Las bolsas pueden ir bien en 2017, o no

16 / 02 / 2017 Jesús Sánchez-Quiñones
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Los riesgos geopolíticos pueden acabar por aguar las buenas perspectivas de las bolsas para este año. 

Mario Draghi, presidente del BCE

En un escenario aséptico y analizando exclusivamente los datos económicos, existirían razones para ser optimistas respecto de la evolución de las bolsas europeas durante este 2017: el crecimiento económico global será superior al del año precedente e incluso la Eurozona acelerará su tasa de actividad.

Tras seis años sin aumento de los beneficios empresariales en Europa, el presente ejercicio cambiará la tendencia, con una mejora de los resultados esperados de más de dos dígitos en el Viejo Continente. Adicionalmente, la permanencia de la política monetaria hiperrelajada por parte del BCE hace que las valoraciones de las bolsas sean atractivas en comparación con la rentabilidad proporcionada por los bonos públicos y privados.

El riesgo existe

Si solo se tuviera en cuenta lo mencionado en el párrafo anterior, el optimismo debería predominar. Pero la realidad es mucho más compleja y los riesgos existen. Bien es cierto que tras la materialización de dos riesgos considerados sistémicos, como el éxito del brexit en el referéndum de junio pasado y la elección de Trump, las fuertes caídas iniciales de las cotizaciones se transformaron en oportunidades de compra para quien pudo y supo aprovecharlas. La sensación errónea que pueden haberse quedado muchos inversores es que pase lo que pase, por muy agoreras que sean las previsiones, nunca pasa nada. Ya saldrán los bancos centrales al rescate.

Pero, en realidad, los riesgos para este ejercicio son elevados cuantitativa y cualitativamente. La euforia de las bolsas tras la elección de Trump puede revertirse si las medidas que ha anticipado el mercado, como la bajada de impuestos y el plan de infraestructuras, tardan en materializarse. Y la Reserva Federal podría subir tipos de forma más agresiva a la esperada si la inflación sigue al alza.

Proteccionismo

La concreción de las medidas proteccionistas anunciadas podría desembocar también en una guerra comercial cuyo efecto inmediato sería un aumento de la inflación, de los tipos de interés y un efecto nada positivo en las cuentas de resultados de las multinacionales, que sufrirían la merma del volumen del comercio mundial. Los temores geopolíticos con Irán, China o Corea del Norte no son tampoco despreciables.

Y mirando hacia el interior de Europa, por primera vez desde el nacimiento del euro un partido político que aboga abiertamente por abandonar la moneda única cuenta con alguna posibilidad de alcanzar el poder en uno de los principales países de la zona: Francia. No en vano, el presidente del BCE ha tenido que clarificar que si algún país quisiera salir del euro primero debería cancelar todas sus deudas en euros dentro del Eurosistema (sistema de pagos en euros entre los distintos bancos centrales de la Eurozona). La mera mención a dicha posibilidad, que pondría en serias dificultades a cualquiera que cayera en la tentación de romper la baraja, es ya de por sí preocupante y refleja lo extraordinario de la situación actual.

El riesgo político en Europa, con elecciones en Holanda en marzo; presidenciales en Francia en abril y mayo; legislativas en junio y septiembre en Alemania, y en algún momento de los próximos meses en Italia, es considerable. Aunque a día de hoy en ningún caso las encuestas dan como ganador claro a un partido antieuro, la experiencia de los patinazos de los pronósticos en las citas electorales recientes anima, cuando menos, a ser cautos.

Se puede ser optimista con las bolsas, pero siempre que ninguno de los riesgos existentes se materialice.

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