Las cajas rurales, hacia la fusión

22 / 04 / 2014 Miguel Cifuentes
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El Ministerio de Economía y el Banco de España impulsan una reforma del sector que creará una o dos grandes entidades, frente a las 59 cajas que hay actualmente. 

Entre 2015 y 2016 en España habrá solo uno o dos grandes bancos rurales. Bajo ese paraguas estarán las 59 cajas rurales actuales. La fuerza del mercado, la necesidad de tener tamaño para competir y la decisión del Gobierno dibujarán ese escenario en los próximos meses. El ministro de Economía, Luis de Guindos, con el beneplácito del Banco de España, tiene ya el borrador de la nueva normativa de crédito cooperativo. Y la mayoría del sector, salvo un grupo reticente en Navarra y Sevilla, está a favor.

“Muy mal se tienen que dar las cosas para que esto no suceda. La mayoría del sector está de acuerdo, y ya existen dos bancos cooperativos, uno desde hace 25 años y otro recién nacido. Eso supone que la mitad del edificio está ya construido”, confirman a Tiempo fuentes del Ministerio de Economía. En Holanda y Francia existen grandes bancos cooperativos, cuyos socios son cajas rurales. Son el Rabobank holandés y el Crédit Agricole francés, bancos propiedad de cooperativas de crédito y cajas rurales, que controlan entre el 20% y 30% de sus mercados financieros respectivos. El ministro Luis De Guindos se ha fijado en ellos como modelos a copiar en España.

Lo curioso es que 30 años después del primer intento de consolidación de las cajas rurales españolas, la historia se repite. En los años 80 del pasado siglo hubo un intento fallido. Fue el Grupo Asociado Banco de Crédito Agrícola y Cajas Rurales, que impulsó José Barea, como presidente de aquel banco público (de 1984 a 1987). Aquello no funcionó por la disfunción que supone un banco público tirando de cooperativas privadas. Eran otros tiempos. El sector no estaba maduro y lo público todavía pesaba mucho en la economía española. Con todo, aquel grupo mejoró su eficiencia, implantó modelos de gestión, seguros e informática, por ejemplo, lo cual marcó un camino a seguir.

Treinta años después, Barea lo explica: “Lo que yo intenté entonces con el banco público y un grupo de cajas no fue un fracaso, pero se puede hacer mejor ahora. Entonces el sector estaba dividido y quizá no era el momento, pero el país ha cambiado mucho. Yo suscribo cualquier operación que suponga mejorar competitividad con más tamaño para las cajas rurales”. El excatedrático de Economía recuerda que en este sector no tenemos el problema de las cajas de ahorros, aunque ha habido accidentes puntuales y alguna caja rural intervenida por el Banco de España. “Yo estoy de acuerdo con la filosofía, si el objetivo es la competitividad y eso pasa por agrupación de fuerzas y ganar tamaño. Espero que el Gobierno tenga las ideas claras”, concluye.

Parece que el Ministerio de Economía sí que tiene claras la ideas y ya trabaja con un borrador, redactado con el Banco de España, para cambiar el régimen jurídico de las cooperativas de crédito. El objetivo es propiciar un proceso de fusiones. Otra cosa es qué sucederá con las cuatro cajas profesionales y laborales: Caja Laboral de Mondragón (actualmente ligada a la crisis de este grupo cooperativo vasco), Caja Ingenieros y Caja Arquitectos, sanas y bien gestionadas. No es descartable que a las cajas profesionales también se las invite a la fusión o se les ponga alfombra roja.

Una historia diferente.

Todo será más fácil que con las cajas de ahorros, “fusionadas a punta de pistola”, en palabras de un directivo del sector. Aquí no hay enfermos terminales, ni cajas enladrilladas hasta las cejas, ni desfalcos, ni directivos imputados, ni partidos políticos ni sindicatos enredando. Por suerte, las cooperativas de crédito en España no han sido nunca fuente de escándalo, aunque no todo es de vino y rosas. Hay una percepción falsa del sector, se cree que salvo casos puntuales (Caja Rural de Mota del Cuervo, Caja Rural de Zamora y alguna otra, intervenidas por el Banco de España) no ha habido crisis, pero haberlas, las ha habido. Tras el segundo decreto de De Guindos sobre solvencia en 2012, que iniciaba el saneamiento del sector financiero, aparecieron veinte cajas que no daban los niveles requeridos de capital y solvencia y esto forzó una operación de fusiones aceleradas, encabezada por Cajamar, la mayor caja rural de España, surgida de la fusión de Caja Almería y Caja Málaga.

No ha habido escándalos, es cierto, pero en las rurales la crisis ha dado algunos sustos, aunque no haya intervenido el Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB). Fuentes de Cajamar recuerdan que “el trabajo del FROB en las cajas de ahorros ya lo ha hecho el Grupo Cajamar en su sector, ya que ha absorbido a 20 cajas con problemas. Cajamar se quedó en 2012 con la segunda rural española, la valenciana Ruralcaja, cabeza de un grupo de cajas asociadas bajo la marca de Cajas Rurales del Mediterráneo”.

