La rentabilidad se ve y el riesgo se esconde

07 / 12 / 2016 Jesús Sánchez-Quiñones
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Ver un extracto de una inversión no muestra, a veces, el riesgo real asumido por el ahorrador. 

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Al final de cada año son numerosos los análisis comparativos de la rentabilidad proporcionada por distintos productos financieros: depósitos, fondos de inversión o renta fija, entre otros. Lamentablemente, la práctica totalidad de estos estudios se fijan solo en la rentabilidad y no en el riesgo asumido para lograr dicha rentabilidad. Los propios inversores que tienen distribuido su patrimonio en varios productos o varias entidades se interesan únicamente por el retorno obtenido durante el año, sin ser conscientes, en la mayoría de los casos, de cómo se ha logrado dicho retorno sobre la inversión.

La idea que se transmite es que el mejor producto es el que ha reportado mayor rentabilidad, sin más. Sin embargo, los riesgos existen. Su no materialización no significa que no se haya incurrido en un nivel de riesgo superior al admisible en cada caso. Mientras los riesgos no se materializan es como si no existieran. Un tenedor de preferentes de una antigua caja de ahorros, con escasa cultura financiera, me comentaba que hasta que no dejaron de pagar el cupón anual la rentabilidad obtenida cada año era muy buena, teniendo en cuenta que la valoración de la inversión en el extracto periódico era el nominal, y no una cotización de mercado actualizada. Esta persona, al igual que millones de ahorradores e inversores, solo se fijaba en la rentabilidad recibida cada año, no en el riesgo asumido para lograr dicha rentabilidad.

Los riesgos de una inversión son diversos, y no todos fácilmente medibles numéricamente. En el caso de activos con valoración diaria, como los fondos de inversión, es útil el empleo de ratios que comparan los riesgos asumidos, entendiendo por tales la amplitud de las oscilaciones en la valoración de los activos (volatilidad). Así, para la comparación del comportamiento de fondos de inversión durante un periodo de tiempo determinado, sería más racional medir la rentabilidad lograda comparada con las oscilaciones en la valoración (ratio de Sharpe). De esta forma se sabría qué rentabilidad se ha obtenido por cada unidad de riesgo asumido. El entendimiento de este tipo de ratios es de difícil comprensión para la gran mayoría de los ahorradores e inversores.

Inversiones opacas

La volatilidad, como medida de la variación de la valoración de los activos financieros, no sirve para medir el riesgo de productos sin valoración diaria. A modo de ejemplo, miles de inversores en filatelia recibieron durante casi dos décadas una rentabilidad anual sensiblemente mayor a la proporcionada por los bonos del Tesoro y al no existir cotización sobre los activos existía la ficción de garantía del principal y ausencia total de volatilidad o riesgo en la valoración de la inversión. Aun siendo este un caso extremo, el resultado final fue la pérdida total de la inversión, pese a la ausencia de “volatilidad” en la valoración de la inversión. La valoración de numerosos productos, como algunos estructurados, determinados bonos o incluso planes de jubilación (no confundir con planes de pensiones) no reflejan oscilaciones en valor en los extractos periódicos recibidos por los inversores. Dicha ausencia de valoración de mercado transmite la apariencia de ausencia de riesgo de principal que en ocasiones es ficticia o al menos engañosa.

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