Luis Piedrahita

08 / 05 / 2017 Hernando F. Calleja [Ilustración: Luis Grañena]
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Mago 

“La magia es el único espectáculo en el que no se perdonan los fallos”

Ilustración: Luis Grañena

Acaba de recibir una de las distinciones más importantes de la profesión, el Performing Fellowship que concede The Academy Magical Arts de Hollywood, que le sitúa entre los mejores del mundo.

¿Cómo llega la Academia de las Artes de la Magia de Hollywood a conocer que hay un mago en España que merece un galardón que ella otorga sin que haya que presentarse a él?

La academia ha seguido con interés la magia que yo he estado haciendo en El hormiguero a lo largo de estos últimos nueve años, en los que el espectáculo ha evolucionado, y porque he trastocado la discreción habitual, mostrando cómo se han hecho los efectos, dando al método tanta importancia como al efecto mismo. Por ese motivo me han dado ese premio.

¿Cómo llega uno a la conclusión de que puede vivir de hacer magia?

Uno no llega nunca a esa conclusión. Uno tiene que llegar a la conclusión de que puede hacer en la vida lo que quiera. Y cuando antes llegue a esa conclusión, mejor. A los 12 o 14 años me aficioné a la magia. Cogía una baraja, ensayaba, leía libros, los fascículos de Juan Tamariz, y de esa manera fue como me di cuenta de que ese podía ser mi camino.

El humor le acompaña en sus espectáculos ¿Es un sistema para distraer la atención del espectador o es consustancial a su manera de entenderlo?

Es difícil encontrar un mago que no aplique el humor. Es un complemento ideal de la magia, porque ayuda a rebajar la tensión que causa asomarte al abismo de lo imposible. Juan Tamariz es el absoluto maestro en la combinación de magia y humor.

Entonces, su trabajo como monologuista no le resulta tan complicado.

En los monólogos me siento mucho más cómodo, menos tenso. Disfruto escribiéndolos, disfruto en el escenario. Para mí, la magia sigue teniendo un estrés técnico.

¿En la magia hay una carrera que empieza en las monedas o las cartas y acaba escamoteando un buque?

No, no. Son especialidades. Hay magos de escena, que mueven aparatos; hay magos de salón, que utilizan aparatos simples, pequeños animales, y hay magos de cerca, lo que yo hago en televisión. Los magos, normalmente, conocen todas las especialidades, pero practican con más frecuencia unas que otras porque requieren destrezas distintas. Yo me he especializado en magia de cerca.

En esa magia de cerca, ¿se piensa en engañar a la cámara o a los ojos de los que reciben la imagen?

Me pregunta ¿a quién tengo que engañar? Lo que tengo que intentar es que la cámara transmita del modo más fiel posible lo que estaría viendo un ojo en directo. Y eso supone una técnica para que el que está en casa vea la misma magia que el que está en directo.

¿Ser mago de cerca entraña más riesgo que serlo de salón o de escena?

Toda la magia entraña un riesgo. No admite el fallo. En otros espectáculos, el público suele perdonar los fallos. En la magia, no. Si al mago se le ve el truco se rompe una pompa de jabón y da mucha pena, porque la gente quiere creer en la magia y está deseando ser engañada y sorprendida. Por eso la magia exige tanta práctica. Un juego de tres minutos puede exigir tres años de preparación o más. 

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