Esta vez todo será más fácil por el pequeño tamaño del sector. Esas 63 cooperativas suponen solo el 5% del sistema financiero español, mientras que, por ejemplo, las cajas de ahorros llegaron a ser, antes de la crisis, casi el 55% del mercado financiero nacional. Lo cierto es que, si todo sale como se está diseñando, en uno o dos años solo habrá uno, dos, o en el peor de los casos tres grandes bancos rurales que agruparán a todo el sector. La hipótesis óptima es que al final queden todas las cajas bajo el paraguas de un banco. Todo apunta a que ese único banco rural será el Banco de Crédito Cooperativo, que se fundó hace seis meses y encabeza Cajamar, con las bendiciones del Banco de España. En tal caso, tendría un tamaño respetable, similar a los del Banco Popular o Sabadell, con un balance de 100.000 millones de euros.

Dentro del sector, sin embargo, hay quienes aseguran que Cajamar, con una morosidad del 17%, no estaría en condiciones de liderar el sector ni operaciones de fusión. La respuesta de Cajamar es contundente: “Tenemos –dicen– una morosidad tan alta, pero que ya ha bajado al 15%, por haber absorbido Ruralcaja, la segunda caja de España. Necesitamos dos años para digerir la fusión y lo haremos. De hecho, tenemos un ratio de capital de máxima calidad (Tier-1), del 11,3%, cuando teníamos el 14% antes de absorber esa entidad. Hemos digerido esa caja sin dinero público y a nuestra costa. Nos critican en el grupo al que pertenecía esa caja, los que se negaron a ayudarla. Un bonito agradecimiento”.

En realidad, todo está bastante encarrilado. Se trata de culminar un edificio que ya tiene cimientos. Ahí están el Banco de Crédito Cooperativo, que acaba de crear el Grupo Cajamar, con 32 cajas asociadas, y el Banco Cooperativo, con otras 27 cajas, que es el banco de la Asociación Española de Cajas Rurales.

La idea tiene el favor del Gobierno, pero una parte del sector es reticente. La Asociación Española de Cajas Rurales, que lideran Caja Rural de Navarra y la andaluza Caja Rural del Sur ( Sevilla, Córdoba y Huelva), no estarían por la labor, o al menos no serían entusiastas, por temor a la bancarización de las rurales.

Pero los recelos no tienen mucho fundamento si, como dice el Gobierno, “no se trataría de bancarizar a las rurales, como se hizo con las cajas de ahorros, hoy desaparecidas. Las cajas rurales no desaparecerán, seguirán igual, con sus activos y pasivos, su implantación territorial y sus empleados, pero serán las accionistas y propietarias del banco o bancos rurales de nueva creación”.

¿Bancos, para qué? Para tener tamaño, poder ir a mercados de capitales, entrar en grandes operaciones financieras y tener grandes clientes. Es la idea que manejan el Gobierno y el Banco de España, convencidos de que “el mercado obliga a la consolidación y Europa recomienda terminar la reforma financiera hecha con banco y cajas, con la última pata, la más pequeña, que son las cajas rurales”, según fuentes de ambos organismos.

Pero no solo se trata de cumplir con Europa y obedecer al requerimiento de Bruselas y el Banco Central Europeo. Las cooperativas agrarias españolas son cada vez más grandes, más exportadoras, y con más necesidades de financiación. A eso deben responder las cajas rurales, que son los financiadores naturales del campo y la industria agroalimentaria. Es obvio que para financiar a cooperativas como Hojiblanca de Málaga, líder mundial de exportación de aceite de oliva, no sirven cajitas rurales de pequeño tamaño.

El ejemplo de Deoleo.

Un ejemplo muy claro es el episodio de Deoleo, donde ha habido conversaciones cruzadas del Gobierno con bancos e inversores para mantener la españolidad del grupo. “Si hubiera un gran banco rural, le habríamos pedido entrar en el capital de este holding. Tendría más sentido que lo hiciera una entidad relacionada con la industria agroalimentaria”, aseguran fuentes del Ministerio de Economía.

El Ministerio confirma que tiene un boceto para la reforma de este sector y su filosofía de consolidación. “Es evidente –dicen las fuentes consultadas–, que el mercado es cada vez más duro, y la competencia empuja a la creación de entidades grandes en el mundo rural, ya que eso garantiza su supervivencia, solvencia y eficiencia”. El departamento de De Guindos ve con simpatía el camino seguido por el Grupo Cajamar.

Por su parte, medios del Banco de España son cautos, pero no niegan el proyecto. “No patrocinamos ni bendecimos ningún proceso de fusión, salvo que las cajas se pongan a ello. El Banco de España favorecerá todo lo que sea entidades más fuertes, sanas y solventes. Lo saben las cajas”. Verde y con asas. “Por ahora –añaden–, no pasaremos del silencio asertivo, no nos oponemos a que se active el proceso de fusiones, y si es bueno lo facilitaremos”.

Fuentes del Grupo Cajamar señalan que el Banco de España y el sector tienen un consenso sobre el futuro de las rurales, que aboca a más consolidación, aunque en este caso no habrá, al menos de momento, presiones desde la Administración, cuyo papel se va a limitar a desbrozar el camino con nuevas normas legales. Por su parte, el grupo de cajas reunido en torno a la Asociación Española de Cajas Rurales se muestra escéptico, cuando no reticente a un proceso que dicen que “puede acabar como las cajas de ahorros” y en el que no ven “ventajas en un drástico cambio organizativo”.

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