Más daños colaterales del dinero bajo cero

27 / 07 / 2016 Jesús Sánchez-Quiñones
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La banca y los ahorradores también sufren efectos secundarios de los tipos de interés negativos.

El tipo de interés es el precio del dinero. Los negativos son una anomalía histórica que ni siquiera está contemplada en los libros de economía. Tanto es así, que incluso en la propia página web del Banco de España, en su sección del portal del cliente bancario define el interés (o tipo de interés) como “el precio que se paga por conseguir dinero durante un cierto periodo de tiempo. Interés es lo que paga usted a una entidad de crédito a cambio de que le preste dinero, y también lo que le paga la entidad a usted por dejarle una cantidad determinada (en forma de depósito o de títulos de renta fija, por ejemplo)”. Esta definición no da opción a que se cobre por pedir prestado dinero, es decir, a los tipos negativos.

El sistema económico en el que vivimos no está preparado para lidiar con tipos de interés cero o incluso negativos. El negocio tradicional de la banca se ha basado en tomar dinero prestado de los depositantes a cambio de un determinado tipo de interés y prestar dichas cantidades a mayores plazos y un tipo de interés superior. Cuanto mayor es la diferencia entre los tipos a largo plazo y los tipos a corto plazo, más crece el beneficio bancario. Cuando los tipos a corto y a largo plazo están en niveles parecidos el margen bancario es inferior. A su vez, cuanto menores son los tipos de interés obviamente menor es el margen de beneficios de la banca.

Actualmente, el Banco Central Europeo cobra a las entidades financieras un 0,4% por las cantidades depositadas en el BCE (sí, sí, les cobra, no les paga). Para los bancos es muy difícil trasladar dicho coste a sus clientes. Ya han comenzado a hacerlo con las grandes cuentas, cargando intereses negativos a los saldos por encima de cinco millones de euros. Cuanto más tiempo pase con tipos negativos aumenta la probabilidad de traspasar el coste de los tipos negativos a mayor número de clientes. Cada euro depositado en cuentas o depósitos bancarios sin remunerar, tiene un coste inicial para el banco en cuestión de al menos el 0,4%.

Ante los menores márgenes y el coste de mantener liquidez, los bancos pueden verse tentados a relajar sus criterios de riesgos en la concesión de crédito para evitar el coste de tener que depositar la liquidez sobrante en el BCE. La experiencia recuerda qué ocurre cuando se es demasiado laxo con los créditos.

Deuda pública

En los últimos años la banca ha conseguido una parte no despreciable de sus beneficios financiándose a tipos extremadamente reducidos en el BCE, invirtiendo dichas cantidades en bonos soberanos a tipos de interés considerablemente superiores (carry trade). Los bonos mantenidos en cartera todavía conservan cuantiosas plusvalías latentes acumuladas. Sin embargo, según vencen los bonos en cartera se torna imposible repetir la operación con la adquisición de nuevos bonos soberanos. La mitad de ellos se sitúan ya con tipos negativos en la Eurozona. Para lograr apenas un 1% de rentabilidad en un bono emitido por el Tesoro español es necesario acudir a plazos de 10 años.

Los tipos de interés negativos equivalen a un impuesto sobre la banca y sobre el ahorro más conservador, que se ve forzado a asumir riesgo. Son una anomalía histórica con perniciosos efectos secundarios.  

 
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