Ver y leer teatro

23 / 02 / 2017 Vicente Molina Foix
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Aunque se plasma como representación, la matriz del teatro es literaria.

Blanca Portillo y José Luis García-Pérez protagonizan 'El cartógrafo'. Foto: Ceferino López

Uno de los puntos más sugestivos (y para mí indiscutible) del debatido artículo de Javier MaríasEse idiota de Shakespeare era el recordar la matriz literaria del teatro. Desde su origen formó parte del cuerpo de la escritura, aunque, naturalmente, llegando en su plasmación ideal como representación o mediación. Al igual que la música. Ambas artes tienen su plena realidad en la performance, pero el guion que permitirá esos logros está escrito, y como tal se transmite, constituyendo la base de nuestro deseo de seguir disfrutándolo. Siempre he desdeñado el latiguillo de “teatro para ser leído”, sobre todo teniendo en cuenta que le fue aplicado, entre otros, a Fernando de Rojas, Valle-Inclán, Eliot, Claudel o Marguerite Duras. Soy de los que disfruta asiduamente del teatro cuando está hecho con imaginación figurativa y rigor textual, pero desde mi adolescencia he sido un gran lector de ese, llamémosle así, género. Y el género continúa publicándose, no sé si con la debida atención de los medios periodísticos e intelectuales.

Recomiendo aquí algunas ediciones recientes, que van desde el rescate del teatro, poco conocido y muy meritorio, de Ramón J. Sender (editorial Larumbe) al compacto de Penguin de la obra teatral completa de Cervantes, para que no todo sea quijote una vez acabado el año santo de los Tres Genios(Shakespeare y el Inca Garcilaso serían, claro está, los otros dos). Hay, junto a esos nombres clásicos, piezas contemporáneas de notable calidad, y las que voy a citar están, además, de actualidad. La editorial segoviana La uña rota, que ya había sacado la mayor parte del teatro y la obra ensayística de Juan Mayorga, publica ahora, en sintonía con el estreno en Madrid, su nuevo y sugestivo drama El cartógrafo, en cartel hasta final de febrero, antes de iniciar gira. Leí con placer el texto después de ver la función, con la memorable personificación de Blanca Portillo de sus tres roles femeninos. También está en cartel, en una muy bien resuelta producción del Centro Dramático Nacional, Los Gondra, una historia vasca, del dramaturgo bilbaíno Borja Ortiz de Gondra, que ha escrito, con acentos personales y aguda mirada histórica, un fascinante fresco político y familiar; aquellos que no la puedan ver escenificada cuentan con su riquísimo texto editado en libro por el propio CDN.

Destaca, por último, la oportuna traducción por Dos bigotes, la valerosa editorial de libros de amplio espectro LGTB, de Tan solo el fin del mundo, la obra maestra del malogrado autor francés Jean-Luc Lagarce, coincidiendo con el estreno de su adaptación al cine por Xavier Dolan. Pieza de rotunda belleza, que llega en el libro con un muy cuidado material de apoyo (y el acierto de añadir al título el adverbio “tan” que no lleva la película), vale la pena comparar las libertades que se ha tomado Dolan con su magnífico elenco de actores, y leer por sí mismo ese texto poemático y narrativo marcado por el dolor, la rabia y la más desnuda verdad.

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