Pescanova, o el cuento de nunca acabar

30 / 06 / 2016 José María Vals
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Los antiguos accionistas de Pescanova siguen sin tener una fecha para la vuelta a la cotización.

Este martes, 28 de junio, la vida de Pescanova cumplirá un nuevo hito: su heredera celebra la primera junta general de accionistas ordinaria tras dejar atrás una profunda reestructuración y quedar en manos de la banca. La que en otros tiempos fuera un gigante industrial que Galicia siempre ponía como ejemplo de progreso ha quedado muy mermada. De las pocas cifras que se conocen de la sociedad, ahora llamada Nueva Pescanova, sí se sabe que en su primer ejercicio tras salir del concurso de acreedores ha perdido 6,5 millones de euros.

Nueva Pescanova es una sociedad que no cotiza en bolsa. Pero Pescanova, que era la que entró en concurso de acreedores en 2013, fue suspendida de cotización el 13 de marzo de aquel año, cuando su precio marcaba 5,91 euros después de haber perdido más de dos terceras partes de su valor en apenas una semana. El 28 de febrero de aquel año cotizaba a 17,4 euros. Varios de los administradores y accionistas de referencia de aquella época están imputados y el juez de la Audiencia Nacional José de la Mata les añadió fianzas adicionales hace pocas semanas, hasta alcanzar 274 millones de euros, de los que tienen que responder de forma solidaria los diez altos cargos imputados, entre los que se encuentra el expresidente, Manuel Fernández-Sousa.

Las complicadas negociaciones con los acreedores, que duraron dos años, hicieron que un grupo de siete bancos (CaixaBank, Sabadell, Popular, Bankia, Abanca, BBVA y UBI Banca Internacional), denominado familiarmente como el G-7, se hiciera con más del 70% de las acciones de la sociedad al canjearlas por deuda y después de realizar una quita de 2.000 millones de los préstamos que debía. Si a estos bancos se les unen algunos pequeños acreedores financieros y el fondo luxemburgués Purple Ruby, resulta que el 80% del capital de aquella Pescanova primigenia está en manos de los acreedores.

Sin prisas

El 20% restante del capital está en manos de los antiguos accionistas, entre ellos el propio Fernández Sousa, la empresaria Carolina Masaveu o la familia Carceller a través de Damm. Pero también hay algunos accionistas minoritarios a los que no les dio tiempo de escapar de la quema y se quedaron atrapados. Después de hacer una buena limpia de filiales, los activos industriales de Pescanova fueron transferidos, dentro del proceso concursal, a Nueva Pescanova, que no cotiza. La Pescanova que sigue en el tablero del mercado continuo español solo tiene como activo el 20% de las acciones de Nueva Pescanova y algunos restos de activos y pasivos que fueron dejados ahí por los acuerdos concursales y que vencen en siete años.

Esos antiguos accionistas atrapados han pedido a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) volver a cotizar. Pero la autoridad bursátil no tiene prisa. Elvira Rodríguez, presidenta de la comisión, decía hace pocos días que para que Pescanova vuelva a cotizar tienen que estar muy claras las cuentas de Nueva Pescanova. Las cifras auditadas de 2015 aún no se conocen, a pesar de que en los acuerdos concursales estaba previsto que se las enviaran a los antiguos accionistas antes del 31 de marzo.

Parece lógico. Si el único activo perdurable de una sociedad cotizada es el 20% de otra que no cotiza, es normal que la CNMV extreme las precauciones y quiera ver cuánto vale de verdad esa empresa. Este cuento con mal final tiene pinta de convertirse en el de nunca acabar. 

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