El emporio catalán de la sangre española

15 / 11 / 2017 Clara Pinar
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La empresa soberanista Grífols procesa el plasma sanguíneo que se dona desinteresadamente y lo vende a los hospitales públicos en forma de fármaco.

Cola en Madrid para donar en un autobús que llevará la sangre a un centro de transfusión, de donde Grífols se llevará el plasma. Foto: D. Castro

La donación de sangre en España es un acto desinteresado por el que en 2016 más 1,7 millones de personas se dejaron clavar una aguja y permitieron extraer unos 450 mililitros de sangre, la cantidad que según la Cruz Roja puede donar una persona que pesa 50 kilos. Se hace forma altruista y los donantes no reciben dinero a cambio. Sin embargo, la donación de sangre es un gran negocio que durante décadas ha alimentado los balances de Grífols, una empresa familiar catalana que hoy es la tercera productora mundial de fármacos derivados del plasma sanguíneo. Al menos desde principios de la década del 2000, está establecido un curioso sistema de circulación por el que la sangre donada pasa por Grífols para convertirse en medicamentos que después compran los hospitales públicos españoles. Paradójicamente, esta compañía, vinculada con el independentismo catalán y a cuyo presidente y padre y hermano de sus actuales consejeros delegados, Víctor Grífols, une una amistad de toda la vida con el ex president Artur Mas, tiene el privilegio de ser la única empresa privada que transforma el plasma sanguíneo. Sangre española para alimentar las arcas de la empresa de la familia Grífols, hoy convertida en un referente mundial de los hemoderivados y con vaivenes de una compañía históricamente cercana al nacionalismo catalán que en los últimos tiempos ha tomado decisiones que han decepcionado al independentismo y que, como muchas otras, no descarta tomar “medidas necesarias” si la situación en Cataluña empeora, es decir, quizá una cambio de sede social. De momento, Grífols, única compañía catalana del IBEX, ha elevado de enero a septiembre su beneficio en un 6,3%, alcanzando los 432 millones de euros.

Su laboratorio nodriza continúa en Parets del Vallès (Barcelona), la localidad donde empezó todo hace 77 años, aunque en 2015 se dejara seducir por la baja fiscalidad para empresas de Irlanda y trasladara allí la gestión de tres cuartas partes de su negocio, que en 2015 registró ingresos de más de 4.000 millones de euros con un incremento del 6,5% en su división Bioscience, dedicada a la venta de medicamentos plasmáticos. El lema “Plasma, fuente de vida” que se lee en su web corporativa es aún más real viendo sus resultados económicos del tercer productor mundial de medicamentos plasmáticos que, a pesar de su expansión internacional, sigue teniendo un peso muy específico en España.

En la compañía rechazan calificar de “monopolio” la posición que hoy tiene Grífols en el mercado español de los fármacos hemoderivados. “La producción de medicamentos plasmáticos no es un monopolio”, dicen fuentes de la compañía en alusión a un mercado mundial estimado en 20.000 millones de dólares (17.300 millones de euros)y donde Grífols tiene una cuota del 18%, con 180 centros de donación de plasma en Estados Unidos, presencia en 100 países y plantas productivas en Los Ángeles, Carolina del Norte y, en España, en Paret del Vallès (Barcelona).

Sin embargo, el presidente de la Federación Nacional de Donantes de Sangre, Martín Manceñido, explica que “la manipulación [del plasma] y la elaboración [de los fármacos] exclusivamente la hace Grífols en España, todos los centros de transfusión lo acordaron así”. Fuentes de Grífols puntualizan que se trata de un “servicio para el aprovechamiento del plasma hospitalario” que la compañía presta “desde hace más de 30 años” en España. Para ello, explican, ponen “sus instalaciones al servicio de las autoridades sanitarias para transformar el excedente de su plasma en medicamentos plasmáticos”. 

La circulación del plasma

En realidad, Grífols solo se hace cargo de un tercio de los componentes de una unidad básica de cada donación, la sangre procedente de la vena del donante se mezcla con conservantes y anticoagulantes. En un primer momento, los 23 centros de transfusión que hay en España hacen una criba y separan los glóbulos rojos, las plaquetas y el plasma. Los dos primeros componentes, presentes en menor proporción y con una conservación más efímera, van a los hospitales. El plasma sanguíneo es el elemento más abundante, aproximadamente el 75% de lo que se dona, y se puede congelar. Esta es la parte de la sangre de los donantes que termina en manos de Grífols. Una vez a la semana, un autobús de la empresa catalana pasa por los centros de transfusión –los lugares adonde llegan todas las donaciones de sangre, sea donde sea– y recoge el plasma. “Y con toda naturalidad lo lleva a Barcelona”, explica Manceñido.

En 2106, Grífols fraccionó 372.000 litros de plasma de los diferentes centros de transfusión de las comunidades autónomas. Según la compañía, la conversión en fármacos en su planta de Barcelona “supuso un ahorro del 48% para las administraciones públicas”. Aun así, las cifras rondan el millón de euros o lo superan con creces. En 2003, el Ministerio de Defensa contrató el servicio de fraccionamiento de plasma a Grífols por 20.000 euros; en 2015 la Región de Murcia encargó el fraccionamiento de 12.000 litros de plasma por más de 1,7 millones y ese mismo año el Sistema Navarro de Salud pagó 900.000 euros por el mismo concepto. El año pasado, la Comunidad de Madrid destinó a Grífols 1,8 millones. En 2012, Andalucía pagó cinco millones a la empresa por cuatro productos elaborados por la transformación de más de 133.000 litros de plasma. Este contrato, anual, formaba parte de uno de carácter general firmado en 2010 con la compañía de Paret del Vallès. La doctora Luisa Lores, miembro de la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública, afirma que la Xunta de Galicia se gasta al año unos diez millones de euros en productos farmacéuticos de Grífols para abastecer sus hospitales.

