Andrés Lima

20 / 02 / 2017 Hernando F. Calleja [Ilustración: Luis Grañena]
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Director de teatro

“¿Cómo es posible que el pueblo llegue a decidir algo tan perverso?”

Ilustración: Luis Grañena

Dos obras en cartel, en Madrid ‘Las brujas de Salem’, de Arthur Miller, y en Barcelona, ‘La madre’ de Florian Zeller. Obras exigentes para un director que ha hecho de la exigencia su razón para estar en el teatro.

Como diría un escritor precavido, es pura coincidencia, pero que se haga ahora Las brujas de Salem, con lo que está cayendo en Estados Unidos, le da un mayor morbo si cabe a esta función.

No he buscado el paralelismo, sino que la propia similitud de las situaciones es lo que me llevó a plantear esta obra a los productores. Vivimos un tiempo que hace referencia anacrónica al pasado, parece que el ser humano no progresa a la velocidad de la ciencia y la tecnología. En este caso, la relación del poder con el ciudadano o la propia organización política de los ciudadanos que elegimos se vuelve perversa en determinados casos. Hay un rebrote de maneras (ni siquiera de ideologías) fascistas. Y no solo es Trump en Estados Unidos, en Europa la derecha se radicaliza hacia su propia derecha.

 

Se trata de una obra difícil y dura, que en su estreno no tuvo un gran éxito y que más tarde se convirtió en un clásico. ¿Qué lleva dentro?

Enlazando con mi respuesta anterior, no he querido hacer esta obra para denunciar nada, sino para hacerme preguntas sobre qué está pasando y, además, con cierta sorpresa y con cierta pena. ¿Cómo es posible que el pueblo cuando se organiza, cuando vota, llegue a decidir algo tan perverso? Hay algo en la mente del ser humano, acaso el miedo, que le hace buscar protección y sintiéndose protegido, ataca a su vez. En Salem, el terror es lo que funciona.

Miller denunciaba el momento de la caza de brujas del macartismo. Le parecería increíble su actualidad 64 años después.

Cuando leo la obra, a mí me resulta muy cercana y no quería perder esa cercanía. La represión moral de la Iglesia puritana en Massachusetts, las pasiones reprimidas de aquella sociedad, también las hemos vivido en España con el nacionalcatolicismo. Esa pasión reprimida, cuando explota, puede explotar por cualquier sitio. He pretendido que el espectador se vea inclinado a la reflexión de que lo que ocurre en la sala le puede pasar a uno doscientos años más tarde, pero, sobre todo, quisiera que se dejara llevar por la enorme carga emotiva, por la pasión.

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