La guerra de los tipos negativos parece perpetua

19 / 04 / 2017 Jesús Sánchez-Quiñones
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La actuación de los bancos centrales sobre las tasas de interés sigue y sigue, pero no será indefinida.

Mario Draghi, presidente del BCE

El paso del tiempo hace que situaciones poco comprensibles, o incluso irracionales, se acaben aceptando por la sociedad en general sin demasiados problemas. La existencia de tipos de interés negativos constituye un caso claro. Aunque un grupo de banqueros centrales decidan que los tipos de interés sean negativos, la racionalidad de esta medida es realmente discutible.

El tipo de interés es equivalente al precio del dinero. Cuando una entidad presta dinero por un determinado periodo de tiempo, el tipo de interés es el precio por renunciar a la tenencia de dicho dinero durante el periodo del préstamo. De acuerdo con el propio Banco de España, el interés es el precio que se paga por conseguir dinero durante un cierto periodo de tiempo. En las modalidades más simples, interés es lo que paga usted a una entidad de crédito a cambio de que le preste dinero, y también lo que le paga la entidad a usted por dejarle una cantidad determinada (en forma de depósito o de títulos de renta fija, por ejemplo).

Siguiendo esta misma definición del Banco de España, no tendría cabida la existencia de tipos de interés negativos. Equivale a considerar que el dinero no vale nada. Más aún, que el dinero supone una carga para quien lo posee. Sin duda, un sinsentido difícil de entender.

Nadie duda que la actuación del Banco Central Europeo (BCE), y de su presidente, Mario Draghi, en particular, han evitado un posible colapso del euro: en noviembre de 2011 se puso en marcha un sistema de préstamos a la banca a tipos ínfimos (LTRO) que permitió a los Estados colocar sus emisiones de bonos soberanos a la banca. Posteriormente su compromiso de adquirir directamente bonos soberanos en proporción a la participación de cada país socio del euro en el capital del BCE (clave de capital) ha provocado que los tipos de interés se sitúen en mínimos históricos.

Perjudicados

Situar el tipo de interés con el que el BCE “remunera” a los bancos por las cantidades depositadas en el propio banco central tiene unas consecuencias indeseadas. Aunque con esta medida se pretenda que los bancos presten más, las normativas de ratios de capital limitan la cuantía de préstamos de estas entidades. Este coste cargado a los bancos se acaba trasladando a todos los tipos a corto plazo. Así, el euríbor, principal referencia para la mayoría de créditos, préstamos e hipotecas, se sitúa en niveles negativos. Se podría dar el caso en que el deudor, en lugar de pagar intereses, recibiera pagos al ser el interés negativo. Un sinsentido.

Los principales perjudicados de esta situación de los tipos de interés son los ahorradores e inversores más conservadores. Las letras del Tesoro, el activo en teoría más conservador, ofrece retornos negativos de la inversión. No existe rentabilidad sin riesgo. Mejor dicho, sí existe, pero es negativa. Incluso para conservar el capital hay que asumir algún tipo de riesgo, aunque sea riesgo entidad.

Un pernicioso efecto secundario adicional es la incitación a la asunción de mayores riesgos en las inversiones, con la falsa seguridad de que los bancos centrales actuarán de nuevo en caso necesario. Los tipos actuales obvian cualquier prima de riesgo. La experiencia, y el sentido común, enseñan que los riesgos existen y que eventualmente se materializan y provocan pérdidas. La asunción de mayor riesgo por parte de los ahorradores e inversores más conservadores puede llevarles a materializar pérdidas si los riesgos ignorados en algún momento se llegan a materializar. Los tipos negativos son una aberración histórica de difícil justificación y perversas consecuencias, aunque todavía no hayan aflorado.

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