J. Manuel García-Margallo

25 / 11 / 2016 Luis Calvo
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Diputado del PP Y exministro de Asuntos Exteriores

“Si el diálogo hubiera empezado hace cuatro años, no habría crecido tanto el independentismo”

El 23 de febrero de 1981, minutos antes de que el teniente coronel Tejero entrara a tiros en el Congreso de los Diputados, José Manuel García-Margallo, entonces un joven diputado de UCD, había abierto la votación de investidura del presidente Leopoldo Calvo-Sotelo. Llevaba desde 1977 en su escaño, el mismo que ahora conserva en un rincón de su despacho, a un par de metros de donde contesta a las preguntas. Lo hace tranquilo, tras un breve trago a su inseparable agua con limón, sin el peso ya de la cartera que ha llevado los últimos cinco años, pero con la vista puesta aún en el legado de su ministerio.

¿Cuál es su balance de la legislatura?

Muy positivo. Fundamentalmente lo que he hecho ha sido diseñar un cuadro normativo que no existía. No había Ley del Servicio Exterior del Estado, los tratados estaban regulados por un decreto franquista. No existía Ley de Inmunidad. Todo eso se ha terminado. El cuadro normativo está cerrado. En segundo lugar, hemos definido la política exterior como política de Estado que es. Eso solo se puede hacer de acuerdo con todas las fuerzas políticas. Hemos definido los principios, objetivos y actuaciones de nuestro servicio exterior. Sus pilares, Europa y la relación transatlántica, son firmes. Eso permite que nos hayamos movido con comodidad por los escenarios clásicos de la política exterior española: Latinoamérica, Magreb, África subsahariana y Oriente Medio. Y hemos empezado a abrirnos a Asia-Pacífico. No tenemos ningún contencioso abierto con ningún país. Azores fue la causa de la derrota del PP, y la actuación de Rodríguez Zapatero la raíz de la desconfianza de EEUU con nosotros. En resumen, a día de hoy, nuestra política exterior no ha sido objeto de impugnación por ningún partido político.

¿Recibió presiones de Moncloa para orientar su ministerio?

He trabajado en un contexto extraordinariamente difícil, con recursos limitadísimos. Como ejemplo, tuve que pelear con Turquía en la campaña para el Consejo de Seguridad. Ellos contaban con un presupuesto de 250 millones. Nosotros de uno. Ha sido una etapa muy difícil. Pero lo que sí puedo garantizar es que yo despachaba directamente con el presidente y la política exterior se ha definido y diseñado solo desde el palacio de Santa Cruz [sede de Exteriores].

Pero sí había discrepancias dentro del Consejo de Ministros en otros temas.

Es que en un Gobierno, en cada uno de los temas, cada ministro tiene una postura. Y eso no responde a alineamientos fijos. Cada uno tiene una posición, la expone y tras la decisión, se acata lo que ha decidido el Gobierno. Es un órgano colegiado. Yo he discrepado oralmente y a veces por escrito para que nadie se equivocase. No engaño a nadie. En todo caso, en el primer Gobierno de Suárez había quien era más y menos reformista; en el de Felipe González, también; en el PP, los liberales o los democristianos... Y hay quien gobierna con una idea de país y quien lo hace con el último sondeo.

¿No había dos grupos enfrentados?

Eso responde más a afinidades personales que a alineamientos políticos. Yo he discrepado en ocasiones de ministros que formaban parte del llamado G-8 y coincidido con algunos de los que en principio formaban parte del otro bando. Era más una sociedad gastronómica de amigos que llevan mucho tiempo juntos. Llegamos a la política en una época parecida, cuando era más nítida la defensa de principios y valores. Yo siempre he estado muy ideologizado. Mi pensamiento no es una respuesta a la encuesta del día. Defiendo la economía social de mercado. Mi último libro, Europa y el porvenir [Península], es precisamente un ensayo sobre cómo mantener el Estado del bienestar, la joya del pensamiento europeo frente al anglosajón.

Parece que ahora lo que triunfan son precisamente los populismos...

¿Y por qué? Porque los partidos tradicionales no somos aún capaces de articular un proyecto que responda a las necesidades de la gente. Y el populismo será más peligroso a partir de ahora. La gente que siente déficit de futuro, que se ha quedado atrás, siente que no le llega la recuperación y se indigna.

¿Por qué un ministro de Exteriores ha hablado tanto de Cataluña?

