El ministro del Futuro

14 / 11 / 2017 Ignacio Vidal-Folch
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"Aunque no lo percibamos la humanidad progresa y tenemos posibilidades y talentos para superar los retos del futuro inmediato".

Steven Pinker. Foto: Getty

En la misma semana he asistido a dos acontecimientos culturales apasionantes sobre el signo de nuestro tiempo; o sea, en realidad sobre la cuestión de si nos encaminamos decididamente a la catástrofe –como todo parece indicar y como es mi más íntima convicción (pero no me disgusta, pues pienso, como Cirlot, que hubiera sido mejor que el universo no existiese)– o si por el contrario y aunque no lo percibamos la humanidad progresa y tenemos posibilidades y talentos para superar los retos del futuro inmediato. 

El primer acontecimiento: el lunes asistí en el Parlamento Europeo a la conferencia de Steven Pinker dentro del programa Euromind, mediante el cual la europarlamentaria española Teresa Giménez-Barbat propone incorporar los procedimientos de la ciencia a la toma de decisiones políticas. Propuesta oportuna y brillante que cuanto más conozco a políticos, tribunos y poetas, más urgente me parece. Pinker es bien conocido en España por su libro Los ángeles que llevamos dentro, donde con profusión de estadísticas, datos y gráficos sostiene que, contra la opinión generalizada, el mundo mejora, las costumbres se suavizan, la práctica de la guerra se reduce, el hambre y las enfermedades retroceden, los valores democráticos se extienden, y, en fin, que el pesimismo es comprensible y explicable pero está injustificado, porque la humanidad progresa y el futuro no está escrito. Con Pinker participaban Miles Bundage, del “Instituto para el Futuro de la Humanidad” de la Universidad de Oxford, y Olle Höstrim, autor de Ciencia, tecnología y el futuro de la Humanidad, donde identifica los factores más perturbadores –fármacos, ingeniería genética...– y transformadores del paisaje humano en las próximas décadas, y los retos que plantearán. 

Y –este es el segundo acontecimiento– a propósito del “Futuro de la Humanidad”, Timothy Morton ha sido nombrado ministro del Futuro –el cargo no es vitalicio, y otros candidatos con muchos merecimientos se postulan para él– en el marco de Después del fin del mundo, exposición comisariada por José Luis de Vicente, que como otras de las que organiza en Barcelona Rosa Ferré para el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) enfoca las incógnitas y desafíos del futuro inmediato reuniendo aportaciones de científicos y artistas, en una amalgama siempre excitante e imprevisible. Morton es el filósofo de moda (con perdón), autor de ensayos aún no traducidos como Hiperobjetos: filosofía y ecología después del fin del mundo y Humanidad: solidaridad con los seres no humanos, en los que propone nuevas disposiciones, en realidad una nueva mentalidad, para analizar la situación del Globo en el momento de gozne entre dos eras en que nos hallamos, que nos permitirían tomar medidas para la preservación de la biosfera. Después del fin del mundo, que toma su título del primer ensayo de Morton citado, da ya por inevitable el gran cataclismo ecológico a cuyos prolegómenos estamos asistiendo, pero no incurre en el derrotismo. Como Pinker, postula que está en nuestras manos evitar lo que parece inevitable. Así sea.

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