El dinero, debajo del colchón por si acaso

18 / 05 / 2016 José María Vals
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Muchos ahorradores optan por dejar su dinero en la cuenta corriente para no correr riesgos.

La caída en picado de los tipos de interés tiene, como casi todo en la vida, dos caras opuestas. Por un lado, los créditos cuestan menos y los hogares respiran mejor a la hora de pagar el recibo mensual de las hipotecas. Por otro, los ahorros son cada vez menos rentables y las familias se aventuran a la búsqueda de productos que les den algún rendimiento por su dinero. Todo esto está cambiando el panorama del ahorro y del gasto familiar a marchas forzadas.

Empezando por el coste de la vivienda, según los últimos datos estadísticos disponibles, los hogares españoles con hipoteca gastan ahora de media un 32% de su renta disponible en pagar el crédito que pidieron para comprarse el piso. La cifra, que puede parecer alta, muestra sin embargo un importante ajuste a la baja si se compara con los años dorados del boom inmobiliario. En 2007, por ejemplo, el 47% de los ingresos familiares iban a la hipoteca y en algunos casos se llegaba hasta cifras de entre el 50% y el 60%, que luego eran compensadas en parte por las desgravaciones fiscales por adquisición de vivienda habitual.

Esta caída en la renta consumida por las hipotecas no se ha traducido en un aumento del ahorro de los hogares, ya que la crisis ha desembocado para muchas familias en algún miembro en paro o con salarios a la baja. Y eso hace que si en 2009 el ahorro familiar alcanzaba el 13,4% de la renta disponible, al terminar 2015 la cifra se situaba en el 9,4%.

En la otra cara de la moneda, ese poco dinero que pueden ahorrar los hogares tiene ahora difícil encaje en las costumbres habituales de las familias que antes buscaban productos seguros (depósitos a plazo y otros similares) con poco riesgo y una remuneración tampoco muy alta pero adecuada para clientes poco pretenciosos. Los bancos han desplomado los tipos que pagan por los depósitos y ahora los ahorradores se ven empujados a la búsqueda de otros activos que les den algo, aunque para ello tengan que asumir más riesgo. Toda una aventura.

Depósitos sin renovar

Durante 2015, por ejemplo, se amortizaron 65.000 millones de euros en depósitos a plazo que no han sido renovados. Los bancos se niegan a ofrecer rentabilidades aceptables en este tipo de productos porque no les salen las cuentas y hay muchos ahorradores que incluso han optado por dejar su dinero en la cuenta corriente, la que no da nada, cuyo saldo aumentó en el año en una proporción similar a la caída de los depósitos a plazo.

Entre quienes no se resignan a ver su dinero en el banco sin que de vez en cuando les llegue un pago de intereses muchos han optado por llevarse sus ahorros a fondos de inversión. Hay que tener en cuenta también que los propios bancos animan este trasvase porque a ellos les da liquidez y no tienen que pagar directamente a los clientes, ya que es el propio fondo el que da o quita la rentabilidad. Y además deja en el banco un buen pellizco por comisiones. De este modo, de los 178.330 millones de euros de saldo de los fondos al acabar 2013 se ha pasado a 249.892 al terminar 2015.

Y dentro de los fondos, los hay para todos los gustos. Las rentabilidades de los menos arriesgados son bajas. Por ejemplo, los de renta fija euro a corto plazo llevaban acumulada en el primer trimestre de 2016 una ganancia del 0,08%, los de renta fija euro a largo subían al 0,56% y si se miran los que invierten fundamentalmente en acciones hay batacazos que van desde el 0,97% al 10,10% de pérdidas en tan solo tres meses.

Al final, las familias buscan refugios para sus ahorros cada vez más complicados. Esa es una de las cosas que han llevado a las autoridades de vigilancia del mercado (la CNMV en España) a incrementar notablemente las medidas de precaución y las obligaciones de información de los bancos a sus clientes cuando estos deciden poner su dinero en productos no sencillos.  

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