Gus Van Sant

16 / 11 / 2016 Antonio Díaz
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Director de cine

“Mi próximo proyecto aborda la figura de un artista tetrapléjico con el que crecí”

En la última escena de Mi Idaho privado (1991), el personaje al que interpretaba el actor River Phoenix aseguraba ser un “entendido” en carreteras porque no ha hecho otra cosa en su vida que recorrerlas. Y ahí, plantado sobre el asfalto de una de esas líneas grises que se pierden en el horizonte, concluye: “Esta ruta no termina nunca, probablemente rodea todo el mundo”. Más allá del sentido lírico de esa declaración, podría entenderse casi como una premonición formulada por el director, Gus Van Sant (Kentucky, Estados Unidos, 1952): aquella, su tercera película, le concedió el prestigio de autor de renombre mundial que en estos días y hasta el 9 de enero de 2017 viene celebrado en Turín en la exposición Iconos: Gus Van Sant, que organizan en conjunto el Museo Nazionale del Cinema y la Cinémathèque francesa. Una muestra que reconstruye la carrera artística del cineasta desde sus inicios a nuestros días a través de su inmensa colección privada de fotografías, sus acuarelas, sus storyboards y sus películas.

El cineasta estadounidense se presenta tímidamente en la Mole Antonelliana, el principal símbolo arquitectónico de Turín, que alberga el museo del cine. Ha elegido un atuendo cómodo para presentar la muestra y atender a los periodistas que le proporciona un aspecto juvenil, a medio camino entre la rebeldía de la generación beat, de la que es heredero (mantenía una estrecha amistad con el escritor William S. Burroughs), y la ausencia de etiqueta del movimiento grunge, en el que ha influido (en 2005 retrató al icono Kurt Cobain en los días previos a su suicidio en Last Days). Y charla con Tiempo.

La carretera es una constante en su filmografía, desde su primera película, Mala noche (1988), hasta la última, The Sea of Trees (2015, sin fecha de estreno en España). ¿Le gusta conducir?

Creo que era Wim Wenders el que decía que todas las películas son road movies. En el fondo, cuando ruedas una película estás en la carretera, conduces hacia las localizaciones y vuelves. He atravesado Estados Unidos en coche al menos veinte veces, pero no era para contemplar los paisajes ni para experimentar América, sino por el simple hecho de estar en la carretera.

¿Qué simboliza para usted la carretera?

En la carretera puedes ver realmente el pasado, el presente y el futuro. El futuro está frente a ti, el pasado se refleja en el retrovisor y el presente es el lugar en el que estás. Cada viaje en coche es parecido al rodaje de una película, tienes que tomar decisiones todo el tiempo, como: ¿cambiamos de dirección o seguimos por el mismo camino? Y a veces, como ocurre en los viajes por carretera, sacas provecho de esos cambios de rumbo accidentales que se te presentan de forma inesperada.

¿Y se esperaba un homenaje de estas características?

Me siento un poco abrumado. Es como si hubieran abierto mi garaje o mi armario y hubieran expuesto su contenido. Me sorprende escuchar que estas obras puedan generar ideas o conceptos de lo que yo he representado con mi trabajo.

Pero no es la primera vez que viene a Turín.

No, aquí vine por primera vez en 1988 para concursar con mi primer filme, Mala noche, en el festival de cine gay y lésbico.

Tampoco es su primera vez en Italia. ¿Es cierto que conoció a Pier Paolo Pasolini poco antes de que fuese asesinado?

Sí, fue una excursión estudiantil a Roma en julio de 1975. Pasolini estaba montando Saló o los 120 días de Sodoma y nos invitó a su casa, en el norte de la ciudad. A cada uno de nosotros nos preguntó a qué queríamos dedicarnos en el mundo del cine. Yo le dije que mi deseo era emular lo que en la literatura es posible a través de las palabras, o sea traducir las palabras en un lenguaje cinematográfico. Y él no me entendió o no estaba de acuerdo conmigo, y me sentó muy mal porque sentí que no era digno de su consideración.

Sin embargo, son muchos los rasgos narrativos, formales y personales que le unen a Pier Paolo Pasolini. ¿Considera que Mi Idaho privado es una película pasoliniana?

No sabría qué contestar, hay ciertos rasgos comunes, como los chicos de la calle, pero son experiencias diversas. Mi Idaho privado está escrita y pensada dentro del perímetro de mí mismo, todas mis fuentes de inspiración provienen de mis conocidos de Portland. El origen de la película parte de mi vida y de mi experiencia, de historias que he escrito y que he leído, como Sam Sheppard o Samuel Beckett. En principio la película debía ser un poco como Ladrón de bicicletas [de Vittorio de Sica, en 1948], con actores no profesionales, pero cuando River [Phoenix] y Keanu [Reeves] se mostraron interesados, modificamos el propio tejido del proyecto.

Pero usted también mantiene un compromiso político con su cine. ¿Qué puede contar de la serie When we rise, que ha producido y de la que ha dirigido los dos primeros episodios?

Es una miniserie de ocho horas que debería emitirse [en Estados Unidos] en invierno. Es la historia de tres activistas que confluyeron en San Francisco en el año 1972: Roma Guy, Ken Jones y Cleve Jones; este último ya aparecía en Milk [la película que dirigió en 2007].

 

Ya que el futuro le parece tan incierto y hemos mirado mucho por el retrovisor, hablemos del presente: ¿en qué está trabajando ahora?

Mi próximo proyecto aborda la figura de un artista tetrapléjico de Portland: John Callaghan, que dibujaba tiras cómicas para varios periódicos. Teníamos más o menos la misma edad, murió hace cinco años. Crecimos juntos y formaba parte de la comunidad artística de Portland. Es un proyecto original de Robin Williams, que de alguna manera me ha pasado el testigo. 

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