Dividendos, intereses, impuesto de sociedades y Donald Trump

21 / 03 / 2017 Jesús Sánchez-Quiñones
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La reforma fiscal que ha anunciado el nuevo presidente de EEUU va a revolucionar la forma de financiarse de las empresas, o al menos va a desanimar a muchas de ellas a financiar su actividad y crecimiento con créditos bancarios.

Donald Trump

Una de las medidas más destacadas de la propuesta de reforma fiscal impulsada por Trump, en este caso con apoyo del Partido Republicano, es la no consideración de los intereses pagados como gasto deducible. La medida no se propone con carácter recaudatorio, ya que va acompañada de una rebaja del tipo del impuesto sobre sociedades desde el 35% al 20%, que compensa con creces la no deducibilidad de los intereses.

Una de las causas de la crisis financiera que estalló en 2007-2008 fue el sobreendeudamiento generalizado. Parte de la culpa es achacable al distinto tratamiento fiscal que han tenido tradicionalmente los intereses frente a los dividendos.

Una empresa puede financiarse mediante recursos ajenos (bonos, préstamos…) o mediante recursos propios (aportaciones de los socios y retención de beneficios). La remuneración a la financiación ajena se realiza vía intereses, que son deducibles en el impuesto sobre sociedades, mientras que el pago de dividendos, como remuneración a los recursos propios no se considera un gasto.  Esta diferencia de tratamiento fiscal empuja a muchas empresas a utilizar una mayor proporción de recursos ajenos por la deducibilidad de los intereses, frente a los recursos propios.

Adicionalmente, durante décadas en la principales escuelas de negocios se ha hecho especial hincapié en la importancia de conseguir en las empresas la máxima rentabilidad sobre los recursos propios (RoE: Return on Equity), ignorando la rentabilidad sobre el total de los activos (RoA: Return on Assets). Así, para una rentabilidad dada de la actividad de una empresa, cuanto menor sea el porcentaje de recursos propios respecto del total de los activos, mayor será la rentabilidad que obtendrán los accionistas (mayor RoE). Sin embargo, la solidez de la empresa ante momentos de dificultades en la renovación de la financiación ajena, o ante un incremento del coste de la misma, será menor cuanta más financiación ajena tenga.

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