, pero a la vez protegen y tienen políticas activas de empleo. Para España el modelo no puede ser Estados Unidos, totalmente flexible. El modelo europeo es flexible, para crecer, pero asegurando a la gente y ayudando a conseguir empleo. Lo que no se debe hacer es, por principio, derogarlo todo al llegar, lo que yo llamo dictaduras elegidas que, una vez llegadas al Gobierno, ignoran a la oposición. Hay que abrir un periodo en el que las políticas se analicen, se debatan, haya un análisis público de lo que se ha hecho en otros países. Y las minorías puedan hablar y dar alternativas. Eso tiene un efecto pedagógico además de mejorar las políticas para que se adapten a los objetivos reales.

Habla de estilo Tsipras. ¿Qué le parece el modelo que propone Podemos?

Yo no quiero hablar de políticos, sino de políticas. Hay que hacer políticas que no destruyan la confianza. Es verdad que ahora es menos peligroso que cuando el PP perdió esa confianza. Entonces no había una red del BCE, Merkel no había dicho que salvaría el euro. Fue mucho más destructivo. Esos seis meses fueron nefastos, porque la confianza importaba mucho más. Dicen que me meto con De Guindos, pero nadie dice que él, que se equivocó en aquel momento por sectarismo y ansia de protagonismo, ahora dice algo muy sensato: España sale cada año a por 400.000 millones de euros al exterior. Y solo nos prestan porque confían en nosotros. Pero por centrar la pregunta: Hay Gobiernos de izquierdas, como los de derechas, que lo hacen bien y otros que lo hacen mal.

¿Por qué dice que la política española es sectaria?

Los partidos tienden a ser sectarios. Compiten, así que necesitan explicar que son mejores que el otro. No solo que ellos son buenos, sino que el otro es fatal. Eso ocurre en todos los países. Lo que me preocupa es que no haya instituciones que sabiendo que actuamos así, frenen ese tipo de comportamientos. Por ejemplo, un Parlamento que sea capaz de controlar bien a los políticos. O con las empresas. Todos querrán ganar cuanto más dinero mejor. La competencia se introduce para controlar esa tendencia y que no sea perjudicial. No hay que cambiar a la gente sino tener instituciones que frenen los comportamientos inadecuados. n

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