Primero porque soy español y lo que más me importa es la unidad de España. Soy autor de una enmienda personal al artículo 2 de la Constitución que garantizaba la indivisibilidad de España. En segundo lugar, porque un Gobierno en su conjunto debe ocuparse de los problemas y ese es el más importante que tiene España. Y por último, porque es un partido que se juega fuera. Si fuese dentro, se prohíbe y punto. La viabilidad de una Cataluña independiente depende de su reconocimiento como Estado del Consejo de Seguridad y la Asamblea de la ONU, primero, y de su inclusión posterior en la UE. Un Estado no lo es porque él lo diga, sino por su reconocimiento.

¿Qué salida hay para Cataluña?

Diálogo. Yo he ido a Cataluña miles de veces y siempre he dicho que es necesario mantener abiertas las puertas del diálogo. Para eso hay que decir qué líneas no son traspasables, enmarcar el diálogo. La unidad de España, la igualdad de derechos y deberes de los españoles y la solidaridad entre ciudadanos no son negociables. A partir de ahí, podemos discutir muchas cosas, los llamados motivos de desafección: inversiones públicas, respeto y la defensa de la lengua y la cultura, y un sistema de financiación que acabe con las distorsiones...

Quizá los recursos constantes no han sido la mejor vía de diálogo.

El respeto a la legalidad es una condición sine qua non de cualquier diálogo. Distingue un Estado democrático de uno que no lo es. Otra cosa es que te limites a la aplicación de la ley. Yo creo que hay que hacer política.

¿Se ha hecho suficiente política con Cataluña?

Yo sí he hecho suficiente política.

¿Y el resto del Gobierno?

Ya he terminado el tema de Cataluña.

¿Cree que su sucesor será igual de firme con Gibraltar?

No quiero pensar que ningún Gobierno español no sea firme con Gibraltar. Si España tuviera una colonia en Brighton, ¿el Gobierno británico no aprovecharía la salida de España de la UE para reclamarla? Es una cuestión de dignidad nacional y tenemos una oportunidad histórica para recuperar Gibraltar. Además, la fórmula propuesta permite satisfacer los dos intereses de los gibraltareños, mantener su nacionalidad inglesa y poder pertenecer a la UE. Es inconcebible que un país externo tenga una colonia en la UE.

Pero quizá ha sido el ministro que más visibilidad ha dado a la cuestión.

Es que la diplomacia no consiste en ocultar tus objetivos. Madeleine Albright decía que la diplomacia consiste en defender los intereses de tu país con el diálogo si es posible y si no, con misiles. España no tiene esa capacidad, pero sí debe defender con firmeza y perseverancia sus intereses, exactamente como lo hace cualquier país del mundo. No consiste en dulcificar las posturas.

 

Hace un año aseguró que tenía un borrador de reforma constitucional.

No es que lo diga. [Saca el borrador de un cajón junto a su despacho]. Es un texto articulado, artículo por artículo.

¿Molestó la iniciativa?

Digamos que no gustó.

¿Quién ha leído el borrador?

El presidente del Gobierno.

¿Y qué le dijo al respecto?

Era obvio que consideraba que no era el momento oportuno. Si lo hubiera pensado lo habríamos puesto en marcha aprovechando la mayoría absoluta.

¿Cree que se abordará?

No me cabe la menor duda.

¿A corto o medio plazo?

Eso lo debe contestar el presidente.

Con la volatilidad política, ¿es bueno someter esa reforma al voto?

Depende, si la nueva Constitución está respaldada por todos los partidos y recoge aquellos principios que demanda la ciudadanía, será bien acogida.

 

¿Debe ser en esta legislatura?

Yo he dejado la primera línea y no tengo la ambición de ocupar ningún otro puesto político. Eso me permite conducir con luces más largas. Yo creo que en esta legislatura hay que hacerlo. Alargar el proceso es malo. Si el diálogo con Cataluña hubiera empezado hace cuatro o cinco años no estaríamos en esta situación, no habría habido un incremento en el sentimiento independentista. Los problemas, como la enfermedad, cuanto antes los cojas más posibilidades tienes de salir adelante. 

En el PP hay quien dice que se postuló para suceder a Rajoy. ¿Es verdad?

Eso es una infamia. No me merece respeto la gente que filtra cosas a periodistas sin dar la cara.

¿Tiene enemigos dentro de Génova?

Y no solo dentro de Génova. Es obvio que cuando arriesgas opiniones te salen enemigos. Solo falla el penalti el que tiene valor para tirarlo. 

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