José Carreras

26 / 01 / 2017 Britta Schultejans (DPA)
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Tenor

“Para ser un buen cantante de ópera, lo más importante es... ¡la disciplina!”

¿Por qué quiere dejar de cantar?

No quiero dejar de cantar. Yo he dicho que me daba dos, tres años, para terminar de hacer algo que comencé a hacer en 1970. Tarde o temprano las cosas bonitas de la vida tienen un final y mi carrera tiene que terminar en algún momento. Lo que sí es seguro es que debajo de la ducha voy a seguir cantando.

¿Le resulta más complicado hoy en día actuar ante el gran público o lo sigue disfrutando igual?

Cuando hoy en día estoy en el escenario, lo disfruto más. Cada vez es un día menos en el que tendré la oportunidad de subirme a un escenario. Eso lo valoro mucho.

¿Cuál ha sido la actuación más importante de su carrera?

Es difícil elegir una. Quizá el concierto que di en mi ciudad natal, Barcelona, un año después de que me diagnosticaran la enfermedad.

¿Hay también conciertos que le gustaría olvidar?

Sí, pero de eso no voy a hablar.

Cuando trabaja para su fundación de lucha contra la leucemia, ¿recuerda los momentos en los que afrontaba la enfermedad?

La tengo presente en la medida en que sé lo que es. Por eso es tan importante que ayudemos a los pacientes. Pero ya no la considero como algo negativo, es parte de mi historia y, por suerte, me siento bien y puedo llevar una vida completamente normal. No le tengo miedo.

¿Qué les recomendaría a los jóvenes tenores que aspiran a tener una carrera como la suya?

Cuando un estudiante joven tiene un determinado talento lo más importante es... ¡la disciplina!

¿Se acuerda del momento en el que se dio cuenta de que usted tenía ese talento?

Eso lo supe desde siempre, no, es broma. Supe desde joven que se me daban bien la música y el canto. Siempre tuve el apoyo de la gente que creyó en mí, pero un verdadero artista nunca está totalmente convencido de su talento y siempre tiene dudas. Somos nuestros críticos más exigentes.

¿Qué hará cuando no tenga que trabajar tanto?

Voy a intentar hacer cosas que no he podido hacer: pequeños viajes con la gente adecuada, con amigos, y jugar a las cartas con antiguos compañeros de clase. Todavía hoy en día, desde hace sesenta años, me reúno con mis amigos del colegio en Barcelona, siempre en el mismo sitio. Somos unos doce, a pesar de que en este tiempo ya hemos perdido a un par de compañeros. Estas relaciones son realmente auténticas. Todos nos hemos mantenido igual y la amistad también ha permanecido. Esta es una de las cosas más maravillosas de mi vida.

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