La segunda vida de Havel

01 / 12 / 2016 Ignacio Vidal-Folch
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La biografía del expresidente checo por Zantovsky conforma un libro terrible.

En el centro cultural DOX de Praga se muestra una exposición de fotos de Vaclav Havel, con imágenes de los años de la juventud, de la lucha contra el régimen comunista de Checoslovaquia, de sus años en el poder, y también algunas imágenes de sus últimos tiempos, cuando se hallaba más tiempo en el hospital, tratándose de fístulas, perforaciones intestinales, traqueotomías, problemas respiratorios y del corazón, que en ningún otro sitio. Murió a los 75 años; hoy hubiera cumplido 80, y de ahí la exposición en Praga y la aparición en España de la biografía que le ha dedicado su amigo y colaborador íntimo, Michael Zantovsky, titulada Havel. Una vida (Galaxia Gutemberg).

Teníamos ya a nuestra disposición otra biografía, escrita por Eda Kriseová en los años triunfales, que es excesivamente hagiográfica, pues Kriseová adoraba a Havel. Esta de Zantovsky, aunque escrita también desde la amistad íntima, es terrible.

Durante algunos años Havel fue contemplado como una especie de santo laico, tanto por su carisma como por su insistencia en basar la política en fundamentos morales. Yo mismo, como ya he contado alguna vez, tuve durante años encima de mi escritorio una foto suya que era también su biografía: se le veía pensativo, sentado a la mesa de su restaurante preferido, el Rybárna (la pescadería); ante él descansaban en la mesa un cenicero lleno de colillas y una jarra de cerveza, y en la pared colgaba un anuncio con una flacucha modelo desnuda abrazada a una gigantesca botella de cerveza Staropramen. En esa foto está todo Havel: la actitud reflexiva, los cigarrillos que le costaron la salud, la cerveza, y las mujeres, que no le gustaban poco. Solo falta un libro, preferiblemente alguno de sus dramas del “teatro del absurdo”.

He dicho que el libro es terrible, pues cada triunfo vital y político de Havel fue seguido de un fracaso catastrófico. Cierto que pilotó la Revolución de terciopelo, que condujo el país de la dictadura comunista a la democracia, pero al cabo de cuatro años, bajo su presidencia y a pesar de todos sus esfuerzos, el país se escindía: trauma y ridículo para todos los checos y eslovacos (salvo para algunos aventureros de la política y pescadores en río revuelto); ese fracaso histórico torturó a Havel durante el resto de su vida, se sentía como el heredero que ha dilapidado la fortuna familiar.

Cierto que fue idolatrado en todo el mundo como presidente de Checoslovaquia, pero luego como presidente de Chequia (República Checa), cuya nueva Constitución reducía mucho su capacidad de decisión, fue minuciosamente humillado por su primer ministro, Klaus, cuyas visitas de los miércoles para “informarle”, en realidad para abroncarle, angustiaban a Havel lo indecible. Al final el pueblo que antes le veneraba no le perdonaba una. Murió desprestigiado en su país, y bastante aislado. Era un sujeto encantador, superado por la historia, ese tigre imposible de cabalgar.

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