Álex de la Iglesia

23 / 03 / 2017 María Luz Climent Mascarell (DPA)
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Director de cine

“Quiero vivir las 24 horas del día haciendo cine”

Presenta El bar, una comedia negra que se confunde por momentos con el thriller psicológico sobre un grupo de personas atrapadas en un bar tras un asesinato en la puerta del local. 

¿De dónde nace esta película?

Una respuesta meditada sería de la sensación que tengo de vivir encerrado, en una situación que no se puede solucionar. Y la segunda, más irracional, de un día que estaba en un bar y de pronto se abrió la puerta, entró un pobre de la calle, vestido con periódicos y una gabardina destrozada, empezó a insultarnos a todos y se sentó. cuando yo creía que nos iba a matar, la dueña del bar le dio una porra, un vasito de aguardiente y una bofetada. A partir de ahí todo fue como la seda.

¿Qué nos hace tener tanto miedo a lo que no conocemos?

En el principio fue el miedo, no el verbo ni la conciencia, sino el miedo a estar solos y la constatación de esa soledad es la inteligencia. En ese momento intentas vehicular esa soledad, aprender a estar solo y a encontrar esa soledad en los demás.

Pero estando con los demás podemos llegar a ser muy mezquinos, como muestra la película. ¿Somos así de miserables?

Tengo 50 años. Sufro de una profunda misantropía y desconfianza ante las posibilidades del género humano y eso en lugar de generar rechazo, me genera una simpatía enorme. No hay nada humano que no me sea cercano. Al contrario, cuando más miserable, más cercano. Lo único que no puedes reconocer es la mezquindad de ser cobarde. Puedes reconocer que eres sexualmente promiscuo, políticamente correcto o incorrecto, lo único que no puedes reconocer es que eres cobarde. Y lo único que somos realmente es cobardes. Hay una cierta redención en la asunción de la cobardía. Yo me siento mejor cuando me doy cuenta de que soy cobarde, de que podría hacer películas mejores de las que hago.

El bar tiene también una lectura política, en la indiferencia que las personas mostramos hacia los problemas de otros, como podría ser el caso de los refugiados.

[Como en la película] no queremos que nadie salga, no queremos que nadie entre y no nos fiamos de los que estamos aquí. Es una manera de pensar que tenemos enraizada y tatuada, yo también, no me exculpo.

¿Cómo acabó estrenando la película en la Berlinale?

Es la primera vez que me llama un festival como este. Es un subidón. Es quizás el festival más difícil. Esto es un cine más de autor, más cerrado.

¿En qué está ahora?

Estoy terminando el montaje de Perfectos desconocidos. En marzo empezamos a rodar En las estrellas, de Zoe Berriatúa, que produzco. Después La maldición del general, una película mexicana de Carlos Moret, también como productor. Quiero vivir las 24 horas haciendo cine.

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