La empresa obtiene de manera gratuita una gran proporción de la materia prima con la que fabrica los productos derivados del plasma, la estrella de su actividad. Son inmunoglobulinas que se emplean para tratar deficiencias inmunitarias diversas y trastornos como la hemofilia, por falta de proteínas Alfa, o para garantizar la inmunidad ante infecciones como la rabia, el tétanos o la hepatitis B. Fármacos que los hospitales españoles necesitan, y así, son estos centros, públicos y privados, la última parada del circuito por el que discurre el plasma sanguíneo desde que sale de la vena del donante. Paradójicamente, un componente de la sangre que se dona gratuitamente termina siendo comprada por el sistema nacional de salud a una empresa privada. “Nosotros no lo vemos bien, venimos reclamando desde hace mucho tiempo que haya una mayor implicación de la sanidad pública”, dice Manceñido, que también admite que, hoy por hoy, la empresa catalana es imprescindible para la gestión del plasma que se dona en toda España. “No se puede evitar el paso por la industria privada, porque no hay industria pública que haga esta función”.

Actor único en el mercado

Para celebrar su 75 aniversario, en 2015 Grífols recopiló su historia en un documento que rescataba fotografías desde el inicio de la “saga de los Grífols” de la mano del médico homeopático José Antonio Grífols Morera. En el repaso histórico de esta empresa familiar se cuenta cómo en los años 80 y 90 sus comerciales iban por los hospitales a vender sus productos. No explica, sin embargo, cómo pasó de llamar a la puerta de las administraciones públicas a que su autobús pase una vez a la semana por los centros de donación para recoger el plasma que después venderá a los hospitales. El Ministerio de Sanidad no quiso pronunciarse y, preguntada por algún intento para prestar el servicio que presta Grífols, una empresa farmacéutica competidora en el sector del plasma cortó toda comunicación con este semanario en cuanto se mencionó el nombre de la compañía catalana. “Son contratos de licitación pública totalmente abiertos a cualquier compañía” por parte de cada comunidad, aseguran en la empresa. No todo el plasma es gratis. A los donantes no se les paga en España, aunque Cruz Roja sí recibe una compensación por la que se dona en sus instalaciones, cantidad que la organización rehusó precisar. Pero en España hay déficit de plasma y Grífols se ve obligado a importar parte de lo que necesita para facturar sus fármacos. En este caso, es plasma de la sangre de personas que sí han cobrado por donar. “A veces entre 80 y 150 euros por bolsa”, según el país, dice Manceñido. De Estados Unidos, México o Brasil, pero también del Europa del Este, donde los distintos precios por la sangre donada según los países ha llevado al Consejo de Europa a alertar del tráfico de donantes, que no dudan en cruzar una frontera si en el país vecino pagan más. Esto no ocurre en España, al menos de momento. Precisamente fue el presidente de Grífols quien en 2012 abrió la puerta al “insólito debate”, tal y como se contó entonces, para que los donantes reciban una remuneración que podría ascender a “60 euros por semana”. La idea causó consternación. Los defensores de la sanidad pública vieron un intento más de “mercantilizar” este sector en España, donde en 1985 se dejó la puerta abierta a esta posibilidad, pero nunca se puso en práctica ante el consenso de que la donación de sangre es un acto desinteresado, del que se enorgullece la Federación Nacional de Donantes de Sangre. En su lugar, esta propone aumentar las donaciones gratuitas dando más facilidades a los donantes, mejorando instalaciones e incluso utilizando una técnica que solo extraería el plasma, no glóbulos rojos y plaquetas, lo que directamente beneficiaría a Grífols, que tendría que importar menos sangre de pago.

Todo redunda en beneficio de esta empresa catalana, que pasó de familiar a multinacional al mismo tiempo que se alejaba de sus vínculos con el independentismo. Está para quedarse. En España. “Ante la coyuntura actual ha mantenido y mantiene una actitud de prudencia”, dicen en la compañía, donde, como muchas otras en el último mes, no descartan mover su sede desde Barcelona “si la actual situación derivase en un nuevo escenario que pudiese afectar al curso normal de los negocios”.

Cataluña

De la estrecha amistad a el negocio es el negocio

Al presidente y continuador de la saga, Víctor Grífols, le une una estrecha amistad con Artur Mas, a quien llegó a arropar en un acto previo al 9-N y a quien habría ofrecido un cargo en su planta de la región independentista canadiense de Quebec cuando se quedó fuera de la Generalitat en 2016. Después se desdijo en la primera afrenta al soberanismo por parte de un empresario al que veían como uno de los suyos, reconocido con la Creu de Sant Jordi. El cambio de sede fiscal a Irlanda o su exclusión de la campaña para que Barcelona sea sede de la Agencia Europea el Medicamento son feos mutuos, coronados con el contundente desmentido de que Grífols patrocinará el Barça. Tampoco cierra la puerta a irse de Cataluña si la situación empeora.

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Amistad. Víctor Grífols, actual presidente de la compañía, y el ex president Artur Mas en la inauguración de la planta de Paret del Vallés. Foto: Alejandro García/EFE

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